martes, 1 de noviembre de 2022

Siempre Presentes

Foto: Verónica Isabel Enríquez Falcón
Por: Victoria Falcón Aguila

No cabe duda que Septiembre y Noviembre son los meses donde están más latentes las tradiciones en los mexicanos. Septiembre mes de la Patria y noviembre, mes de los que han partido al Mictlán (Miktlan en náhuatl: ‘Lugar de los muertos’‘, mikki, muerto - tlan, lugar de’).

Los mexicanos amamos la vida y le rendimos culto a la muerte pues, sabemos que solo el cuerpo se corrompe y el alma es inmortal, por eso los que han partido, no lo han hecho del todo ellos siempre están presentes en la memoria colectiva de las familias, de las comunidades; han fallecido sí, pero logran evadir la muerte cada que los recordamos manteniendo así, vivo su recuerdo de generación en generación.

1 y 2 de noviembre, fiesta del reencuentro con los fallecidos; unión familiar, sentarse junto al altar para esperar su llegada.

Y es que, recibirlos es todo un ritual: para indicarles el camino de regreso se deben colocar flores amarillas de cempasúchitl e iluminarlo con veladoras, el humo de copal lo aromatiza. Ellos sabrán que los esperamos, luego en el altar la cruz de sal y de ceniza, el misticismo; el alma se une con Dios, la sal lo purifica y la ceniza, sirve para expiar sus culpas pendientes.

Los cráneos simbolizan la semilla de la vida, recuerdan cuando Quetzalcóatl, bajo al inframundo para depositar su semen sobre huesos molidos y dar vida al ser humano.

El pan y el agua, luego su comida favorita sin faltar su retrato para que el alma tome forma. Los colores del papel picado, una catrina de Posada plasmada… Solo un mexicano puede explicar que es el día de muertos. Sincretismo religioso, tradición viva, fiesta nacionalizada.

Dípticos del Regreso

Canta el pueblo en esta noche santa,
aromatizada con el olor que me levanta.
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Las moradas son hoy blancas
rebozan de risas francas.
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Mezcla de fiesta y devoción
ante la muerte hay negación.
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Encuentro de lo bendito y pagano
en una comunión con postulación.
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No en la trascendencia del morir
sino en el gozo del comer y buen vivir.
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La carne regresa a los huesos,
a la pelona le arranco los besos.
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Sólo por hoy no seré ánima
el incienso regresa mi alma.
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La flor amarilla adorna mi pisada
las campanas anuncian mi llegada.
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el camino me iluminan con candelas.
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Una elegante y alegre Catrina
me recibe con un trago de tequila.
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Azúcar y chocolate endulzan la vida.
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En la frente mi nombre
el que llevase siendo hombre.
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Este es el verdadero “Tlallocan”
donde los mariachis siempre tocan.
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No preguntes si las campanas doblan por mí,
tal vez ellas…, tocan por ti.
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¿Por qué vivir sufriendo a la muerte
si, regresar siempre será nuestra suerte?

Autor: Victoria Falcón


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