Por: José Ruíz Mercado
Y si, los libros, esos que por alguna buena razón te marcan. Algunos por ser el libro objeto,
otras por su contenido, otras más por ese juego de nostalgia. De un ir hacia algo ya pasado. Los 1985 son parte de un instante de mi diario caminar.
Caminar por las calles de Luis González Obregón se convirtió en signos recurrentes de otros
proyectos no realizados. Caminar, sencillamente caminar por las calles del centro, cercanas al zócalo.
Por González Obregón se encontraba en plena actividad las oficinas, talleres, bodega de
distribución la casa de Editores Mexicanos Unidos. Sonia Miró al frente con muchos proyectos; ya antes había cimentado las bases editoriales con la publicación de los clásicos de la literatura, con obras de venta rápida como El Yerberito Feliz, Ajo Limón y Cebolla, y otras ediciones vendidas en todo puesto de revistas. Alguien tenía que pagar la aventura.
Todo tiene un tiempo. Las tiendas de libros y revistas (los saldos editoriales) estaban en
espacios siempre dispuestos a conseguir un libro de difícil adquisición. En Guadalajara fue
emblemática la librería en la esquina de Colón y Prisciliano Sánchez, dónde a principios del
Siglo XX estaban las oficinas y taquillas del ferrocarril. Y ahí, como en muchas otras, El
Yerberito estaba presente, incluyendo las tiendas, restaurantes vegetarianos; incluso, los
vendedores en los camiones urbanos.
Ah, la prédica bien aprendida. El ritmo del habla, el equilibrio urbano: Traigo la consigna
directamente de la editorial de poner a su disposición el libro maravilloso de la salud, con más recetas para una alimentación sana. Y ahí, El Yerberito Feliz de su maravillosa encomienda.
Y si subía a los urbanos, las tiendas de saldos estaban a la orden. Por la calle de Álvaro
Obregón, también en Guadalajara, en el pasaje del Cine Orfeón estaba otra, y por la de Alcalde, otra cuyo nombre era La Feria del Libro. El Yerberito presente.
En la Ciudad de México, por la Alameda, y las calles de San Juan de Letrán y Niño Perdido,
eje después llamado Eje Lázaro Cárdenas, ahí, en la calle, el pregón de la maravilla se dejaba
escuchar mientras las rebanadas de cebolla morada, caían como ejemplo, de, que con ajo, limón y cebolla estaba la cura milagrosa.
Sonia Miró ya tenía quien pagaría el proyecto capital, el proyecto de Emilio Carballido de
publicar una colección especializada en teatro. Las obras teóricas: Aristóteles, Fernando
Wagner, Salvador Novo, y los autores emblemáticos, con sus obras, y los más jóvenes, y los
emergentes. Una tarde, digo, para ubicar, Sonia y Emilio discutieron el proyecto. El Yerberito pagaría la aventura.
Dos momentos fueron el despegue para unir lazos en esta aventura editorial. La entrada del
tomo Teatro Joven de México, antología a cargo de Emilio Carballido. Ya es histórico el dato
de la primera edición de Teatro Joven de México por la editorial Novaro unos años antes a ésta de Editores Mexicanos Unidos. Algunos de los publicados en Novaro (Miguel Ángel Tenorio) volvieron a publicar, dicho sea, otra obra. Pero estuvieron presentes.
La antología, cuya fecha de primera edición se remonta a 1971 con, según datos de la
editorial, 50,000 ejemplares vendidos para 1984 en siete ediciones, es hoy el documento para estudiar la dramaturgia de una etapa de nuestro México.
Encontramos obra de Oscar Liera, Oscar Villegas, Jesús González Dávila, Felipe Reyes
Palacios, Willebaldo López, Reynaldo Carballido, José Agustín, Alejandro Licona, Pilar
Campesino, Miguel Ángel Tenorio, autores, todos, cuya aportación al teatro mexicano es un
valuarte actual. Los autores para leerse por sus apuestas a la escena; dignos depositarios del
compromiso generacional.
