viernes, 5 de junio de 2020

Crimen y Castigo

Ahora y siempre
Por Raúl Pérez Carrillo


1977. En mis tiempos de bachiller los puestos de revistas lanzaban enciclopedias coleccionables. Comprar un fascículo cada semana era la única forma de obtener un gran auxiliar para las tareas escolares.
Así adquirí la Enciclopedia Salvat del Estudiante. Después, una de mis tías me sacó del aprieto regalándome todas sus colecciones. Otra me dio dinero de sobra para pagar de contado el Gran Diccionario Enciclopédico Ilustrado de Selecciones del Reader‘s Digest.
En una de mis búsquedas llegué hasta San Juan de Dios. En sus alrededores di con una bodega que surtía estanquillos en el centro de la ciudad. En uno de sus rincones descubrí decenas de ejemplares de una vieja serie que se llamó Selecciones Literarias. La serie ofrecía una obra completa cada mes mediante una compra semanal.
Selecciones Literarias se las ingeniaba con el tamaño de las letras y acomodaba todo en cuatro entregas. De esa manera obtuve mi primera gran obra: Crimen y Castigo, del genial Fiódor Dostoyevski. También de esa manera adquirí la novela Ahora y Siempre, del estadounidense Sloan Wilson. Al final de cada parte, la serie incluía poemas de autores diversos. Ahí me encontré el poema de la pobre niña que quería tener senos. Pero Dios no la oía allá arriba tan lejos. También me encontré los poemas Cuando te enmarides y Fidelidad. En el primero, un amante entristecido se adelanta a lamentar lo que sucederá cuando su olvidadiza dama se case: Música tendrá el corazón mío que, tocando a muerto, tamborileará. En el segundo, otro buey describe mediante un soneto lo que le sucedió al regresar. Su también olvidadiza enamorada lo borró de la memoria. Y eso que anduvo diez años perdiendo por su bien media existencia. En 1983 incluí el soneto Fidelidad en La Antorcha. Un boletín que distribuí en la colonia José López Portillo. En 1985 tomé como base el nombre de la vieja serie para la revista Senderos Literarios. Ahora reproduzco el soneto de memoria y sin citar el autor, porque no lo he localizado por ninguna parte. 
FIDELIDAD. Diez años lejos de su lado estuve, 
ni un solo instante la olvidé en mi ausencia: 
era, en el batallar de mi conciencia 
el sol que borra la pasada nube. 

Por ella, errante aventurero anduve 
perdiendo por su bien media existencia… 
¡Cuántas noches de frío y de inclemencia! 
¡A cuánta altura mi calvario sube! 

Por fin, ya conquistada mi fortuna, 
volví a la tierra que meció mi cuna 
a buscar mis amores más tempranos… 

Ella huyó al verme: ¡No me conocía! 
En cambio el perro que a sus pies dormía 
movió la cola y me lamió las manos. 

Dostoyevski fue epiléptico y apostador. Wilson fue alcohólico y activista educativo. Al primero lo atormentaron algunos sentimientos de culpa. El segundo ahogó sus tormentas en whisky. El hecho de haber comprado Crimen y Castigo el mismo día que adquirí Ahora y Siempre marcó una tónica en mis lecturas. Porque me sumergí en la profundidad del alma rusa, pero navegué en la superficialidad de los best sellers norteamericanos.

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