jueves, 21 de marzo de 2024

Un Día a la Vez

 


Por Alejandro Ruiz Robles

LOS INVISIBLES
Si algo es perfectible, es el ser humano; éste debiera explotar sus virtudes y minimizar sus defectos hasta sumar más cosas positivas que negativas en su vivir.

Frases de motivación hay millones, personas que las escuchan y se comprometen con ellas son menos y ni hablar de quienes teniendo todo por trascender se encierran en un contexto que les resta en su ser.

Sean seducidos por alcohol, droga o cualquier otro vicio, lo cierto es que cada vez hay más adictos en nuestro medio y no necesariamente con ellos, se han incrementado el número de profesionales o de centros para su adecuada atención.

Si bien es cierto que es en las fiestas o lugares de convivencia donde encontramos más indicios de personas enfermas, llama la atención que cada vez es más frecuentes encontrarlos en las calles y ni que decir de las casas. Lo que antes deseábamos que fuera una zona sana y de confort, se ha transformado ya en un área vulnerable para las adicciones y lastimosamente, una vez que entran, la paz y la armonía, emigran por cualquier resquicio.

A veces pareciera que hablar de adictos es referirse a ellos como seres invisibles, ya que no son realmente parte de los programas de salud pública; de hecho, es tal su contexto en la sociedad, que en términos generales, en el lugar donde se encuentran o en el sitio que se presentan, cada vez más son las personas que se aferran a ignorarlos, independientemente de los motivos personales que éstos tengan para hacerlo. La incomodidad del momento hace que la exclusión sea parte de la lógica natural por mantener la calma.

En ese sentido reitero, pareciera que si no los consideramos en nuestro entorno, éstos no existen y si eso sucede, no tenemos nada de qué preocuparnos.

Desde luego, sabemos de los estragos que produce una persona que está influenciada por alguna sustancia, alcohol o droga y entendemos que los que están a su alrededor, son los principales incomodados por ellas; razón por la cual, resulta lógico que busquen la manera de salir lo mejor librados de situaciones desagradables; sin embargo, a veces además de difícil, resulta sensato preguntarnos: si no vemos o atendemos a los adictos, ¿éstos no existen?

LOS INVENCIBLES
Recuerdo en muchos fragmentos de mi vida la manera de que algunos amigos, compañeros y conocidos encontraron estimulantes en factores externos que a su juicio, los ayudaron a desinhibirse. Nunca les dieron fuerza, vitalidad ni superpoderes, sólo los condenaron a su consumo y a una enfermedad de por vida.

“La seguridad que me da un cigarro”, “tomo para olvidar”, “me encanta relajarme”, “es para entrar en calor”, entre otras muchas frases que estaban encaminadas a justificar su actuar; lamentablemente, con el tiempo nos damos cuenta de que están de más las palabras, cuando su pretensión era estar bajo los influjos de lo que llega a ser su “mal”.

Si bien no son las espinacas de Popeye, las pastillas de chiquitolina del Chapulín Colorado o bien, la fórmula del super soldado del Capitán América, lo cierto es que la transformación que tanto se narraba en la novela de Robert Louis Stevenson del doctor Jekyll a señor Hyde sucede; es decir, personas que están en una situación controlada, de la nada alteran su conducta y tristemente, la de quien está a su lado.

De un estado de ánimo tolerable y aceptado pasan a una exacerbación en su conducta o bien, a la inconsciencia. En la mayoría de los casos, tal mutación no es una experiencia agradable para nadie.

Qué decir de las consecuencias que a la larga se producen al estar influenciados por su consumo, que no sólo van de las afectaciones inmediatas al cuerpo y/o a la mente, sino las que llegan a provocar la muerte.

A veces los adictos piensan que sólo se lastiman a sí mismos; sin embargo, olvidan que no están solos; que son hijos, hermanos, padres, etcétera, y resulta que los daños colaterales son brutales, ya que también son causa de afectaciones para su entorno y ni hablar de los accidentes que pueden generar. Tan sólo de pensar lo que provocan las personas con adicciones hasta las fatalidades en que se ven envueltos, resulta usualmente una cadena de tragedias; en el entendido, que si ellos supieran los duelos que con el tiempo provocan, por lógica no caerían en ellos. Lastimosamente, el “hubiera” no existe.

