León
Portilla, el maestro de la lengua, de la cultura de los pueblos origen, nos
llevó a reconocernos en nuestro pasado futuro inmediato. A la importancia de
los estudios de la cultura de los pueblos originarios. A la Mesoamérica viva.
Nos enseñó a estudiar los procesos lingüísticos
porque ahí está el corazón latiente de la cultura, ahí se dan los cambios de
conducta, la trasformación de la visión del mundo. En la lengua está la
sensibilidad de la comunicación.
Cambia la orientación, cambia la historia de
los pueblos. La conquista se hace a partir de cambiar las palabras porque con
estas trastocan las costumbres. Una lengua que no se habla es una lengua muerta,
escribió alguna vez León Portilla, y pueblo sin lengua propia es un pueblo sin
historia.
Estamos a punto de perdernos. De naufragar
en el océano del lenguaje. Encerrarnos en la falsedad de los tiempos. Si bien,
entendemos la trasformación de este al comprender la dialéctica social, la
apertura al mundo propia de la abstracción lingüística, también debemos
reconocer la ideologización en la cual hemos caído. Los dogmas ideológicos
cierran la lucidez del pensamiento.
Conflicto extremo esto del lenguaje. Colonización a partir de la dependencia económica, pero también de la dependencia tecnológica, de la ausencia en el saber, la falta de ética (creemos que todo apareció con nosotros), somos el centro cuando en realidad somos la periferia.
El lenguaje no es estático. Cambia a partir
de la conflictiva de los grupos. Los hegemónicos pretenden imponer su punto de
vista a partir de pretender imponer su habla bajo los criterios del buen decir;
los subalternos, a nombre de la libertad hacen lo propio. Al final, por no sustentar
lo dicho, se justifican acorde a lo ideológico: moral, religioso, sexual y
hasta edad cronológica. Con el tiempo se diluye por ausencia legitima. Ni los
puristas, ni los vanguardistas llegan a sostener lo estático o lo radical.
En un momento Carlos Vevia Romero escribió
acerca de la necesidad de los estudios de la sociología, de la antropología de
la cultura; de revisar el habla, no sólo la cotidiana, sino además de los
autores. Sociólogos es lo que necesitamos, decía, escribía. La necesidad de estudiosos
que entren a fondo en el conflicto.
María del Rosario Heras Poncela publica El
Habla Culta de la Zona Metropolitana de Guadalajara, el año de 1999, por la Universidad
de Guadalajara. Cabría revisar a la fecha, los cambios encontrados después del
tiempo trascurrido. Un estudio a fondo, necesario para el análisis del habla.
Conflicto extremo esto del lenguaje se daría
en la medida que nos interesamos por saber quiénes somos sin la necesidad de
aparentar. Comprender como hablamos, que decimos, sin anteponer nuestro
criterio.
La riqueza lingüística del país es tan
amplia y diversa como zonas en la República. Las discusiones por el supuesto
buen decir, o los conflictos surgidos a partir del discurso sexista, la mayoría
de las veces son más, producto del desconocimiento que otra cosa. Las frases
hechas, las imposiciones antes que el razonamiento. Vivimos una crisis, la
cual, no hemos podido (¿querido?) entender.
Vayamos a la antropología de la lengua. Desde
la conflictiva de ¿Qué idioma hablamos? Las variables del lenguaje nos ubican
en un habla llena de arabismos antes que castellanismos. Eso sólo para iniciar,
para continuar con las raíces náhuatl. De otra forma por qué decimos ojalá y
nos encanta el jitomate, sólo por un ejemplo.
Los juegos responden a una cultura, una
manera específica de ver el mundo. El año de 2018 Francisco Almada Leyva
publica un libro con adivinanzas yoremes. No puede haber mayor fuerza que el
manejo de la adivinanza. Ahí se refleja la estructura mental del hablante. Lo
dicho anteriormente acerca de la abstracción del lenguaje.
Queda la duda, comenta Francisco Almada, si
la veracidad de la traducción está presente de su original significado. Y sí,
siempre queda la duda, de ahí la importancia del traductor, de cómo el
significado concuerde con la idea original.
Los estudios aún vigentes de Ferdinand
D’Saussare acerca del significado y el significante, de ese discurso oculto, de
esa relación entre el emisor y el receptor (la complicidad necesaria) Queda la
duda de la verosimilitud entre lo dicho y lo escuchado.
Francisco Almada Leyva nos provoca al
realizar este estudio del mayo, la lengua yoreme, el canto de la tierra del
venado. Como él lo comenta, aún no se ha creado un alfabeto ideal para
escribirlo, aún es temprano para hablar de ello.
Almada estudia los significados profundos de
las adivinanzas del mayo; Isabel Juárez Espinoza lo hace con el teatro y los
cuentos Tzeltales. Ella dice acerca de la importancia del teatro para poder
comunicar a su gente las necesidades de su comunidad. El teatro como agente
difusor de las ideas. Luego me pregunto la visión enajenada en el discurso de
los actores mestizos al pretender generar una relación escénica, no a partir de
las necesidades sociales, sino a partir de un discurso hegemónico impositor.
Aún nos falta mucho por recorrer. Hacer ese
seguimiento de la multiculturalidad nuestra. La revisión de un país rico en
personajes, obra, lengua, y una nulidad en quien debería luchar por
salvaguardar nuestra riqueza.
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