LO QUE BIEN SE APRENDE
Desde
pequeño, con palabras y hechos me enseñaron en casa que la honestidad es un
atributo personal cuyo valor moral atiende a entablar relaciones
interpersonales basadas en la confianza, probidad, sinceridad y respeto mutuo.
Quien demuestra tal
cualidad, no sólo honra su origen sino a la decencia, el pudor, la dignidad, la
sinceridad, la justicia, la rectitud, la honradez y la congruencia en su forma
de ser y actuar.
Siempre será un motivo
de alegría conocer a una persona que se conduzca de manera honesta y exhiba en
sus acciones a una persona equilibrada en sus valores e intereses apegado a un
actuar recto, probo y honrado.
Sin duda que es un privilegio compartir con alguien cuyo código de vida sea congruente con sus manifestaciones sociales como íntimas. ¿Conoces a alguien así? ¿Tú lo eres?
EL REFLEJO DE TU CUNA
Es
curioso, pero en nuestro actuar diario no nos percatamos que en nuestras
acciones y a través de nuestros dichos, no sólo proyectamos quienes somos sino los
orígenes con quienes nos formaron.
Al
mostrar educación, cortesía, decencia, respeto hasta, vulgaridad, grosería, irreverencia
y mezquindad, la gente a nuestro alrededor tiene los elementos necesarios para
analizar nuestro comportamiento y afortunada o desafortunadamente, reconocer los
esfuerzos de quienes han estado desde nuestra niñez.
“Por
sus frutos los conocerás” y sin duda alguna, somos el producto de los esfuerzos
de las personas que nos han acompañado; en especial, de nuestros padres. En
nosotros está honrarlos con el trato que mostremos por nosotros y los demás.
Si
hay algo que es constante y trasciende en el día a día, es la manera en que
fuimos educados es decir, el resultado de las enseñanzas que recibimos,
asimilamos, adaptamos y exhibimos.
En su oportunidad, las personas que crecieron con nuestra influencia, en especial, nuestros hijos, serán los embajadores de lo observado en casa. ¿Estás consciente de este compromiso?
LO DELEZNABLE DE LOS
VITUPERIOS
Es
práctica común que las personas que se sienten incómodas, ofendidas o superiores
al resto, se ocupen de señalar con calificativos o señalamientos a otros; lo
hacen sin mayores fundamentos o partiendo de rumores o simples especulaciones.
Con ello, buscan censurar, denostar o desaprobar con firmeza a quien no actúa
como ellos así lo esperan.
Curiosamente,
este tipo de acciones, con independencia de la incomodidad que lleguen a causar
en los receptores de tales acciones, lejos de exhibirlos, muestran la calidad
de persona de quien los profesa y por consecuencia, una afectación a su imagen con
el deterioro de su credibilidad ante sus escuchas.
Si
yo acuso a alguien de una actitud deshonesta o deshonrosa por el sólo hecho de
hacerlo, lo único que muestro es que yo soy quien se aparta del honor y la
honestidad, convirtiéndome en el principal saboteador de los valores que me
fueron inculcados.
Ante
ello, resulta lógico pensar, ¿realmente
es necesario lastimar con nuestras palabras a quienes están fuera de nuestro
alcance o actúan distinto a nuestras expectativas?
LOS AUTO CALIFICATIVOS
Es
costumbre que entre servidores públicos y figuras políticas escuchemos que
ellos destaquen de entre sus cualidades: “la veracidad”, “la honorabilidad” y
en especial, la “honestidad”, de última en su patrimonio y acciones,
principalmente. De ahí que es un hábito declarar una guerra a quienes a su
juicio sean corruptos sin que necesariamente existan las medidas judiciales que
así los sentencien. A manera de campaña,
repiten tanto ser honestos que lejos de hacerlo una forma de vida, sólo se
convierte en su lema vacío y carente de realidad.
Basta
tener en cuenta que para muchos el hecho de expresar una idea en forma
constante, sin importar su veracidad, puede crear una presunción de certeza en
una comunidad. Lastimosamente, en la mayoría de los casos resulta una absoluta
contradicción la suma de sus dichos con sus hechos.
Si bien no estamos en campaña, ¿manifiestas tu honestidad en tu actuar?
¡SOY
LO QUE SOY!