Resulta irónico que quien dijo “tomo para darme valor”, con el tiempo pierda el valor para reconocer su enfermedad y alejarse del vicio.

¿Las adicciones se han hecho presentes en tu entorno?

LOS INSERVIBLES
Quienes quedan bajo el influjo de algún consumo es probable que se sientan el alma de la fiesta o bien, el centro de atención de su entorno. Los que presencian su desempeño, probablemente lo toleren hasta en tanto sea de su agrado o no les incomode. No obstante, una vez que les resulte desafortunada su presencia y dispensable, se deslindaran de cualquier vínculo; siempre que esto sea posible.

En el trabajo, mientras la persona haga lo que le corresponda o sea útil, será conservado en su puesto; sin embargo, en casa, el vínculo no es laboral sino afectivo y ahí hay que ver por el adicto.

Sin duda que quienes conviven con el sentirán responsabilidad y culpa; hasta que entiendan que la decisión de la adicción es sólo de quien cae en ella.

Nadie puede ni debe vivir por otro, pero seguro que nos duele ver que quien nos importa, compromete su vida a causa de una adicción.

Las adicciones pueden no ser una enfermedad en su inicio, pero con el tiempo, así resultan, con estragos en la voluntad, la mente y el cuerpo. En la medida que desaparece la libertad de elección, surge la dependencia cada vez más destructiva con consecuencias irreparables.

De recordar anécdotas en círculos de amigos, nos damos cuenta de la gran dificultad que éstos tuvieron para controlar su mal. Lo extrovertido y hasta simpático que se mostraban al principio, al ya verlos enfermos se convierte en deprimente y patético.

A veces pensamos sólo en ellos por su deterioro y desenlace, dejando a un lado la manera en que transforman su entorno. Si queremos sentirnos menos mal, hacemos referencia a lo que ayudamos o bien, dejamos de hacer; sin embargo, ¿realmente sabemos cómo apoyar a un enfermo?

LO INCREÍBLE
En muchas ocasiones me pregunto: ¿cómo es posible que haya tantos puntos de venta de productos adictivos y tan pocos profesiones o escasas instituciones que atiendan a los enfermos y a sus familiares o círculo cercano?

Tal pareciera que en esta sociedad sólo importa el consumo; en la medida que se desarrolle el negocio para los privados se generan más impuestos, no considerando que el sector público o las instituciones altruistas sean las que respondan a las consecuencias

En ese contexto, no faltarán lugares o charlatanes a los que poco importe el tratamiento de los enfermos, en aras del lucro que obtengan. La ética que debiera ser un compromiso en la conducta encuentra su límite en la avaricia de quienes lucran con la esperanza para los familiares.

Soluciones simplistas habrá muchas, desde los que hablan de la eliminación natural hasta quienes buscan acabar con ellos; sin embargo, buscar educar realmente a la sociedad en el consumo de alcohol, drogas y cualquier vicio es lo deseable.

Si realmente entendiéramos los efectos que nos producen y la manera en que podemos percatarnos de las señales tempranas para concientizarlos de la enfermedad, pudiéramos tener resultados distintos.

En la medida que aprendamos como sociedad, que no, nos da clase alguna ni es sofisticado estar con una copa en la mano, consumiendo un cigarro o recibiendo en nuestro cuerpo una droga, que comprendamos de las consecuencias de nuestras acciones al no estar en capacidad de decidir y que valoremos los increíble que es vivir a plenitud sin adicciones, seguramente estaremos ante un mundo mejor.

Desde luego que esto es un escenario ideal, pero hasta en tanto se dé, reconozcamos el valor que tienen los especialistas, las instituciones y las personas que hacen lo que les corresponde en beneficio de sus enfermos; exijamos como ciudadanos las políticas públicas que los consideren, fortalezcan y desarrollen.

¡No perdamos la fe en recuperar a los que se han perdido!

¡Hagamos posible lo imposible y vivamos en una comunidad sin adictos! ¿O LO CONSIDERAS INCREÍBLE?

Posdata: Honrado de recibir el Premio “México en tus Manos”.

 


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