viernes, 13 de marzo de 2020

El Punto Ciego

Por: Psicóloga Gretel Canseco

Todas las sociedades tienen un punto ciego, o mejor dicho muchos. Y son muchos porque son la suma de todos los puntos ciegos de aquellos que las conformamos.
Encontrar los puntos ciegos de la nuestra, es sencillo: piensa en todo lo que no te gusta ver.
Cuando vas por la calle y ves a una persona en situación de calle, ¿hacia dónde volteas?, cuando un niño tragafuego se acerca a pedirte dinero, ¿qué haces? Cuándo un niño que aprendió en casa que se vale gritar y golpear, agrede a otros niños en la escuela, a ¿quién condenas? ¿Piensas que la educación en valores de tus hijos es responsabilidad de la escuela?, qué no es necesario enseñar a tu familia a cuidarse porque eso es responsabilidad del sistema judicial. ¿Qué es lo que crees, que si te corresponde?.

Cuando un niño ha crecido en un ambiente familiar violento, en el que le gritan y lo golpean constantemente, en el que quizá algún familiar abusó sexualmente de él, en donde no se le permitía tomar ninguna decisión ni desarrollar un autoconcepto sano, donde “obedecer” era lo importante, no pensar ni cuestionar, en el que sus padres tomaban o se drogaban, con compañeros que le hacían bullying, donde lo mejor que podía hacer para evitar tanto dolor era “hacerse invisible”, quizá huir (irse a vivir a la calle, que por mala que sea, era menos peor que lo que vivía en casa) o, en muchos casos hacerse igual o más violento que ese medio que lo lastima constantemente.

Si este ambiente agresivo no logra quebrantarlo completamente solo se convertirá quizá en un adulto herido que busque una pareja que replique la violencia a la que está acostumbrado, aquello que sabe manejar perfectamente. Pleitos constantes con el cónyuge, descargas de frustración con los hijos (porque así me criaron a mí y yo salí “bien”), si tiene un subalternos en el trabajo, va a ser el jefe gritón y malhumorado que no tiene empatía con nadie, que manda pero no sabe liderar un equipo de trabajo. Si no es el jefe entonces va a vivir frustrado porque tiene que seguir obedeciendo sin que lo tomen en cuenta y sin derecho a opinar (igual que aprendió a hacerlo de niño). En los casos más graves serán quizá delincuentes que tomen revancha del medio que los ha rechazado desde siempre, quitándole algo a quien perciben como el opresor, quizá violadores que aprendieron que la única manera válida de recibir contacto humano era esa, quizá torturadores o asesinos que tienen tanta rabia contenida que solo encuentran esta válvula de escape.

Quizá pienses que exagero. Te contaré algo: uno de mis primeros pacientes cuando estudiaba en la facultad, dentro de un proyecto de “Prevención y tratamiento del maltrato infantil y la negligencia” fue un niño de 4 años. Lo llevaron porque violaba a otro niño de la misma edad. La señora que lo llevó conmigo me contó que salió de vacaciones dos semanas y cuando regresó, la muchacha que la apoyaba con la limpieza de su casa había dejado abandonado ahí a su hijo. No sabía cuántos días había estado solo el niño ahí. Lo encontró comiéndose la basura. Seguramente eran cosas que el niño hacía por costumbre cuando tenía hambre, ya que cuando la señora fue a buscar a la chica a su casa, los vecinos le contaron que frecuentemente dejaba varios días al niño solo y encerrado. Cuando llegaba, lo hacía alcoholizada o drogada, frecuentemente con hombres que después de tener sexo con ella lo hacían con el pequeño. A veces los vecinos le pasaban por el vidrio roto de la puerta algo de comer al niño. La señora no encontró nunca a la madre, empezó a hacer los trámites legales para la adopción y empezó a cuidarlo junto con su nieto de la misma edad. El nietecito empezó a quejarse de dolor al hacer del baño y encontraron sangre en su ropa interior, al preguntarle les dijo que había sido el otro niño quien introducía sus dedos mientras los bañaban juntos. No era esta la única conducta disruptiva, cuando alguien llegaba de la calle el niño revisaba las suelas de los zapatos y se comía los chicles pegados. Sacaba de la basura cáscaras de frutas y verduras o restos de comida cuando tenía hambre. Se comía las hormigas y las cucarachas. No tenía control de esfínteres adecuado. Cuando alguien lo quería abrazar o hacerle algún gesto cariñoso mordía (tenía múltiples cicatrices de mordidas y de quemaduras de cigarro en todo su cuerpecito). No hablaba bien y gruñía. Empezamos el tratamiento de estas conductas, el avance, como era de esperarse, era muy lento. La señora se desesperó y lo entregó al DIF.

