martes, 4 de octubre de 2022

Critica y Construcción Categórica

 

Por: José Ruíz Mercado

   Cuando una obra llega a llamar la atención de los críticos es para lucirse. Se está a la mitad del camino. Cuando la obra completa de un autor permite la revisión teórica dicho autor tiene la posibilidad de trascender, es el inicio del camino a la esfera del arte. Pero, cuando se revela como parte de un grupo de grandes y, da la posibilidad de un estudio comparativo, el asunto va en grande.

   Si bien, cuando se toma como oficio la escritura, en lo último por pensarse es el llegar a este punto. A lo más se vuelve la imaginación hacia un autor, de quien, por lo regular, poco se sabe de su obra.

   Luego viene la etapa crítica, el deseo de publicar todo, así, sin revisión, sin lecturas, eres mejor que el autor al cual quisiste tomar de modelo sin leerlo. Si te topaste con un editor “independiente” y tienes unos centavos extras, le envías tu trabajo, te pide unos centavos, y se hace acompañar de grandes elogios. De no tener dinero, solicitas, con el amigo del amigo, la posibilidad de una publicación del Estado.

   La respuesta del Estado Mexicano posterior a 1968 fue la de ejercer programas dirigidos a los jóvenes, de alguna manera, el régimen presidencialista tenía por cubrir los errores del pasado reciente, una máscara distinta diferente a las prohibiciones ejercidas.  

   Todo debería estar dirigido a la juventud. Las becas, los reconocimientos. El Estado ganaba por partida doble. Se mantenía un control, al mismo tiempo, la posibilidad de tener feliz a un sector de la población. Entre los jurados alguna vez se escuchó: Los premios entre los más jóvenes tendrán la consecuencia de que, después de la fiesta, ya no sabrán a donde ir. En el futuro un competidor menos.

   Con el tiempo se hizo costumbre. Todo dirigido a los jóvenes. Becas, opera prima, premios; para los autores con edad de madurez, nada. De pronto alguien comenta. Ese ya está muy viejo, se va a morir pronto. Entonces viene una medalla.

   Los presupuestos del Estado destinados a la cultura tienen esta visión. Buena, sin duda, el país que descuida a su juventud es un país sin posibilidades de crecimiento. Cuando se siembra una planta los cuidados cambian con el tiempo. Y esto no lo ha entendido.

   A inicios del periodo de la Revolución, los cambios políticos vinieron a generar diferentes modelos. Con ello nacieron los grupos de avanzada, pero también, personajes con una visión neo porfirista; no podía ser de otra manera, la visión del positivismo juarista estaba cerca, avalaba la burguesía criolla.

   Diferentes personajes poblaron la escena intelectual mexicana. Desde la más radical izquierda, hasta la derecha. La cualidad fue, que ambas leían. Las discusiones, por lo tanto, eran de altura. Hasta los años setenta este interés se vio. Después se perdió.

   Las universidades fueron centros de investigación. Varias revistas universitarias fueron ejemplo de propuestas, muchas de ellas continúan vigentes, verdaderos objetos de estudio. Los personajes de la inteligencia mexicana formaron su visión del mundo.

   Algo sucedió a la mitad del camino. Se dejó de mirar a los grandes maestros. El aplauso a los nuevos. Se hizo mofa de quien pretendía revisar la obra, las bases, sus fundamentos. Se pensó en el trabajo como una terapia ocupacional, la cura a la locura (las teorías psicoanalíticas, para este tiempo habían descartado la teoría de la locura). Se habló del estado cuasi sicótico del autor para llegar a estados creativos.

   La tarea del crítico fue cuestionada. Se pensó en un trabajo de frustrados, no como una tarea de reflexión teórica. Prohibido pensar ¿Para quién es la obra? Cada vez más alejado de un público más allá de los amigos. Pero, también, de las bondades del Estado. La edad.

   El trabajo de la crítica lleva a una construcción teórica, a construir paradigmas, a ofrecer el lugar a obra, a autor. Empieza el camino. La dicha cuando una obra cumple diez años y continúa revisándose, y un crítico ofrece esa construcción.  


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