DE MIS
ENSEÑANZAS BÁSICAS
Desde
pequeño siempre fui educado en mi familia en creer en un ser sobrenatural único
al cual, más tarde y ya por convicción, le rindo culto. Para mí es el
responsable de la creación del universo y espero estar algún día con él en su
gloria. Conforme fui creciendo, conviví con otras personas y descubrí que
algunos tenían otras creencias y costumbres no obstante, el común denominador
del trato con ellos siempre fue de absoluto respeto.
Dentro de
las coincidencias que compartimos, era creer en un Dios íntegro que siempre nos
ama, de ahí que una vez que se
estrechaba nuestra relación afectiva, era común despedirnos con un “Dios te
acompañe” o “Ve con Dios”.
EL LIBRE
ALBEDRÍO
Algo que
era interesante de charlar en casa o con los distintos profesores que ayudaron
a mi formación, fue entender lo que era el “Libre Albedrío”, sus alcances y la
responsabilidad al actuar.
En forma
sencilla, comprendí que esta libertad atendía a la facultad que tenemos los
seres humanos de actuar según lo consideramos es decir, la posibilidad de tomar
nuestras propias decisiones atendiendo a nuestros valores, necesidades,
experiencias, orientaciones divinas, aspectos normativos, entre otros.
Conforme fui madurando, consolidé esta visión, de tal manera que sé que cualquier persona tiene la libertad de elegir sobre qué hacer con su vida atendiendo a sus propias circunstancias.
ACCIONES
Y REACCIONES
De lo
aprendido, sé que a cada acción corresponde una reacción y la vida se encargó
de demostrármelo. El ejercicio de
la libertad de elegir o no hacerlo, trae inherente una consecuencia y en la
mayoría de las ocasiones, una responsabilidad.
Es decir,
bastaba saber que tenía que estudiar para tener mayores probabilidades de obtener
una nota positiva o bien, si me esforzaba en un trabajo y atendía a lo que me
solicitaban, era muy posible concretar el resultado deseado.
En ese
sentido, entendí que atender a lo requerido,
poner mi esfuerzo y conocimientos encaminados a ello, hacían posible alcanzar la
meta establecida.
“¡A DIOS ROGANDO Y CON EL MAZO DANDO!”
Este
refrán que atribuyen a San Bernardo lo he escuchado durante toda mi vida, desde
mi familia hasta mis profesores y jefes, siempre han destacado la importancia
de trabajar y esforzarse en obtener lo deseado e invocar apoyo celestial para
más certeza.
De hecho,
es muy común que cuando nos toca
actuar frente a una prueba difícil, muchos de manera consciente o inconsciente,
explayemos una palabra o plegaria divina, con independencia del despliegue de
trabajo y esfuerzo que se requiera.
La misma
vida nos regala momentos especiales en los cuales lo divino y lo terrenal se juntan para buscar un resultado y cuando
este se obtiene, usualmente se agradece.
Es decir
y en palabras de mi mami: ¡Ser agradecido es ser bendecido!
“¡CUANDO TE TOCA, AUNQUE TE QUITES Y CUANDO NO, AUNQUE TE PONGAS!”
De todas las veces que nos
hemos reunido en armonía con seres de nuestra confianza y afines a nuestros
principios y valores para hablar de ese Ser Divino al que nos encomendamos, la
mayor coincidencia que encontramos es que se trata de un Ser Bueno que quiere
lo mejor para nosotros.
Y como tal, soy un convencido que Dios quiere lo mejor
para todos.
De hecho, creo firmemente qué si
hay algo para nosotros, se dará, pero eso no significa que no hagamos nuestro
mayor esfuerzo por conseguirlo.
A menudo expreso que cuando das todo lo que está en tus manos
para lograr un objetivo y no lo obtienes –porque puede que no dependa de ti -,
la satisfacción es lo que te motiva a continuar.
“SI DIOS
QUIERE”
Desafortunadamente, esta
expresión que en si misma tiene un gran contenido y es una muestra de fe, a
menudo se utiliza como una justificación para no alcanzar el objetivo.
De hecho, en una demostración
de una realidad por demás triste, son cada vez más las personas que renuncian a
ser ellas quienes decidan por sí y todo lo dejan a un tercero o a un suceso
externo.
Ese deseo de que “Dios quiera”, está pasando a ser
un paliativo de algunas personas para no comprometerse a buscar en forma real
un resultado.
La mediocridad en las acciones realizadas, la nulidad de compromisos o
la falta de convicciones por alcanzar las metas sólo atienden a una carencia de
interés efectivo de quien lo intenta; no tiene nada que ver con un designio
divino.
ACCIONES REALES POR JUSTIFICACIONES
La Vida no es fácil y tenemos
que prepararnos y comprometernos a vivirla; máxime que hay momentos como los
actuales que requieren mayor esfuerzo y dedicación.
Llenar
de pretextos nuestro camino para no alcanzar los objetivos deseados o buscar
errores de otros para lamentarnos de los malos resultados en nuestro actuar son
falencias humanas que no tienen nada que ver con decisiones celestiales.
¿Qué ganamos comprometiendo a un tercero en los resultados de nuestra
vida?
DIOS TE AMA,
PERO ¿TÚ LO HACES?
Es conveniente reiterar que Dios
quiere lo mejor para nosotros y en cada uno está esforzarse por lograrlo. El éxito radica en buena medida en la seriedad
con que tomemos el compromiso y desde luego que habrá factores que de manera inexplicable
se presenten y puedan sernos útiles, -atendiendo a la fe de cada uno podremos
atribuirles una naturaleza divina -.
¡No hay mejor forma de vivir que hacerlo de acuerdo con nuestras
convicciones y valores!
¡La congruencia y la constancia serán motivación y ejemplo para
nosotros y para quienes nos rodean! ¡Nadie
quiere a una persona mediocre o que no se comprometa, mucho menos debiéramos
quererlo nosotros para nosotros mismos!
En la medida que desterremos
las justificaciones de nuestro actuar por la seriedad con que encaremos los
compromisos seguramente encontraremos los resultados deseados y resultará
obvio: “¡DIOS si quiere, al igual
que nosotros!”
Y TÚ ¿ASUMES EL COMPROMISO DE VIVIR DE ACUERDO CON TU RAZÓN Y CORAZÓN?
Posdata: ¡Felicidades por el
201 Aniversario de la Independencia del Perú!
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