Por: José Ruíz Mercado
Los lenguajes, los estilos, los senderos.
Los tiempos. La fuerza del idioma, elegancia, sutileza, conocimiento.
Abstracción. La literatura, lo lúdico. Existen etapas en donde la poesía es la
madre de las letras, la sociedad llama al canto. Otras se esconde en la
narrativa. Son los tiempos sociales.
La poesía es adentrarse en el sonido,
caminar entre el ritmo del viaje, secretamente en la observancia del todo
discreto. La abstracción presente, el sentimiento del escultor quien va
librando a la piedra lo que le sobra.
Las etapas sociales se reflejan en los estilos,
el ritmo, el acercamiento con otros autores, así, como una hermandad temática.
Las épocas se definen a partir del tratamiento, los autores procrean su estilo.
En el discurso está implícita su visión del mundo.
Iniciamos el acercamiento a la obra de Reyna
Barrera López, sus líneas, su estructura, su mirada contemplativa a partir de
las palabras en ese afán de anudar los lazos comunicantes al amor de los
amantes en entidades de comunión corpórea.
1993 es el año de edición de Material del Olvido a cargo de Mario del Valle, una publicación de 30 páginas. Una edición de 120 gramos, con cartulina de 160 gramos, con grabados de Arturo Nava. Una edición en donde se conjunta el trabajo todo de un equipo creativo.
1993 es el año cuando sale a la luz, 22 de
octubre, para ser exacto, muy en el estilo de Papeles Privados, la editorial de
Mario del Valle, nacido en Xalapa en 1945, editorial distinguida por su calidad
en edición, así, como ya lo señalé, con la connotación de todo un trabajo
creador.
Editar un libro va más allá del normal
cuidado: diseño tipográfico, paginación. La grandeza de un libro es un todo
armónico, como una orquesta en donde cada instrumento jamás pierde su identidad
en el virtuosismo integral.
Material del Olvido se editó para no
olvidarse. Ese certero prólogo de Carlos Illescas de marzo de ese año. Para escribir
un buen prólogo se requiere de contar con todo un conocimiento, ser sensible,
pero al mismo tiempo contar con la frialdad del buen cirujano. Si algo falla,
se desequilibra la fracción de segundo para con el espectador.
Lo complejo de un prólogo radica en darle su
justo medio. Como en una ocasión decía uno de mis maestros, Fernando Carlos
Vevia Romero: “Escribir un prólogo, hablar de una obra, no es como presentar a
dos amigos, la responsabilidad termina ahí, lo demás corre a cuenta de los
presentados. Escribir un prólogo es conocer el antes y después, los posibles
alcances, pero también los antecedentes. Y entonces dependerá de los lectores.”
Aquí tenemos un factor intermedio, pocas
veces mencionado, el editor, pero más allá, el diseñador de portada. El trabajo
en equipo, cada uno en lo suyo, como ya lo dije, toda una orquesta.
Escribió Illescas en ese prólogo: Sus
facultades de saber transformar las cosas merced a la imagen oportuna, saca a
flote momentos de la creación que podrían ser baches en el fluir del discurso
poético (…) nada detiene el pulso de las horas”
La poesía de Reyna Barrera tiene esa
capacidad, una pincelada de luz en donde el oxido se vuelve áureo, en donde el
sol entra sin mencionarse, como un volver atrás interminable.
La tarde jubilosa
se derrama en óxido
por sus flancos
escurre
la dorada luz
La tarde toma su estructura, la propia, la
sobria majestuosa de cien aromas, cien sabores, como una ola inmensa de
nostalgias en donde la pregunta es por febrero entre música y sirenas, entre
tinta y papel.
La poesía de Reyna está plena de matices, no
son colores llanos, son matices de acuarela, son mariposas, orquídeas, selvas,
el alma desbordada de silencios, de estilística que nos remite a los
infrarrealistas, nos lleva a las mejores líneas.
Y luego, en ese febrero, tan especial, nos
lleva a desgranar pensamientos, se adentra en otro discurso, en ese poema 2020
publicado en la antología Versas y Diversas, de la Universidad Autónoma de
Aguascalientes, en diciembre. Con un discurso poético maduro, pleno. Con el
entrar al lenguaje sereno, con plenitud.
La
obra de Reyna nos lleva a comprender el uso del lenguaje con todas sus
sutilezas, su firmeza, sus posibilidades.
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