¿Te imaginas cómo crecería esta criatura? Seguramente no de una manera funcional, quizá siguió violando y mordiendo a otros niños en los albergues quienes, a su vez, tuvieron secuelas por estas agresiones. Seguramente fue víctima de más violencia por otros niños y por los adultos que los cuidaban.
Como sociedad ¿qué harías? ¿Lo reinicias? No se puede, hay secuelas emocionales que se quedan para toda la vida. ¿Lo encierras o lo amarras para que no lo haga de nuevo? Qué triste vida la de un pequeño que desde que nació solo ha sido víctima de segregación y dolor y que no aprendió nunca a vincularse de una manera sana y amorosa. ¿Lo castramos o lo matamos como veo que piden a gritos para los violadores? ¿Hasta qué edad lo dejamos vivir para luego matarlo?

En nuestro país, de acuerdo con un estudio del Consejo Ciudadano de la CdMx, los principales agresores sexuales de los niños son familiares, luego maestros y después sacerdotes: en 30 por ciento abuelos o padrastros; 13 por ciento, tíos; 11 por ciento, padres biológicos; 10, primos; 8, vecinos; 7, maestros, y 3 por ciento, hermanos (esto tomado de los casos que si fueron denunciados y como todos sabemos, hay muchos casos que, por múltiples razones, se callan). Así que, tomando en cuenta esta información, ¿a cuántos familiares nuestros nos toca castrar o matar también?

¿Cuántas generaciones calculas que sería necesario matar para poder hacer un “reset” de nuestra sociedad? ¿Pedimos por favor que nos llegue otro diluvio? Porque todos somos corresponsables de una u otra manera. Vivimos “humanizando” animales porque no queremos vivir con personas. Defendemos los derechos de los animales y los educamos con un golpecito de un periódico en el hocico mientras golpeamos con la chancla o el cinturón a nuestros hijos. Nos dormimos con el perro o el gato en nuestra cama mientras mandamos al niño con miedo a su cama porque ya está grande y tiene que aprender a no sentir miedo. Y así, una larga lista de culpas que confesamos los domingos y recargamos entre semana para tener qué confesar el siguiente domingo (y que, aparte, nos llenamos de pretextos para no asumirlas, trabajamos mucho, estamos cansados, estresados, no hay tiempo para platicar, convivir, jugar, educar, etc). Vemos únicamente dos opciones, agredir a los niños y ser restrictivos o ser permisivos y dejarlos hacer lo que quieran. En el punto medio está el educarlos, es decir, buscar el equilibrio.

Tú, qué estás leyendo esto, ¿has sido acosador o acosado alguna vez?, ¿observador pasivo, tal vez?, ¿le has enseñado a tus hijos que tienen que obedecer a sus mayores sin cuestionar ni protestar (pésimo que enseñemos a nuestros hijos a ser borregos y no a emprender y proponer sistemas nuevos siendo que los que hay, obviamente, no han funcionado)?, ¿hablas de sexualidad con ellos y les explicas claramente lo que se permite y lo que no?, ¿les has creído cuando te contaron que alguien los había tocado de forma incorrecta?, ¿has respetado sus límites cuando ellos dicen “no”?

La realidad no es ver todo en blanco y negro, hay una gran gama de grises. En la medida en la que asumamos lo que nos corresponde y actuemos en consecuencia, empezaremos a ver cambios en nuestro entorno. Más allá de polarizar, de otorgar cualidades por pertenecer a uno u otro género, eduquemos en el respeto a las diferencias individuales. Enseñemos y practiquemos el llegar a acuerdos funcionales para todos. Trabajar en equipo es básico, aprendamos a hacerlo. Ser propositivos en lugar de demandantes.

Como tarea para reflexionar preguntémonos ¿quién educó a l@s violador@s?

Gretel Canseco
Psicoterapeuta y Terapeuta en Flores de Bach
Whatsapp
(33) 38460531

7 comentarios:

  1. Exelente exposición, Dra. Gretel.Felicidades

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    1. Muchas gracias por su comentario, ojalá nos pudiera compartir su opinión acerca del tema. saludos!!

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  2. Un texto muy interesante quentebdeja pensando sin duda.

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    1. Muchas gracias Andrea, nos encantaría saber lo que piensas acerca del tema, ojalá nos lo puedas compartir.

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  3. Gracias por redactar algo tan importante para reflexionar en toda la sociedad.

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  4. Gracias por tomarse el tiempo de comentarnos, nos gustaría saber su experiencia y lo que opina acerca del tema. Saludos

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