Para muchas personas en
especial las que he tenido oportunidad de conocer, entender y estimar, la
felicidad es la meta que cualquier humano tiene en esta vida; siendo el amor,
la amistad, la fraternidad, la solidaridad y muchos más razones y valores los
elementos básicos para lograrlo.
Ya sean por demás inteligentes o bien, pasionales sin que esto necesariamente se contraponga, siempre me han dicho que ellos han venido a esta vida a ser felices y cualquier adicional será un aderezo de ello. Si bien esto parece sumamente sencillo y para muchos pudiera ser absurdo, honestamente y conforme vamos creciendo, madurando y llenándonos de experiencias, logros y sinsabores, nos damos cuenta lo acertado de tal premisa. Realmente, si no venimos a ser felices a esta vida ¿a qué vendríamos?
LA META ANHELADA
La felicidad es la meta de
todos sin embargo, cuando preguntamos a quienes nos rodean que es la felicidad,
resulta que un concepto que podría ser absoluto. Resulta tan relativo en
función de los ánimos, caprichos, ideas o simplemente, consideraciones que tengan
quienes respondan.
Hay quienes consideran que el
dinero lo es todo y como pueden, empiezan a acumular o pretenden hacerlo para
allegarse de los recursos económicos necesarios que sacien sus deseos. Al final
y por mucho que consigan, resulta que siguen sin alcanzar su meta.
Los que atienden al amor y se
empeñan en lograrlo, no se dan cuenta que éste es cuando menos de dos y por
ende, si la otra persona no comparte esta misión es seguro que no habrá los
acuerdos suficientes para llegar a ella.
Y dado la complejidad del ser humano, será difícil encontrar a alguien que logre la total armonía entre sus pretensiones y sus logros no obstante, quizás sea parte de nuestra naturaleza. De hecho, basta recordar que para Aristóteles “Cada persona posee el secreto de su propia felicidad”. Y ante ello, ¿tú sabes la manera de ser feliz?
¡ASÍ DE SIMPLES!
Y ante tantas variedades y
combinaciones, lo que si es seguro es que nunca nos pondremos de acuerdo en un
fin común, ni un camino único para lograrlo.
No es cuestión de aritmética,
ni de ciencia exacta, sólo es cuestión de alinear nuestra inteligencia, tanto
racional como emocional, para así llenar nuestra esencia.
A mayor referencia, si lo
verdaderamente importante es tener alegría en el corazón para disfrutar cada
día, pareciera que cualquier otra consideración o pretensión sería una
complejidad innecesaria. Es decir, está demás llenar nuestra vida de
complicaciones y mejor, atender a las simplificaciones.
Nunca es lógico entender la razón por la que nosotros solos complicamos nuestros caminos; es verdad, todos tenemos intereses distintos, pero un común denominador, no necesitamos de nadie para complicarnos la vida. Alguna vez te has preguntado: ¿tú solo, qué tanto te complicas la vida?
Como
personas, es común que siempre tengamos miedo de intentar hacer cosas distintas
o cuando menos, que salgan de nuestros hábitos o desafíen a nuestra rutina.
Tal
pareciera que es una constante en nuestro actuar buscar la conformidad o cuando
menos, la empatía de alguien con lo que vamos a hacer es decir, realmente
necesitamos sentirnos no sólo aceptados nosotros sino, autorizados por otros,
sean o no de nuestro círculo cercano para atrevernos a hacer cosas que nos
interesan o que sentimos que son interesantes.
Y lo
curioso de esto es que en el fondo y con la mayor honestidad, realmente a los
demás les pareciera intrascendente participar en nuestra pretensión y mucho
menos aún, hacer algo por nuestro deseo. Si esto es lo que ocurre, ¿realmente
para qué buscamos la conformidad de otros a fin de legitimarnos a nosotros mismos?
¿Miedo?,
¿inseguridad?, ¿baja estima?, ¿la suma de todos ellos?, o ¿puede haber más
razones?
Si a
este mundo venimos solos en términos generales, qué caso tiene depender de
otros para actuar. Es entendible que a cierta edad nuestros padres, maestros,
jefes o adultos tuvieran el poder de aprobar o censurar nuestras acciones, pero ¿no
les parece que al ser responsables de nuestras vidas, tenemos los elementos
suficientes y necesarios para decidir por nosotros mismos?
¿Eres de las personas que permiten que otros te
permitan vivir de acuerdo con tus intereses?
SI DIOS CONMIGO, ¿QUIÉN CONTRA MÍ?
Frase
por demás fuerte que realmente nos hace sentir la fe y la fortaleza suficientes
para ser invulnerables a todo tipo de situaciones; difícil encontrar
vicisitudes que no podamos enfrentar y superar con tal convicción y compañía
sin embargo, resulta que la primera persona que vulnera ese sentir es uno
mismo, ya sea por nuestra forma de ser, actuar o simplemente, por confiarnos en
un designio divino pasamos a no ser lo
suficientemente adecuados para alcanzar las metas propuestas aún a pesar de la
compañía divina.
Está
de más comentar que nuestras fallas y derrotas siempre encuentran un común
denominador: “nosotros” y no hay a quien culpar más que a nosotros. Pretender
hacer responsable a nuestra bienaventurada compañía es sólo una evasión, un
simple escape a asumir responsabilidad por los yerros.
Si
Dios o la deidad en la que crees está contigo, ten la seguridad que es porque
le importas y desea tu felicidad; no existe ninguna religión que señale lo
contrario, razón por la cual, no te equivoques al escoger tu propio camino.
En
este contexto, tanto en tus momentos más gloriosos como los más dolorosos, ¿agradeces con fe a tu compañero celestial
su compañía?
“¡ELIJO SER FELIZ!”
Si a cada paso que doy en la
vida tengo la posibilidad de hacerlo esbozando una sonrisa, gesticulando de
manera adusta o mostrando una mueca ¿por qué te decides?
No falta quien diga que sonreír
todo el tiempo es digno de un comediante o mostrando seriedad será una forma
como la gente te respete y en ellos estará justificar o no sus acciones sin
embargo, si la vida es tan corta y nosotros destinamos aproximadamente el
sesenta por ciento de nuestras vidas a actuar para satisfacer nuestras necesidades
afectivas, sociales, económicas, etcétera, ¿por qué no comprometernos con la
alegría y hacerla una constante en nuestro rostro y actos?, total si queremos ser serios, para eso
tendremos bastante tiempo al dormir.
Una sonrisa inspira a otros a
responderla, vibras positivas se atraen, compartir nuestra alegría hace que la
gente se sienta cómoda, considerar a los demás de la manera que nos gusta ser
considerados crea empatía en fin, si ser feliz es algo que nace en nuestra
esencia y lo compartimos con vehemencia porque así lo decimos ¿quién se sentirá incómodo a nuestro lado?
De hecho, ¿no crees que, si tú irradias luz, el reflejo en los otros te llenan
a ti también?
¿Qué hay de malo en decidir ser
feliz y vivir con ello? Si esto es una locura, ¡BENDITA LOCURA!
Yo vine a este mundo a ser feliz,
¿Y TÚ?
Posdata: Agradezco al Consejo Nacional de Normalización y Certificación de Competencias Laborales haberme otorgado el registro de estándar para “Intervención para la Solución de Conflictos”.
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