martes, 4 de mayo de 2021

Los Juegos de Luna

 

Por: José Ruíz Mercado

   Los lenguajes, los estilos, los senderos. Los tiempos. La fuerza del idioma, elegancia, sutileza, conocimiento. Abstracción. La literatura, lo lúdico. Existen etapas en donde la poesía es la madre de las letras, la sociedad llama al canto. Otras se esconde en la narrativa. Son los tiempos sociales.

   La poesía es adentrarse en el sonido, caminar entre el ritmo del viaje, secretamente en la observancia del todo discreto. La abstracción presente, el sentimiento del escultor quien va librando a la piedra lo que le sobra.     

   Las etapas sociales se reflejan en los estilos, el ritmo, el acercamiento con otros autores, así, como una hermandad temática. Las épocas se definen a partir del tratamiento, los autores procrean su estilo. En el discurso está implícita su visión del mundo.

   Iniciamos el acercamiento a la obra de Reyna Barrera López, sus líneas, su estructura, su mirada contemplativa a partir de las palabras en ese afán de anudar los lazos comunicantes al amor de los amantes en entidades de comunión corpórea.  

   1993 es el año de edición de Material del Olvido a cargo de Mario del Valle, una publicación de 30 páginas. Una edición de 120 gramos, con cartulina de 160 gramos, con grabados de Arturo Nava. Una edición en donde se conjunta el trabajo todo de un equipo creativo.

   1993 es el año cuando sale a la luz, 22 de octubre, para ser exacto, muy en el estilo de Papeles Privados, la editorial de Mario del Valle, nacido en Xalapa en 1945, editorial distinguida por su calidad en edición, así, como ya lo señalé, con la connotación de todo un trabajo creador.

   Editar un libro va más allá del normal cuidado: diseño tipográfico, paginación. La grandeza de un libro es un todo armónico, como una orquesta en donde cada instrumento jamás pierde su identidad en el virtuosismo integral.

   Material del Olvido se editó para no olvidarse. Ese certero prólogo de Carlos Illescas de marzo de ese año. Para escribir un buen prólogo se requiere de contar con todo un conocimiento, ser sensible, pero al mismo tiempo contar con la frialdad del buen cirujano. Si algo falla, se desequilibra la fracción de segundo para con el espectador.

   Lo complejo de un prólogo radica en darle su justo medio. Como en una ocasión decía uno de mis maestros, Fernando Carlos Vevia Romero: “Escribir un prólogo, hablar de una obra, no es como presentar a dos amigos, la responsabilidad termina ahí, lo demás corre a cuenta de los presentados. Escribir un prólogo es conocer el antes y después, los posibles alcances, pero también los antecedentes. Y entonces dependerá de los lectores.”

   Aquí tenemos un factor intermedio, pocas veces mencionado, el editor, pero más allá, el diseñador de portada. El trabajo en equipo, cada uno en lo suyo, como ya lo dije, toda una orquesta.

   Escribió Illescas en ese prólogo: Sus facultades de saber transformar las cosas merced a la imagen oportuna, saca a flote momentos de la creación que podrían ser baches en el fluir del discurso poético (…) nada detiene el pulso de las horas”

   La poesía de Reyna Barrera tiene esa capacidad, una pincelada de luz en donde el oxido se vuelve áureo, en donde el sol entra sin mencionarse, como un volver atrás interminable.

                           La tarde jubilosa
                           se derrama en óxido
                           por sus flancos escurre
                           la dorada luz

   La tarde toma su estructura, la propia, la sobria majestuosa de cien aromas, cien sabores, como una ola inmensa de nostalgias en donde la pregunta es por febrero entre música y sirenas, entre tinta y papel.

   La poesía de Reyna está plena de matices, no son colores llanos, son matices de acuarela, son mariposas, orquídeas, selvas, el alma desbordada de silencios, de estilística que nos remite a los infrarrealistas, nos lleva a las mejores líneas.

   Y luego, en ese febrero, tan especial, nos lleva a desgranar pensamientos, se adentra en otro discurso, en ese poema 2020 publicado en la antología Versas y Diversas, de la Universidad Autónoma de Aguascalientes, en diciembre. Con un discurso poético maduro, pleno. Con el entrar al lenguaje sereno, con plenitud.

La obra de Reyna nos lleva a comprender el uso del lenguaje con todas sus sutilezas, su firmeza, sus posibilidades.

 


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