jueves, 7 de octubre de 2021

Los Pequeños Momentos

 

Por: José Ruíz Mercado

Tenemos instantes cuando las hojas de un libro se vuelven eso: páginas. Cada una nos resuelve una parte de nuestro subconsciente. Lectores somos. En la resolución no se encuentra ese inconsciente colectivo, ese llega después, cuando el tiempo y las relecturas surjan, se acerquen, protejan, como las hojas de los árboles en múltiples frutos.

   Hojas como páginas. Soliloquio sempiterno, poesía, como todo discurso poético, para leerse en lo individual, y luego, charlar con los amigos, lo descubierto, lo aprehendido, lo aprendido. Uno se acerca a una palabra, a una frase para recrearla en imágenes, y se adentra en las entrañas para enseguida revolotearla, todo el día, unas horas, el mes, la vida, llevarla a lo más grande del ludismo como el fuego.

   Se dice la naturaleza del discurso cuando deseas mostrar un sentimiento. Preferible hablar, no lo escribas. Cuando vas a lo más profundo del lenguaje, no lo hables, piénsalo, razónalo, escríbelo, bórralo, percibe su estructura, tal como cada silaba te indique el sonido, enseguida únela con otra, dile si, dile no. Posible nazca un verso.

   Escribir poesía es un oficio en donde el lenguaje participa en directo. Cada palabra. Cada frase, hasta cada silaba, tiene una cadencia; se exige tener oído, sensibilidad hacia la música, dos cualidades del oficio de escribir: Conocimiento del lenguaje aunada a la hermandad del sonido.

   Cuando abro un libro con poemas, cuando tengo cerca al autor, antes de preguntarle por sus lecturas, me viene la idea de preguntarle por sus músicos, sus horas auditivas, el tiempo empleado de otro tiempo, como se emplea, de qué disponibilidad proviene esos solos de violín, posiblemente no provenga de la sección de cuerdas, posiblemente sea necesario adentrarse en los metales para ser más contundente hasta la epidermis buscar la raíz, preguntarse por esa dama sencilla ¿De dónde viene? ¿Quién es? E inicia en una página tan ancestral, tan contemplativa.

“es una dama sencilla
                      que va caminando
sobre la ancestral
                       página en blanco”

   Leer un libro con poemas es un viaje visual que no se cuenta, ni se traduce al habla. Leer en voz alta nos remite al teatro, en el peor de los casos al declamador de aquellas horrendas clases de declamación de las antiguas academias de actuación. Leer un libro con poemas es la exquisitez de la mirada, el dibujo a lápiz, a punta de línea. Lancemos la imaginación a volar. El verso de “dama sencilla” le da un aire al siguiente, en una dirección más allá, así, como si volara.

   Aquí inicia, se justifica, el dialogo entre quien cierra los ojos y quien extrae. Leer un libro con poemas es todo un acto de magia. Un silencio. Dialogo entre el papel y la página en blanco. Desde el título hasta el recorrido. Camino entre el hacer, el mirar, entre la naturaleza de los diálogos ¿De dónde vienen? Pregunto, si las manecillas provocan el artificio.

   Manecilla, saeta de grandes alcances. Por algo se rompe con el tiempo, así, rastrea porque desconocemos lo físico, desconocemos como está conformado, sabemos de una presencia, un impulso, agua, la espera. Devora. Me pregunto ante el espejo ¿Cómo me adentro hasta la esfera más grande del Soliloquio si hasta el trotar me lleva a otro universo que no es el mismo donde ahora estoy sin preguntármelo?  

   Es una dama sencilla. Un cúmulo de conocimiento, flor intensa Catalina, acercamiento a las letras, a la actividad lúdica. Leo sus cuentos. Me topo con una constante. Esa visión onírica, los pequeños momentos. Inicio para leer lo creído, el apenas acercamiento a las páginas, las hojas de un árbol más grande de lo cotidiano. Soñar que sueño, presentir, esperar, luego, aparecen cientos de interrogantes, la lucha, la actividad concreta, la historia de la humanidad en el movimiento, la carrera en la apariencia.

   La obra de Catalina Miranda está en el umbral del sueño. En la remoción del análisis de lo perpetuado en la emoción, en el cuestionarse, en esos pequeños momentos que nos permiten crecer. Y si no me creen lean el Soliloquio de la Yegua Dormida, publicado en Editorial Ariadna que fue presentado en la Feria Internacional del Libro de Toluca este tres de octubre.


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