jueves, 25 de noviembre de 2021

Escribo como Respiro

Por: José Ruíz Mercado
Dramaturgo

Existen frases peculiares. Frases sencillas. Identificatorias de momentos, personajes, épocas, cercanas, alejadas. Frases. Algunas permiten regresar a algún momento, muchas veces no deseado, así, como quién dice, regreso a otros tiempos.

A OSCURAS.

   Otros son los tiempos. Aquellos cuando caminábamos por los pasillos de la Facultad (así se llamaba entonces) con los libros bajo el brazo, los de César Vallejo, la edición cubana. Y nos sentábamos alrededor de los árboles del patio a leer, discutir línea a línea, verso a verso al hermano lejano, al camarada inquieto.

LOS HUESOS DESCOYUNTADOS

   Parecía una letanía. Otra manera de decir lo de otros por nosotros, o lo de nosotros por los otros; eran otros tiempos, a nadie le interesaba utilizar la primera persona del singular, era ese nosotros, ese decir por mucho tiempo aquí estamos. Aquí.

EN EL TINTERO DEL CADALSO

   Lo veo venir con su camisa de cuadros, como los viejos norteños, su camisa de franela a cuadros como si siempre tuviera frío, como si esperara de su musa sempiterna el dolor en la necesidad de decir otra historia.

   Otra historia. Aquí inicia la leyenda. Enrique Macías escribió en el periodo de mayor trabajo, el tiempo cuando se escribía con disciplina, cuando se leía antes que pensar publicar. Se tenía muy clara la responsabilidad social del escritor. Se leía.

   Nadie se atrevía a decir, como apellido, poeta, antes las líneas, la búsqueda de la palabra exacta, las discusiones, los versos apenas, como caras sencillas, sonrojadas, con dignidad ante los grandes, nadie se atrevía a faltarle respeto a la gramática muy a pesar de los maestros, quienes corregían, una y otra lo escrito por el alumno. Lea a, lea el libro de, o sencillamente, antes de publicar corrija. Claro, no había redes sociales.

   Se hablaba de la vida del poeta como una referencia, un estilo de vida único. Se hablaba de la crítica a un sistema caduco, obsoleto, irónico. Se tomaba como un sacerdocio al cual se debía hacer un culto, una vivencia.

   Enrique Macías lo sostuvo, se volvió leyenda porque su vida fue eso, se convirtió en personaje de sí mismo, entró a trabajar en, la entonces Compañía de Títeres del Departamento de Educación Pública del Estado de Jalisco, se generó entonces otra historia, una línea más a su leyenda.

   ¿Cuándo? ¿Por qué? Los personajes son así. Se vuelven controversiales. Nos limitan a los mortales cualquiera a verlos en el camino. Son ángeles más allá de lo terreno. Dan pauta a que hablemos de ellos, de los personajes. De lo que hablemos va a depender de nosotros, de la capacidad de asombro de cada uno, de cada biógrafo a la fuerza encerrado en sí mismo.

   Fueron tiempos de crisis, de señalamientos, de imposiciones. De mentes cerradas ante la discordia de un sistema social desquebrajado porque no tuvo la capacidad de transformarse. Un sistema político religioso con la cerrazón al mundo inquisitoria, vertical, sexista. Buenos tiempos para el surgimiento de los grandes mitos.

   Sociedades cerradas dan como resultado las caras acidas con pretensiones de autoridad, pero también su contraparte, también la figura contestaria, la de las camisas de cuadros, la alegría a flor de labios, la sonrisa amplia en las tardes de lluvia.

   Los años setenta fueron años de dictadura, de soldados en la calle, de no pensar porque todo se lo debo a la autoridad. Fueron años de romper esas estructuras. De tirarse hasta morir porque no había de otra. Y ni para qué quejarnos. El sistema estaba podrido hasta el fondo y alguien tenía que decirlo, y se dijo. No había tiempo para los tóxicos, los me duele el alma.

   Luego vino otro momento. Cuando se cuestionó a los poetas de la crisis. Y se escribió: Y ustedes poetas que creyeron. El intento de estabilidad social que no se dio (ni se ha dado) a pesar de muchos intentos. Por infinidad de razones la historia crítica (la mayor, la de más calidad) en los últimos años la han escrito los poetas, los comprometidos con el oficio.

   Vida, obra de Enrique Macías, fue un asomarse a la superficie desde lo más profundo de la urbe. Rompió con todos los esquemas, propuso ese epistolario amoroso dedicado en el fondo a su eterna dulcinea. A quien dedicó la mayor parte de su producción.

   Un día me entero de su muerte. Así, un día nos sorprendió a todos. Enrique Macías ya había dicho todo lo necesario. Había ganado en 1978, el Premio más cotizado, el Francisco González León, el de Lagos de Moreno, Jalisco; ahora ya era el siguiente siglo ¿Qué le faltaba por decir?

   Un día me entero de su partida. Hoy, vuelvo a leer su obra. Hoy comprendo cuanto (una generación completa) le debemos a Bach, el gran jazzista hasta la fecha, el grande con sus fugas, sus bemoles, su mística. Cuanto le debemos, cuantos mitos hacemos.

Dije que después
De escuchar
A Juan Sebastián Bach
Bien pudiera irme
Por la puerta trasera del penal
Con mi muerte bien sola

Pero resulta
Que después de escuchar a Bach
Me gusta la vida mucho más

Enrique Macías se volvió leyenda e hizo leyenda a su dulcinea. Enrique Macías es hoy el representante más fuerte del movimiento de la poesía disidente. 


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