Por: José Ruíz Mercado
Agustín Yáñez, creo, en sus tiempos de Secretario de Educación hizo una
lista en dónde pedía mencionar los libros más importantes a leer. Unos años
después el ejercicio se repitió. Libros y autores de uno y otro experimento
volvieron a estar presentes.
A los años un estudiante de
letras regresó al experimento. La lista no cambió salvo en el orden, es decir, los
autores y obras cambiaron de lugar. Los aparecidos en segundo pasaron a cuarto
o sexto sitio de importancia.
El dato no pasaría a tener
mayor importancia de no ser por varios puntos: 1.- Las obras eran las mismas
2.- Los autores también 3.- Ninguno mexicano. En el momento cuando se hizo el
tercer intento eran los tiempos de la aparición de nuevos autores de la
generación de los disidentes.
Entonces daríamos por hecho. Nada nuevo, nada por comentar ni de la obra de los autores, ni de los autores. México en el silencio, en la copia bonita, o el pasatiempo de una clase. La lectura oculta. Ese signo oculto del cual tanto hablan los lingüistas.
En los últimos años, diríamos muchos después de dicho ejercicio, nacieron otras herramientas de estudio, de difusión, posibilidades de acercamiento a la lectura. De cuestionamientos. Se habló de la calidad del lector, de los grupos, la afinidad. Casi por terminar el Siglo XX
llegó la moda de los círculos de estudio. José Agustín, con la ironía
característica nos lo hace vivir en su, hoy ya clásica novela: De Perfil. José
Revueltas hace lo propio, pero en otro tenor, en varias de sus novelas.
Dichos círculos dieron pauta a
los grupos, los grupitos y hasta los grupúsculos. Acorde a la tradición de la
llamada inteligencia mexicana, dichos ciudadanos estuvieron cerca de la clase
política a partir de las Universidades, los partidos políticos, o las
administraciones de los tres niveles de gobierno.
Carlos Fuentes en alguna
ocasión escribió acerca de la falla en la difusión de la obra. Entre otras
cosas hacía referencia al desconocimiento de las novedades de los autores y sus
obras. Dijo del desconocimiento, en relación con los anteriores, en el ahora
preciso.
Juan José Arreola en una
entrevista afirmó que había dejado de leer a los nuevos por la ausencia de
propuestas. Sólo Emmanuel Carballo continúo apostándole a los nuevos y abrió
Diógenes, la editorial.
México sigue, a pesar de los
esfuerzos hechos para contraponer la ideología imperante, con una visión
centralista. ¿Qué viene después? En algunas regiones del país la atomización
con una visión altamente regionalista, en otras, el cierre a lo siguiente.
Con este cierre los esquemas
se compactan. La necesidad de retomar el pasado se vuelve urgente, decisivo, lo
nuevo, así, sin más, es malo, sin término medio. El eurocentrismo envuelto en
una clasicidad aparente es lo valedero.
El conflicto aparece. La
información de lo ideal válido cae en la atemporalidad. Los clásicos son reales
por eso, porque son clásicos. Quienes lucharon en contra de los cánones de lo
clásico también. El tiempo estático. La información está ahí.
Indiquémoslo de entrada; la
información no genera el saber, mucho menos la escalada social, todo viene
desde el espacio de la cuna en un devenir histórico de los planos sociales, en
una circunstancia psicológica. Los individuos con una claridad en su
circunstancia social van a ser desprendidos, participativos; quienes adolecen
de ésta, van a ser acumulativos, incluso en el terreno del conocimiento
(elemento no necesariamente determinista, el entorno social y la conciencia
pueden lograr cambios de conducta), buscarán en sus acciones el capital social,
la escalada de la pirámide socio-cultural. Por lo tanto se convertirán en
consumidores de los dictados de los intereses colonizadores. Cuando el Estado,
ideologizado, responde a dichos mandatos, responderá igual en todas las
esferas, incluyendo la administración de la cultura. En ésta circunstancia,
tanto los hacedores como el Estado hacen una fabulosa mancuerna.
Y como la lucha por la
información es una constante, la educación bancaria también. Lo importante no
es la conciencia, sino lo acumulado. Se obtiene una calificación escolar por
responder a un cierto número de interrogantes, jamás por reconocerse en su
circunstancia. Jamás por permitirse a sí mismo el gozo del conocimiento, sino
por obtener el gozo del reconocimiento. Vivo para el otro.
Luego entonces, si no tenemos
una conciencia de nuestro entorno, entonces vamos a responder a los esquemas, a
eso visto en los círculos de estudio. De ahí el cierre a las circunstancias, el
cierre a lo otro. El autor de una sola obra, no de un conjunto.
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