domingo, 15 de marzo de 2020

El Libro


Autor: Victoria Falcón Aguila 
Capitulo I 
Cambio de Look

     Se acercó discretamente a la ventana para abrir la cortina con la intención de averiguar 
si la camioneta negra, aún seguía frente a su domicilio.
            
Tres días antes habían comenzado a seguirla; el mismo día en que acudió al salón de 
 belleza para hacerse un cambio de imagen. 
A la salida del salón una camioneta se le emparejó con el pretexto de preguntarle sobre un domicilio; no otorgó respuesta apurando el rumbo a su casa.

Sin soltar el libro metió la llave en la cerradura. Las piernas le temblaban cuando cerró la puerta, como pudo llegó al sofá y se tumbó en él a punto del desmayo. Todo le daba vueltas, (estaba mareada  no sabía si por el peróxido usado en el tinte o por verse frente a esos tipos). 
Prendió el televisor para ver si en las noticias hablaban algo del asunto; puso todos los canales y nada. La ciudad estaba tranquila pareciera como si nadie se hubiese enterado de lo ocurrido.

Fue a la cocina por un vaso de agua, -lo necesitaba-. Al pasar por un espejo miró su reflejo detenidamente: su rubia y larga cabellera había desaparecido para darle paso a una corta melena negra, sus labios estaban más gruesos debido al colágeno inyectado  y los ojos azul celeste, se ocultaban tras los lentes de contacto color café.
Se sirvió agua del grifo la misma que de inmediato arrojó por la tubería, le supo a metal, sería por el mal rato pasado, así que abandonó el vaso y se retiró a su recamara.

--En el doble fondo del armario estará seguro. -Respiró más aliviada y guardó el libro, disponiéndose a dormir.


Durante los días siguientes los tipos en la camioneta estuvieron vigilándola. Ella optó por salir solo al estanquillo de la esquina por el periódico; para ver si hablaban  del accidente y efectivamente, al tercer día salió una esquela y varias notas que hablaban del millonario que murió al volcar su auto en curva peligrosa.
No podía llamar a nadie, sabía bien que después de lo sucedido, era mejor pasar por muerta.

Pasó una semana y los hombres de la camioneta seguían afuera en la calle sin embargo, le era necesario salir pues debía entrevistarse con la persona interesada en el libro ¡debía burlarlos!

Se vistió con una camiseta, jeans y zapatillas deportivas, en seguida llamó un taxi, pero no le dio su domicilio sino el de un vecino cuyo departamento quedaba justo detrás del suyo.
Salió al patio de servicio, subió la escalera que daba acceso a la azotea y casi a gatas se deslizó hasta la terraza del vecino: tocó la puerta de acceso hasta que le abrieron. Al vecino no le sorprendió este hecho pues la chica en más de una ocasión le había pedido el favor de pasar a su departamento pretextando haber olvidado sus llaves;  le dio acceso sin hacer ninguna pregunta.

Cuando salió a la calle el taxi ya la esperaba. Le indicó al chofer la llevara a la estación del tren. En silencio recorrieron todo el trayecto; de vez en vez volteaba para asegurarse que nadie los seguía, (le parecía demasiado fácil la manera en que burló la vigilancia).

Después de media hora llegaron a su destino; respirando profundamente se alisó el pelo, pagó y se bajó del auto. Con paso firme entró al edificio dirigiéndose a la taquilla, compró un boleto y aguardó en la sala de espera.

Diez minutos después anunciaban su salida… Subió más confiada dirigiéndose a su camarote. Al cerrar se vio reflejada en un espejo colocado en la puerta. Se sintió bien con su nueva apariencia, pensó que el color negro le sentaba mejor a su piel. Se alisó el cabello una y otra vez, (eso era para ella como un ritual, más que una manía), cuando se sentía nerviosa se acomodaba el pelo luego entonces, respiraba profundo y regresaba la calma.

Estaba tan absorta mirándose al espejo, que casi cae victima de un infarto cuando la puerta se abrió súbitamente para dejar pasar a los hombres de la camioneta negra quienes sarcásticos le dijeron: "si hubiéramos sabido que venía, la habríamos traído".

Los hombres la empujaron bruscamente; el más alto la tomó del brazo obligándola a sentarse, el otro tomó asiento a su lado.

Durante dos horas viajaron los tres sin pronunciar palabra. Estaba nerviosa, (no dejaba de alisarse el pelo), lo único que la tranquilizaba era no traer consigo el libro.
continuará...

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