Carballido narró, explicó, casi tradujo la importancia del teatro mexicano en el prólogo a la
primera edición. Con obras como Las Ubarry, El Renacimiento, Dialogo Entre el Enterrador y un Zapatero, La Fábrica de los Juguetes, Cambio de Valencia o el Espíritu de la Lucha, son las obras, junto con sus autores, representantes de esos años setenta.
Y se vinieron otras ediciones. Fueron los inicios de esa colección de teatro. Pero seguía
haciendo falta un recuento. De aquella primera edición de Novaro, de aquella nueva de Editores, se requería más. Así nace Más Teatro Joven para 1983, en noviembre de ese año aparece la segunda edición con un tiraje de 5000 ejemplares. El niño ya podía caminar solo. Sin Yerberito.
Toda empresa tiene un sustento. Se menciona de los grandes con trascendencia son aquellos
con planes a corto y largo plazo. Ninguno respetable es aquel hecho en la temperatura
inmediatista del cariño por la camiseta y vamos a lo que salga. Esta colección de teatro tuvo lo necesario para correr por sí misma.
En la mercadotecnia cultural varios factores son necesarios: ¿Con qué? ¿Para qué? ¿Hasta
dónde? El primero se forjó en su momento. El ambiente propicio a partir de una alimentación saludable, el conocimiento de la herbolaria, lo iniciático. Entender la historia cultural para ir de los orígenes a las necesidades siguientes, la creación de los jardines en las azoteas de los edificios.
Luego la demanda ¿Qué hay en el momento cuando aparece la primera edición de Teatro Joven de México? Un teatro académico, un tanto purista, con un fin en sí mismo. Entre menos alusiones a la realidad mexicana, más universal. Se requería lo contrario.
Carballido escribe en el prólogo: “Lo mínimo que un autor joven debe ofrecer para que se le
considere, es un contacto verdadero con la realidad circundante y un comentario válido que
ofrecer en cuanto a ella; un grado razonable y respetable de oficio; un mínimo de verdad
descubierta en carne propia; un sentido lúdico; y, algo, en fin, que lo entronque
espontáneamente en el árbol de su propia tradición”.
Fue entonces cuando la colección toma forma. Unir a ese joven con su tradición fue el cierre del proyecto. Dar a conocer a los nuevos, sí, pero con las obras de los maestros: Novo, Wagner, Argüelles, Leñero, el propio Carballido, Luisa Josefina Hernández.
Siempre se han dado los grupos, en la medida de lo posible la consigna era romper con ello.
De entrada fueron los tomos de Teatro Joven, y, Más teatro Joven. Luego los concursos: El
Salvador Novo, con dos tomos. M...M. Un Mito y cuatro obras ganadoras-Escándalo en Paraíso y cuatro obras Dos tomos con cerca de trescientas páginas cada uno. Portada de Leticia Tarragó, ahí la segunda parte. Sumar antes que restar. Los proyectos inteligentes.
Alejandro Licona, Norma Román Calvo, Tomás Urtusástegui, Enrique Cisneros. Era
necesario solidarizar a los de casa, pero también era importante decirle a los otros la
coexistencia. El Llanero Solitito, digno miembro de los independientes, ahí presente. CLETA y el INBA; Enrique Cisneros y Tomás Urtusástegui. Sólo los inteligentes suman. Y Emilio sabía como hacerlo.
En este concurso se da una primicia. Flavio González Mello con su obra: Como Escribir Una
Adolescencia. Era un adolescente en noviembre de 1984. No era joven promesa; era joven, nada más. Y estuvo presente. A los años se confirma. Toluca, año dos mil.
Un año después, con un diseñador inteligente: Alberto Diez, la colección y los proyectos
crecían. Sonia Miró tenía contemplado un tomo dedicado a las dramaturgas, primero una
antología de mujeres, luego, un tomo para las mejores, las grandes. Con eso cerraría el 85. En junio se decidió Sabina Berman. Luego vendrían otras.
Por González Obregón se encontraba en plena actividad las oficinas, talleres, bodega de
distribución la casa de Editores Mexicanos Unidos cuando en septiembre se vino el sismo. Y
con este, muchos planes se desplomaron.
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