martes, 18 de febrero de 2020

Educación y Clases sociales

Cultura

Por: José Ruíz Mercado

La educación en México tiene un fundamento positivista desde la etapa juarista. El Siglo XIX, en su lucha por el conocimiento científico, en lugar del teológico imperante fruto de los años coloniales.
La conflictiva entre conservadores y liberales se dio con mayor fuerza en el terreno ideológico, por algo vive hasta la fecha, a pesar de los enfrentamientos armados, la conformación de un país con un pasado colonizado tuvo su lucha interna en el territorio de las ideas, por ende, en la educación.

Los grupos hegemónicos posteriores a la lucha independentista mantuvieron su visión criollista; los grupos étnicos se mantuvieron en la marginalidad, al grado que la constitución política daba carta de ciudadanía al idioma español olvidando a los otros idiomas, al grado de llamar dialectos al resto de las lenguas. Esta visión criollista subsiste a la fecha.
La división política del campo y la ciudad, aunado a un alto analfabetismo del país, además de la falta de vías de comunicación originó estructuras de poder fundamentado en los cacicazgos.
Manuel Payno
Novelistas como Manuel Payno, Ignacio Manuel Altamirano, entre otros, fueron los narradores claves de esta época en una marcada idealización de la vida del campo. La peligrosidad de los caminos, los conflictos armados fueron el tema de cuentos y novelas de la época.
Un tema aparte lo merece la instauración de la Academia de Letrán en 1836; donde nació la literatura mexicana, con la cual inicia la sistematización del oficio de escribir a pesar de las familias pudientes quienes, como hasta la fecha, pretenden un juego de emociones. Pero de esto, comentaré en otra entrega.
México se volvió el país de la narrativa, no tanto de la poesía. Los poetas decimonónicos leían en francés, sus obras fueron claras muestras de sus lecturas. En el teatro, las compañías europeas tuvieron gran acogida. Opereta, zarzuela, ópera, fueron las preferidas de un público, en su mayoría urbano.
Benito Juárez
Ante el desplazamiento de los trabajadores de la escena, Juárez instituyó una ley en donde, por lo menos, un veinte por ciento debería de componerse por mexicanos. Esto dio pie a la estructura de los elencos con celebridades extranjeras alternando, en el coro, con actores y actrices del lugar.
Esta regla permanece en el teatro comercial actual, ahora con el elenco de las telenovelas. La ley, si bien, en parte favoreció a los trabajadores de la escena, no sucedió lo mismo con los dramaturgos.
Las compañías provenientes principalmente de Italia compuestas por familias completas terminaron por radicar en el país y abrir academias de canto, música y baile a donde acudían alumnos de cierta posición económica.
Cabe decir que el arte se vio desprotegido al considerarse una actividad menor. Se favoreció al Derecho y a la Medicina bajo la consigna de Paz y Progreso. De ahí la idea hasta la actualidad de que el Licenciado sea el abogado y el Doctor el Médico.
La pintura, la arquitectura fueron parte de una educación sistematizada. La Academia de San Carlos, como una institución colonial, abrió sus puertas a los canteros indígenas porque ellos fueron los grandes peones de las iglesias y los palacios. Los grandes maestros de San Carlos fueron, por supuesto, los italianos. Un mestizo, jamás podía aspirar a tener en su haber una cátedra; un indígena menos.
Las llamadas “noches bohemias” fueron la presunción de las virtudes al piano de la niña bonita de la familia, alumna de un maestro europeo y el recitativo forzoso de quien había traducido, y mal, a un poeta francés.
La vida cultural juarista, así como la porfiriana se nutrieron de esta visión del arte. La idea de una vida plena de sentimientos, sin el menor atisbo de conocimiento continúa hasta la fecha en amplios sectores de la población.
Nellie Campobello
La Revolución trajo cambios en algunos sectores. El cuestionamiento a las teorías positivas en lo educativo, pero siempre bajo la tutela del Estado. En la narrativa aparecieron grandes obras y autores. Martín Luis Guzmán, Nellie Campobello. La Sombra del Caudillo, del primero; Cartucho, de la segunda.
Inician los grandes movimientos de la escena, las propuestas en la pintura, en la poesía, la música. La música, ese capítulo olvidado.

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