Por: José Ruíz Mercado
Sociedad toda llena de esbozos. Los tiempos se prestan para narrar,
dramatizar, generar poesía cuando las generaciones se vuelven plenas. Entonces
poder decir, había una vez un grupo de mujeres poetas y así continuar con la
historia.
Cuando las mujeres se vuelven
poesía, dice la visión del siglo XIX, no es lo mismo de cuando las mujeres se
vuelven poetas, se vuelven creativas, se enfrentan a la vida, generan su
destino, mujeres sabias, emprendedoras. Cuando esto sucede la sociedad, toda,
abre el destello a la luz libertaria, a la humanidad total.
El Siglo XX abrió la
posibilidad, se caminó por los senderos álgidos de una lucha fraticida, ya no
de una lucha por el poder, sino de una por la igualdad. La consigna no fue la
de tirar al dictador para ejercer la dictadura, sino una más inteligente. No
fue el discurso de convencer al otro la santidad de un bando por el otro, sino
la de reconocerse en la diversidad; soy yo porque no soy tú.
La otredad presente ahuyentó el determinismo, la inteligencia fue, ya no el arma, sino la estrategia. La sociedad inició su cambio ¿Cuántos siglos pasaron para entender la terrenidad de todos? Quizá aquí inicia el dilema.
A la pregunta filosófica (¿antropológica quizá?) de ese conflicto del lenguaje, de la historia, de la sociología, de la psicología, de cómo se llega a sostener una conducta, de la libre autodeterminación para preguntarse nuevamente ¿En función de qué está mi existir? Se vienen aún más interrogantes ¿Se es único? “Uno puede descubrir a los
otros en uno mismo, darse cuenta de que no somos una sustancia homogénea, y
radicalmente extraña a todo lo que no es uno mismo: yo es otro.” Escribió
Tzvetan Todorov en su, hoy estudio clásico acerca de El Problema del Otro.
Los otros son yo tanto como yo
soy los otros y lo que me hace ser diferente radica precisamente en la historia
socializada. Las doctrinas pregoneras de superioridad no son sino ideologías
deterministas, las cuales obstaculizan la libertad dada la dependencia ejercida.
Los roles de feminidad y masculinidad son roles sociológicos, funcionan acorde
a lo impuesto por una cultura.
Aquí inicia la discusión. Si
no somos una sustancia homogénea, entonces somos resultado de nuestros
progenitores. La cultura mesoamericana entendió esto a la perfección, fue una
cultura dualista: Sol/ Luna, el cerca y el junto. La occidental propuso la
separación, lo diverso, de ahí lo homogéneo de las partes, el sentimiento de
pureza. Ambas generaron sus propios mitos.
El sincretismo cultural, del
cual somos fruto, nos ha llevado a un conflicto emocional, en ocasiones, ha
provocado serios choques de personalidad, en su gran mayoría inconscientes, como
muchas de nuestras reacciones instintivas.
¿Hijos de Freud o de Jung?
Probable requerimos de inventar otra propuesta, otra corriente alterna, tanto
en lo pedagógico como en la psicología. Revisar a nuestros estudiosos, ir a
otras vetas ¿Hijos de Freud o de Jung? ¿Nietos acaso? Y entonces decir Raúl
Páramo Ortega, padre nuestro nacido en México el año de 1935, egresado de la
Universidad de Guadalajara como médico, miembro del Circuito Vienés de
Psicología Profunda a partir de 1964, y del Círculo Psicoanalítico Mexicano en
1969, autor de varios libros, entre otros, Sentimiento de Culpa y Prestigio
Revolucionario, por Martín Casillas, Editores en 1982, además de El
Psicoanálisis y lo Social, Ensayos Transversales. Raúl Páramo Ortega de la corriente
del Freudomarxismo, quien, en ese clásico tan actual, como lo es Sentimiento de
Culpa… profundiza en el individuo mexicano actual. Y entonces afirmar ¡Somos
hijos de Raúl Páramo! ¿Será?
Por lo pronto debemos
adentrarnos en otro problema ¿Cómo poetizar la diversidad? ¿Cómo vivir en una
sociedad llena de esbozos? En una sociedad fruto de un padre intelectual
ausente resulta difícil sobrevivir. Al final una sociedad se compone de seres
biológicos, luego entonces la pregunta ¿Cómo crear una poética de la libertad?
A partir de la práctica de la
necesidad y la libertad. A partir del concepto aristotélico de poiesis, la
creación a partir de la lectura de lo cotidiano, de permitirnos estructurar
nuestro entorno en un concierto de iguales, en donde cada uno enarbole su voz
propia en el instrumento que más le venga en gana, porque jamás alcanzaremos la
plenitud humana mientras unos se crean superiores. El otro es el yo dormido.
Las sociedades esclavas
presentan serios conflictos de identidad. No es exclusivamente la teoría de la
lucha de clases del marxismo clásico. Es una lucha encarnizada, silenciosa,
ante la creencia de la sexualidad y su determinismo social.
En el terreno creativo la
práctica libertaria se da. De la mujer idealizada a la mujer real, concreta; de
la mujer toda poesía, a la mujer activa, creadora. Productora de voz propia. A
la elegida porque es ella ante el mundo, porque así lo ha elegido. Las luchas
libertarias de la humanidad se dan cuando la mujer exige su espacio.
Siglo XX y sus mujeres. De
María Luisa Ocampo a Reyna Barrera, de Reyna Barrera a Catalana Miranda. De
nombres, apellidos, de visiones del mundo tan diversas, tan amplias, tan
conceptuales.
Siglo XXI con sus anhelos, sus
luchas. Desde el lunario de Reyna Barrera al Soliloquio de la Yegua Dormida de
Catalina Miranda. De la reflexión del amor más elocuente, concreto, a la
búsqueda conceptual de la página en blanco ancestral imagen de dama.
Catalina Miranda observa, propone, nos ofrece esa visión de libertad en
homenaje a las mujeres sabias en el poemario Soliloquio de la Yegua Dormida, el
cual pronto leeremos a partir de su presentación en la Feria Internacional del
Libro de Toluca.
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