Por: José Ruiz Mercado
Lo inusitado nos lleva a la reflexión. A
generar imágenes. Frases latentes, irónicas, revisión de circunstancias.
Posibilidad. Espera. En ésta una esperanza.
Estamos frente a una ventana. Todo puede
suceder. Un caballo pasa ahí dónde el espacio le dejaron sin preguntárselo
otras especies idóneas para ser vistas, pero ahora no están porque nadie, en lo
absoluto, se los ha preguntado.
Una cebra invierte sus colores, pero no los
deja. Existe en una vida imaginaria sin comprender la magnitud de la misma.
Días de reflexión, de revisar la vida, si es que ésta pueda ser revisada y no
le dijimos.
Objetos pasan. Dan la vuelta sin ocultarse
en las esquinas dónde en otros tiempos los columpios y resbaladillas eran los
juegos de las arañas. La habitación dibuja líneas a pesar de sí misma continúa
habitación así sin más.
Y esperamos.
Juguemos al cuarto oscuro. Estamos totalmente aislados sin reconocer las
dimensiones, los obstáculos. Desconocemos si hay color, incluso los olores. La
nada.
Desconocemos
cuando entramos a este lugar. Incluso si alguna vez estuvimos fuera. Desconocemos
que desconocemos. Nos parece normal la oscuridad. Sin tacto el alguna vez es un
acto imperceptible.
Ahí estamos.
En ese vacío sin luz, sin sonido, sin olor. Pero no lo extrañamos, jamás lo
hemos percibido. Pero eso no es todo, no, somos uno, maravillosamente
perfectos.
Y ahí, en esa
oscuridad algo nos llama la atención. Algo brilla. Nos acercamos con lentitud
extrema. Antes no habíamos visto algo así. Después nos dirán el nombre de ese
objeto.
Y seguimos
caminando con el miedo interno hacia lo desconocido. Una luz tenue nos permite
observar una figura, intentamos tocarla. Con miedo percibimos la suavidad, lo
terso, lo plano.
Es el reflejo
de algo. Nos tocamos la cara y la figura se toca la cara. Nos causa risa y la
figura también ríe en silencio. Atrás de la figura vienen más. Vienen con
lentitud, se les ve.
No estoy
solo. Eso ahora lo descubro. El juego ahora es otro. El del espejo. Los roles
cambian. Unos se sientan. Otros ríen. Otros se miran. Todos, cada uno, vienen
más. Una puerta se abre del lado contrario.
Aquí espero
mientras objetos vuelan a la luz entrante de la ventana la cual ya no sé si sea
la de la habitación en dónde ahora estoy confinado en ese miedo inusitado fuera
ya de la reflexión razonable.
Observo el ojo de un caballo con el brillo
referente a un equino observador, fruto de la agudeza del pintor, lo veo,
cercano, lo veo como veo las carrozas para turistas curiosos de edificios ahora
no vistos por este estar aquí sin presagios de otros tiempos.
Y así sigo en la esperanza de salir de este
sueño donde nadie duerme porque tiene una expectativa creciente en sabe dónde,
con sabe cual, de ya quién sabe cuánto más. Y me pregunto, si mis abuelos, en
aquellos tiempos se preguntaron lo mismo.
Ya hubo otro tiempo. Otro momento de
incertidumbre. De epidemia. Ya hubo otro tiempo en dónde la similitud con esto
fue palpable ¿Y se preguntaron lo mismo? Ahora leo.
Ahora
espero mientras escribo, reflexiono: ¿Y después de esto? ¿A dónde? Nos
descubrimos. Nos desnudamos sin saberlo. Nos dimos a conocer sin comprenderlo.
REFLEXIONES
A PARTIR DE LEER, "MIENTRAS ESPERO ESCRIBO DE VICTORIA FALCÓN AGUILA.
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