Por: José Ruíz Mercado
Veo anunciado en casi todos los medios. Curso de poesía. Usted puede
ser un escritor. Curso de acuarela para principiantes. El arte humaniza.
Vuélvase artista en diez lecciones. Existe una sección en el Facebook que a la
letra dice: Inspírese. Vea lo que los demás hacen para hacer su página. Nada
fuera de lo normal. Creo. Incluso en una ocasión una amiga me comentó. Sería
bueno que abrieras un taller. Después te vas a arrepentir.
Veo anunciado tantos como
reseñas de oferta de tienda departamental. Incluso aquellos cuya propuesta
ofrece: Todos podemos escribir. Sólo atreverse. Nosotros le decimos como
iniciar su novela. Y si le sigo la lista se hace grande. Quizá la demanda sea
mucha, porque la oferta apremia, incluso como política pública.
Hoy día existen cursos en
sencillas lecciones, incluso a distancia. Todo inició con aquella colección
bibliográfica de “todo lo que quería usted saber sobre… y no se atrevió a
preguntarlo; luego se simplificó el asunto con “todo lo que usted quiere saber…
en mil palabras. Incluso por ahí apareció una película, creo de Woody Allen.
Por supuesto, sus derivados: El libro de Sofía.
Existen ciertos saberes en el mundo, inquietudes, curiosidad, posiblemente ¿Cómo trabaja el cerebro en sus diversos momentos? ¿Cuál es el coeficiente intelectual de un gato? En particular el mío ¿Qué significa la frase de miau dijo el gato? Posiblemente si entro a una página especializada en Internet tenga la respuesta.
En este mundo de opinólogos
certeros, sumos sacerdotes del bien y del buen decir ¿Cuál será esa página
especializada? Tenemos dos vías: la del manita pronta quien difunde la nota más
sensacionalista a sus amigos, colegas y demás anexas. Y la otra, aquella que
inicia con: Soy el Doctor (o Doctora, no importa) Espiridión (imagínenselo en
femenino) González, de la Universidad (entre más impronunciable sea, mejor)
especialista en (luego uno se pregunta ¿Con especialidad o doctorado? ¿En qué?)
Ah, los opinólogos.
Tenemos hasta aquí varias
interrogantes. La cual podemos iniciar con una: La necesidad de conocer. Otra,
la ubicación social (el conocimiento da status) Si ese conocer tiene un
certificado, mejor. Uno más, soy en la medida de la apariencia (conflicto de
identidad) El opinólogo existe en la medida (no de la validez de su discurso)
de su audiencia.
El acontecimiento afecta a
todas las áreas. Sin exclusividad. Político, de salud pública. Sin
exclusividad. En el territorio del arte cada vez pierde su sustancia. La
nulificasión del discurso llega a grados máximos al volverse un discurso
individual, una descarga emocional sin mayor sustento que lo meramente técnico.
Una acción mecánica, así, porque la oferta apremia.
Empecemos entonces. La
necesidad de conocer (¿o de saber?) Podríamos mencionar varios discursos. Soy
en la medida que conozco. Eso me da un sitio en mi grupo. Entonces. Los
conocimientos enciclopédicos me dan posicionamiento. En otros tiempos se
hablaba de los grandes diccionarios enciclopédicos (La enciclopedia británica,
por ejemplo) Hoy día hablamos de los sitios de Internet (Desde Wikipedia hasta
los sitios menos visitados, pero, por su exclusividad, pudieran ser más
exactos) La importancia de los sitios Web es su fundamento. Se habla de la
sociedad del conocimiento, de la cercanía de la información, estamos ante una
sociedad cuya base principal es la velocidad. Y si ésta es lo fundamental,
estamos entonces ante la realidad virtual, la herramienta. Luego ¿Dónde dejamos
el saber? ¿En la especialización del conocimiento? ¿Recuerda usted aquella
revista de nombre “Saber Ver”?
La especialización nos puede
acercar a esto tan buscado: La esencia. Gran problema. Inicio del conflicto. Si
sé entonces soy. Si soy es porque sé. El personaje. La persona. No puedo fingir
porque existo. Dejo de ser gente para ser persona.
Dos especialistas son
requeridos con urgencia. Un esteta y un sociólogo. El primero nos ayudará a
vislumbrar si la obra se quedó en el discurso técnico. Y el segundo nos ayudará
a analizar su repercusión social, la lectura a su momento histórico, su
ubicación en la dialéctica de los grupos, y, por supuesto, a reconocer obra,
trabajo y propuesta autoral.
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