martes, 19 de julio de 2022

Autoras

Por: José Ruíz Mercado
Dramaturgo

   Las pasiones por la literatura llegan a temprana edad. Las lecturas son lo primero, luego vienen los balbuceos, la pretendida ilusión de abrir los mundos extraños. Escribo porque amo las letras, llegó a decir Amalia Guerra (¿Acaso fue Matilde Pons, Hilda Morán del Castillo…?) Amo las letras.

   Toda vocación nace en los momentos menos predecibles de nuestra vida. Algo está, se da, viene la indecisión, luego se confirma. Cuna hace historia. Frase repetida una y otra vez, afirmada en el diario acontecer.

   Leo la biografía de un autor (cuando digo autor hablo de un personaje quien ha decidido hacer de su vida un camino por la literatura) En algún momento de su vida se topó con la lectura. Siempre tuvo un estímulo (positivo o no, pero un estímulo).

   Lo más interesante en la biografía de un autor no es como decidió entrar a la literatura en lugar de, digamos, ese cualquier otra cosa. No digo la cocina, porque existe una característica en porcentaje mayor con la cocina. La mayoría se acerca a una vianda excelsa en donde el color y el buen vino está presente.

   En esto de la comida los hay que incluso escriben sobre Los Placeres de la Lengua, y visten su acervo en mencionar el gran ritual del buen cocinero, quien debe tener las cualidades del químico (por eso de las mezclas), del pintor (por la decoración), por el gusto mismo.

   ¿Recuerda amable lector los sonetos de Alfonso Reyes? Y ya que hablamos de ese lenguaje juguetón con los Placeres de la Lengua, ese libro de Dante Medina, radicado, posiblemente por algunos años, en Andalucía.

   Por hoy deseo hablar de dos autoras que tienen alguna coincidencia en Julio. Y quise mencionar a Dante, porque, una de ellas, recibió el Premio Jalisco el año de 2001, el mismo junto con Dante Medina.

   Amalia Guerra, narradora al cien, nace en El Mineral de Tlalpujahua, Michoacán un 25 de septiembre de 1916. Fallece en el 2014, un 7 de julio de 2014, en Guadalajara.  Los personajes de su obra nos remiten a las tradiciones populares, a ese gusto por la convivencia étnica.

   Su estilo lleno de nostalgias, porque nuestro pueblo nació en la nostalgia provocada por la frontera de las injusticias. Nacimos rebasando fronteras como si eso fuera la meta (¿Alguien recuerda el comercial de una cervecera decir rebasando fronteras, o la otra (irónicamente en la Calzada Independencia), la de Guadalajara?

   “De noche, un Juancho diferente tomó el autobús para su pueblo. Las muertes de mentira se habían quedado en el mercado, pero traía otras en el corazón, aquellas que ni se venden, ni se compran” Los contrastes se ven, sienten, se huelen.

   Narrativa impactante. Sin medianías. De un realismo contundente. Irónico. En La Cobranza de Judith Colmenero escribe un retrato de la violencia, de la incertidumbre de truncar con ésta a partir de la violencia. Pareciera ser un cuento siglo XXI. La Cobranza… escrita a finales del Siglo pasado, editado por Editorial Ágata en 1998 retoma parte de los pasajes bíblicos. Así entra en otros universos.

   Amalia Guerra no intentó descubrir. Entró de lleno en el habla cotidiana. No entró en lo urbano. Utilizó esa visión limpia, clara, irónica de las poblaciones campiranas. Eso la hizo auténtica. Jamás olvidó sus raíces.

   Hay quien diga que Amalia utilizó el realismo mágico. Ese concepto tan traído desde que no supieron como encajonar bajo la lógica positivista los conceptos de una estética en donde el aquí y ahora está presente. El pensamiento cartesiano llevado a los limites einstenianos (o mejor aún: el cerca y el junto náhuatl) Amalia entró en esa peculiar estructura lingüística de los pueblos.  

   Las obras de Amalia son: El Vuelo (Editorial DBA) Las Ataduras (Editorial Katún) La Fiesta (con portada de Toni Guerra, Editorial Ágata) Retorno al Eco (Editorial UdG) Asistió a los talleres de Elías Nandino, Arturo Rivas Sainz, Ernesto Flores y Agustín Monsreal.

   Las pasiones por la literatura inician a temprana edad y se concretan a través de la lectura, de la posibilidad de jugar con el lenguaje. Se me antoja iniciar con Matilde por la novela publicada en 1998: Sólo Para Intelectuales, por la UdG. Pero la dejo para el final.

   Matilde Pons, al igual que Amalia Guerra, pasaron por el taller de Arturo Rivas Sainz (un día de estos entraré a esa parte de la historia de la literatura, de las enseñanzas de Rivas Sainz. Xavier Garabito estuvo un rato por esos rumbos), de Agustín Monsrreal, quien, en la segunda de forros del libro citado escribe de la ironía y profundidad de sus personajes.  

   Originaria de Guanajuato, nació el once de julio de 1936. L mes siete del año nos acerca a un espacio. A una lógica temporal fundamentada en la numeralia. Siete y nueve; es decir, julio y septiembre. Una relación simbólica.

   Matilde publica en la revista El Cuento. Una de esas publicaciones cuyo valor radica el poder convivir con los mejores. La grandeza de saberse parte de quien propone dice, proclama lo excelso como sustancia. Existen espacios con estas cualidades. Y El Cuento, como Sábado en el periodo de Huberto Bátiz formó parte de esa esencia.

   Agonía en Rojo se publica en noviembre de 1993 por Editorial Ágata. Con un manejo del lenguaje que nos permite entrar a senderos diversos. Historia, novela, porque al final, entre ambas estructuras se identifican como si fuera una.

   Es posible (más no necesario) conocer algunos pormenores vividos, estructurados, reconocer personajes para entrar a ese mundo, el otro, el generado en la conciencia del autor para la hermandad del lector.

   En el cuento que abre Sólo Para Intelectuales, la ironía está presente. Habla de personajes de la comunidad, del acercamiento a esa pléyade de quien todo lo sabe, y luego, nos da el tic de a quien se refiere al mencionar una revista. Ironía, si, crítica ingeniosa.

   Siempre nos topamos con eso que uno quisiera escribir. Matilde cierra el libro con un cuento en donde la música, los músicos, están presentes. Y juega con situación, temática, los acordes presentes. El recorrer el tiempo en varios tonos. Y uno busca el encore, la postura. La grandeza de esa música.

   “El trino de un pájaro rompe el silencio con su primera nota. De un salto, Nicole se acerca a la ventana. Si pudiera palpar el mundo de la sonoridad. Y el solo atrevido se entreteje por entre la llameante metáfora de su cabellera”

   Amor en Cuatro Tiempos es ese cuento, ese trinar, esa metáfora acuarelística del pelo.  


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