A
mayor abundamiento, quien es honesto no necesita llamarse así a cada
minuto o en cada oportunidad, lo muestra con su esfuerzo, su trabajo, su
palabra y sus acciones.
Una
persona virtuosa muestra sus cualidades día a día y con ello, la dignidad en su
vivir.
Difícil
es pensar en la honradez de alguien que por su esfuerzo y trabajo no busca generar
recursos suficientes para sí y para quienes están a su lado en forma ética y de
acuerdo con las mínimas normas sociales de convivencia.
Pretender
ser honesto y vivir de caridades exhibe a una persona que no tiene valor por sí
y que está en vías de convertirse en improductivo para su comunidad.
¿Qué aspiración de valor puede tener una persona
cuyo trabajo es vivir del esfuerzo y generosidad de otros?
VIVIR
CON HONORES
Por lo general, al
recordar nuestra infancia encontramos momentos plagados de emociones con
nuestros padres y familiares.
Era tan sencillo
sentir el amor, que sobraban las maneras de manifestarlo.
Si de algo nos
nutrimos en muchos momentos de nuestro desarrollo era de afectos por parte de
quienes nos rodeaban e incluso, palabras y caricias que nos motivaban a actuar
positivamente.
En tal ambiente y con
su testimonio y ejemplos, crecimos y aprendimos lo más importante: sus
principios y valores.
Conforme maduramos,
comprendimos su importancia y los hicimos nuestros.
Es probable que con el
tiempo y las circunstancias, algunos de ellos hayan sido limitados, modificados
o fortalecidos, ¡pero sus bases siguen
en nosotros!
Podremos tener una
calificación perfecta, ya sea con número o letra, en nuestra etapa académica,
pero sabemos que una palabra de amor acompañada de un abrazo, beso, caricia o apapacho
es una recompensa inigualable.
Si crecimos con los
mejores maestros, con las enseñanzas más adecuadas y en las condiciones óptimas,
¿por qué cambiamos? Si los valores nos hicieron personas de bien,
¿por qué cambiamos con la seducción
de ser distintos?
SIMPLEMENTE ¡SOY EL
QUE SOY!
En
un mundo tan complejo y extraño, en el que las personas de valor parecieran ser
una especie en peligro de extinción y los oportunistas se incrementan ante la
ausencia de ciudadanos comprometidos, se hace necesario que resurjan personas
bien intencionadas con principios sólidos y valores empáticos con el bien
común.
En
nuestras raíces esta la respuesta a los problemas que enfrentamos; basta
recordar los esfuerzos de nuestros padres por darnos la mejor vida que podían y
las mil y una batallas que libraron para que nosotros fuéramos la mejor versión
de nosotros.
Quizás
nuestras realidades no alcanzaron a sus metas, pero seguro que con su ejemplo
recordamos las virtudes que consolidaron nuestra esencia ante su ausencia.
No
conozco a nadie que engendre a su hijo con una ilusión distinta a hacerlo feliz,
siendo el mejor hombre o mujer posible.
Es
tal la fortaleza de sus convicciones que por más fuertes que sean nuestras
caídas, siempre tendrán la esperanza de que nos levantaremos para seguir
adelante.
En
ese sentido, si ellos nos han dado todo, ¿por qué no continuar con sus
enseñanzas?
¿Qué padre pretendería dar a su hijo lecciones que
atenten a su dignidad?
Es momento de actuar y si bien, las películas de ciencia ficción nos los muestran como la última esperanza de la humanidad ¡No necesitamos héroes con capas! ¡Necesitamos ser la persona de amor que fuimos concebidas en el seno de nuestras familias y actuar en consecuencia! Es tiempo de actuar y dejar que otros sepan que somos las personas de valor que nuestros padres desearon. ¿Estás dispuesto a continuar el legado familiar de principios y valores?
Posdata:Agradezco a la Gubernatura Indígena del Estado de Hidalgo haberme otorgado un Reconocimiento Internacional en el marco del “TOLTEQUINOX 2022” el pasado 21 de marzo.
Twitter: @22Publica
Linkedin: Correduría Pública 22
Importante: Síguenos “EN TUS
PROPIAS PALABRAS” todos los miércoles de 16 a 18 horas a través de www.wowmx.tv o www.astl.tv
… ¡Te esperamos en su 9º Temporada!
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