miércoles, 4 de marzo de 2020

Educación y Revolución


Etapas en el Siglo XIX
Por: José Ruíz Mercado

Con la posibilidad de ser repetitivo la educación ha sido el fuerte del Estado Mexicano para el control social, las luchas más fuertes se han dado en este sector por los grupos atentadores del poder con una visión criolla atendiendo a las necesidades de quien ostenta el poder.
Hasta la mitad del Siglo XX los grupos étnicos son considerados a partir de los estudios de Miguel León Portilla; en el territorio educativo se inicia hasta el Siglo XXI. Bolívar Echeverría hizo un análisis de ésta problemática en sus estudios acerca de la estética del barroco mexicano y su influencia actual.
Los grupos posteriores al movimiento de Independencia hicieron su labor histórica. Para lograr una transformación real se requiere de una actividad ideológica en la cultura, no sólo en la educación institucionalizada. La fuerza del juarismo radicó en esto. La pléyade de los intelectuales en su gabinete.

La Academia de Letrán jugó un papel de suma importancia. Ya desde los años de 1836/ 1838, los años de duración de la misma, la cual sesionaba en las instalaciones del Colegio de San Juan de Letrán, fundado por el Virrey Antonio de Mendoza.
Fundada por los hermanos Juan Mucena, José María Lacunza, junto con Guillermo Prieto, Fernando Calderón, Ignacio Ramírez, Manuel Payno, Manuel Orozco y Berra, Andrés Quintana Roo, quienes cultivaron la narración, poesía, dramaturgia, pero sobre todo el periodismo cultural.
Para esto, en sus dos años de existencia mantuvieron dos revistas: El Año Nuevo, y, El Recreo de las Familias. Su visión de la cultura y, de la literatura en particular, fue la autonomía de las letras españolas para volver los ojos hacia la francesa, la italiana, la inglesa.
Al revisar esta tendencia podemos entender las causas, por una parte, de los gustos por la ópera italiana, el seguimiento a la poesía francesa, la reivindicación de Shakespeare, todo hasta nuestros días.
Nada aparece espontáneamente. Todo es producto de la historia. Somos ese conjunto de experiencias del pasado vinculadas a nuestro presente. Hacerlo histórico radica en esa combinación dialéctica. Entonces, y sólo entonces podemos jactarnos de ser parte de una generación. Las ideas también se consumen; el consumismo radica en la nada del instante.
Cuando entendemos lo pasado, comprendemos nuestro presente, tenemos la capacidad de trasformar lo anterior para proponer algo nuevo. Dicha propuesta tendrá raíces, las suficientes como para caminar, jamás hacia delante, sino en espiral (el círculo aparente) para, en su eterno devenir, generar el movimiento. La fuerza para impulsar la línea vertical tiende a nulificarse. La espiral, por su propia estructura geométrica, nos da el movimiento.
En geometría la línea no existe (sólo es una sucesión de puntos) En física el tiempo tampoco. Es producto del movimiento. Ejemplo en la vida cotidiana. Una noticia puede llegar a ser viral, pero, cuando se repite, o llega una más fuerte, se olvida. Es el desgaste de las redes sociales.
En el arte (el producto del trabajo de quien ejerce esta profesión) sucede lo mismo. Un autor puede ganar premios, estar en la mira por un tiempo, luego viene otro, el cual lo desplaza, pero cuando tiene una obra se consolida.
Todo inicio tiene un final. Al cierre de Letrán nace el Liceo Hidalgo (1849/1893) fundado por Francisco Zarco. Ya estaba la semilla dando fruto. La Ilustración Mexicana (1851/1855) fue la publicación de este grupo. Los años de duración del Liceo fueron de reuniones y lecturas.
Otra revista aparece en pleno conflicto. El Renacimiento, fundada por Ignacio Manuel Altamirano y Gonzalo A. Esteva. El 2 de enero de 1869 aparece el primer número. Una revista semanal en donde lo más granado de la intelectualidad mexicana escribió en un inicio.
Denominado como el liberalismo ilustrado con las plumas de Ignacio Ramírez, Francisco Zarco, Guillermo Prieto, Vicente Riva Palacio. Y los nuevos: Justo Sierra, Manuel Acuña, Juan de Dios Peza. Toda una labor editorial en donde la crónica fue el atractivo mayor.
Altamirano buscaba en la literatura una propuesta de unificación, nacional de contenido con base en las ideas universales. En sus inicios sólo había dos secciones: La Crónica de la semana y la Revista de Teatro. Posteriormente se agregó el boletín biobibliográfico. Una sección especializada en poesía de mujeres.
Sobresaliente por su contenido literario como tipográfico. Gonzalo Esteva, entonces funcionario de Relaciones Exteriores financió los primeros seis meses. Después cayó el peso en Altamirano; propuso la edición, y hasta en algunos casos, la reedición, de las obras fundamentales de los autores cuya obra era de importancia para difundir. Los impresores fueron Francisco Díaz de León y Santiago White. Diciembre de ese mismo año aparece el último número.
1894, Francisco Díaz de León confía a Enrique de Olavarría la edición de la segunda época; se convoca a los discípulos de Altamirano como un homenaje al maestro. Esta segunda época duró del 2 de enero al 24 de junio. Ya había sembrado la semilla.
Ese mismo año nace otra, fundada por Manuel Gutiérrez Nájera y Carlos Díaz Dufoo. Azul, semanal, de 1894 a 1896. La revista del modernismo mexicano, como secretario de redacción Luis Gonzaga Urbina.
Sin contar a los mexicanos escribieron 96 autores hispanoamericanos. Entre los que se cuentan a Rubén Darío y José Martí. Se traduce a Baudelaire, Verlaine y otros. Gutiérrez Nájera defendió la cultura francesa. En 1907 Manuel Caballero intentó continuarla sin la fuerza del inicio.
La historia política del país estuvo bien respaldada con la ideología de sus intelectuales, con los medios representativos de la conformación nacional. Pero se olvidaron de los grupos étnicos, una etapa de consolidación, de luchas internas, algo tenía que faltar. Pero el México Moderno estaba presente para su continuación al XX. Una Revolución estaba en puerta.

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