Por: José Ruíz Mercado
Dramaturgo
Decir
Maples Arce es decir estridentismo, poesía, canto a la urbe, al trabajo, a la
electricidad y el telégrafo. Todos felices. El café de Nadie, el mole de
Guajolote. Todos felices. Pero, ni el mole es de Guajolote, sino con guajolote
[es como decir vaso de agua en lugar de vaso con agua, los modismos, usted
sabe], ni Maples Arce se encierra en esto.
Cuando Maples Arce escribió aquel dialogo
entre Hamlet y La Catrina escribió (sin imaginárselo) es análisis antropológico
con la ironía, la picardía del teatrero medio con conocimiento técnico, pero,
la mínima visión de una estética.
Cuanta falta nos hace entrar a bucear las
aportaciones de los hacedores de la cultura, porque de ellos es el reino de la
identidad cultural, y más adelante, de la propuesta generacional, y luego, la
del arte.
Estamos en el mes de la revuelta, el aniversario luctuoso de Cipriano Ricardo Gerónimo Flores Magón (21 de noviembre de 1922 en Leavenworth, Kansen) Nació en Antonio Eloxochitlán, Oaxaca el 16 de septiembre de 1873. Oaxaca, el terruño de Toledo. Flores Magón, el periodista, con sus participaciones en El Demócrata, El Universal, El Hijo del Ahuizote; Regeneración. Flores Magón el dramaturgo.
Estamos en el mes donde nos menciona a José Revueltas,
el analista político, novelista, guionista, narrador, como alguna vez se
escribió, del lado moridor, José Maximiliano Revueltas Sánchez, originario de
Santiago Papasquiaro, el 20 de noviembre de 1914, muere en la Ciudad de México
el 14 de abril de 1976, con obras como El Luto Humano, el hermano menor de
Rosaura Revueltas, actriz, bailarina, escritora; desterrada del reino de las
barras y las estrellas por su participación en el filme La Sal de La Tierra, en
donde la participación de la mujer es particularmente heroica. Los Revueltas
con su música, su pintura. La familia Revueltas.
Estamos en el mes donde un caudillo dictador
es destronado, olvidado de su participación heroica de otra revuelta contra el
ejército invasor. Parecía una solución quitarlo del frente, desterrándolo,
olvidar sus crímenes pasados, así, borrón y cuenta nueva. Pero dejó familia y
otro Díaz a los años asumió el poder junto a la actitud familiar.
Otro viaje y otra esfera. Escribió Alejandro
Ortiz Bullé Goyri, catedrático de la UAM hace unos años: “El arte suele estar
profundamente vinculado con la idea de viajar, y viajar tiene también una
connotación existencial muy precisa, la búsqueda o la pérdida de una identidad.
Se viaja para perderse o para encontrarse a uno mismo”.
Viajamos, le dice La Catrina a ese Hamlet
desorientado, estático, en su mirar hacia sí mismo, a la duda de la vida. A la
negación, a la temporalidad, el ser descarnado sin la esperanza de decidir por
sí mismo, la decisión de ser se encuentra en el otro.
Eduardo Vázquez Martín escribe de esa gran
utopía vivida en México marcada “por la irrupción del espíritu de la Revolución;
que bien podemos imaginar con la fisonomía de aquel ángel que pintó David
Alfaro Siqueiros en el cubo de la escalera del Colegio chico de San Idelfonso
hacia el año de 1923, inspirados en los restos de la helénica victoria de
Samotracia. Aquel Ángel insurrecto tuvo entre sus primeros objetivos la
Academia de San Carlos, lo que propició que un grupo de jóvenes estudiantes se
revelaran contra el academicismo europeizante”.
Y sí, ni modo Maples Arce, una parte de la
juventud toma partido, pasa revista a la catrina, la alburera de los panteones
y leyendas, y la otra parte se aferra a Hamlet, no por edad se participa, lo
contestario, la búsqueda encuentro de las raíces es por afinidad ideológica,
por convicción de vida. Olvidemos ese romanticismo ñoño de los jóvenes y los
viejos, de la generación de antaño y la novedad en el discurso. El individuo
cuando conoce su sociedad, cuando tiene la lectura de su mundo, cuando sabe
donde pisa, corresponde al mundo para proponer el cambio.
Antonio Gómez Hernández, escritor tojolabal
[según cita de Alejandro Ortiz Bullé Goyri] afirma: “Ahora se nos ha hecho la
cabeza de piedra […] la cabeza de muchos de nosotros, los tojolabales se nos
han convertido en piedra ¿A dónde se han ido todas las cosas que dejaron los
antiguos hombres? […] Día tras día estamos olvidando, enterrando y vomitando el
conocimiento de nuestros padres y abuelos… Es por eso que quisimos rescatar las
palabras de los antiguos […] se vertieron en letra para que permanezcan; para
que nosotros, los que somos jóvenes, aquellos que no conocemos la voz de los
antiguos, la escuchemos, y también para que puedan conocerla los que aún no
nacen”.
Conocimiento, sabiduría, participación de
esa visión del mundo universal. La convivencia, la sociedad del conocimiento.
La responsabilidad en el trabajo comunitario más allá del individualismo. Solos
no podemos crecer, lo que crece y nos asfixia es el ego.
Vivimos aún el espíritu de la Revolución. Y
como no si la familia Díaz nos sigue marcando en el despotismo decimonónico imperante
en el Siglo XX. El año de gracia, como se decía en el virreinato, de 1968 marcó
el camino, se desando lo ya andado.
Muchos autores han escrito acerca de este
año, el año en donde el corrido mexicano retoma su fuerza: Año del 68 muy
presente tengo yo, cuando en el valle la milicia irrumpió. Los autores fueron
muchos, la lista larga, amplia, la toma de lista: Miguel Ángel Tenorio, Ignacio
Betancourt, Felipe Galván, Fernando Betancourt, quien, este dieciocho cumple
años.
Ni modo Maples Arce, la Revolución con su
espíritu está presente. Y sí, se me olvida Lola Álvarez Bravo, María Izquierdo,
porque Rosalba está presente, más fuerte que Francisco Villa, porque le dijo al
imperio lo grande de las mujeres.
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