Por: Alejandro Ruíz Robles
ALGO PARA CONSIDERAR
Sea por educación,
formación, convicción o imitación, siempre es agradable compartir con personas
que en su trato muestran respeto a sí mismas y a otras.
Tanto en familia como en la
escuela, lo ideal es que aprendamos enseñanzas y hábitos de nuestros padres y
maestros que nos sirvan de por vida. Es decir, que sus palabras y acciones nos
sirvan para ser personas de valor y crecer como seres humanos.
Hay una expresión que dice: “somos el reflejo de nuestros padres” y si bien, es un buen principio, la realidad es que nosotros solo asumimos parte de ellos, junto con otras experiencias y conocimientos. Conforme crecemos y generamos más vínculos y nos desarrollamos como personas y profesionales, formamos nuestro carácter y estilo de vida, de tal manera que, con la suma de ello, nos mostramos a nuestro alrededor. Nuestros sueños, compromisos y responsabilidades logran que seamos arquitectos de nuestros propios destinos.
De ahí que la gente conforme nos
conoce, aprende a tratarnos, nos considera y sabe de nuestra calidad y
capacidad. En cada una de nuestras acciones, reflejamos la esencia de quienes
nos han educado. ¿Dignificamos en vida a quienes nos compartieron sus valores?
LA INCONGRUENCIA
DOMINANTE
Todos nos
decimos que somos “gente de bien” y que hacemos lo mejor por nosotros, por
nuestras familias y hasta por el mundo; sin embargo, llama la atención que a la
menor oportunidad ponemos en escrutinio tal calificativo y pareciera que
nuestras acciones resultantes borran tales expresiones.
Si hay algo que nos enseña la vida es que siempre tendremos retos para asumir
decisiones importantes y en éstos nos mostraremos como lo que realmente somos.
Sólo por citar, nos calificamos
de honrados y ante la infracción que señala el policía vemos la forma de
“arreglarnos”; nos decimos honestos y a la vuelta de nuestro compañero de
conversación nos referimos a él en forma negativa; hablamos de lealtades a
nuestros principios, pero estiramos la liga según nos convenga; manifestamos
convicción por nuestros valores y los ocultamos para obtener beneficios en fin,
basta un poco de tiempo y estar en las situaciones adecuadas para confirmar
quienes somos: personas congruentes a nuestros valores o disfrazarlos y
mostrarnos a conveniencia, seremos de valores frente a situaciones
intrascendentes y de otra manera, cuando obtengamos mayores beneficios.
Si analizáramos los momentos importantes en nuestra vida, realmente sabríamos si ¿hay congruencia entre nuestras palabras y acciones?
EL DÍA A DÍA
Conforme vamos
madurando, encontramos a nuestro paso opciones y elecciones que nos muestran
realmente quienes somos ante nosotros y nuestro medio; dicho conocimiento puede
o no coincidir, pero lo importante es que sepamos quienes somos y hacia dónde
vamos.
Lo simple que era nuestro comportamiento de niños se complica conforme crecemos y vamos teniendo fines particulares. Nuestra complejidad radicará en nuestros valores, conocimientos y elecciones que hagamos; mismas que incidirán no solamente en nosotros sino en las personas que están a nuestro lado o participan de nuestra vida. De tal manera que cada opción que se nos presenta, siempre nos planteará la posibilidad de actuar conforme a quienes somos; tomando en cuenta los principios que nos inculcaron y los conocimientos y experiencias que hemos compartido y hecho nuestros. En nosotros está la decisión de actuar a partir de ellos o manejarlos hasta desaparecerlos en función de las ventajas y comodidades que nos convengan.
Siempre tendremos la opción de decidir o no respecto de nuestra vida, si omitimos elegir no esperemos beneficios; si la asumimos, habrá que ver el real grado de compromiso con lo que somos en función al bienestar deseado. Si nuestro actuar es relativo con nuestros valores, habremos fallado a ellos y en consecuencia a nosotros; independientemente del bienestar o satisfacción que hayamos logrado para nosotros y para quienes participan de nuestro andar.
La integridad se compromete cuando dejamos de actuar conforme a la educación que hemos recibido y pretendemos algo distinto de lo que merecemos. ¡Hablar de ética es bonito en cualquier momento; actuar conforme a ella en las situaciones que la requerimos es sumamente complicado!
VOLVER A LO BÁSICO
Entonces, ¿cómo actuar ante los momentos que nos conflictúan como personas? La
respuesta es difícil, pero sencilla, actuando en congruencia y respeto a los
valores que nos enseñaron los maestros de nuestra vida es decir, aquellas
personas que por su ejemplo e imagen nos aportaron elementos para tomar en
cuenta en nuestra vida y ser la mejor versión de nosotros.
Si, con ellos aprendimos virtudes
tales como: sinceridad, sensibilidad, honestidad, respeto, confianza y amor
propio, recordemos su esencia, fortalezcamos cada una de ellas y apliquémosla
según sea el caso. Sólo por citar, si algo aprendimos en la mesa de la casa con
nuestros padres era la empatía que nos mostraban, su trato humano y solidario
al aportar el alimento. Quizás no era con lujos, pero si con generosidad al
compartir. ¿Cuántas veces nos mostraron que preferían darnos algo a nosotros
que disfrutarlo ellos? Por otro lado, ¿cuántas veces nuestros padres evitaron
lastimarnos con la verdad y prefirieron actuar con sensibilidad y decir las
cosas con sutileza?
En fin, ejemplos de actuar con
valores recibimos muchos de pequeños, basta analizar con calma las situaciones
y encontrarlos. Realmente ¿has
considerado todas las lecciones que te mostraron tus padres con su ejemplo?
A FALTA DE PADRES
También habrá
quien considere que sus padres no actuaron conforme a principios o bien, que no
tuvieron la fortuna de tenerlos; circunstancias hay muchas, pero nunca habrá
motivos para juzgarlos. No obstante, estoy seguro de que siempre tuvimos acceso
a figuras parentales que no necesariamente han sido genéticas: parientes,
profesores, papás de amigos o conocidos. Tomemos en cuenta su comportamiento y
hagamos nuestro lo mejor de ellos, siempre habrá cosas positivas que
considerar. La vida es breve, así que
maximicemos cada lección que tengamos en función a un armonioso y correcto
convivir.
Como hijos siempre podremos tener
diferendos con nuestros padres, ya sea porque no les consideremos méritos
suficientes o cuestionemos la atención que nos hayan brindado; sin embargo,
esto no justifica que haya que buscar que ellos asuman la responsabilidad de
nuestras vidas.
La naturaleza y la vida misma nos
proporcionan elementos para saber que es bueno y que es malo, no tengamos
pretexto para justificar nuestros actos ni mucho menos poner en riesgo la
armonía de la convivencia de las personas que participan en nuestra vida. Es
decir, por más experiencias negativas que tengamos, siempre tendremos opciones
para identificar que es lo correcto al convivir y ser partícipe del medio.
De más está buscar culpables para no ser las personas de valores que debemos ser. Una vez que estamos en posibilidad de interactuar con otras personas, sabemos que es lo correcto y estará en nosotros actuar atendiendo a ello. ¿Eres una persona que tiene mil excusas y pretextos para justificar su actuar?
¿Y EL INSTRUCTIVO?
Así como el
“hubiera” no existe y éste siempre será el presente de los tontos por pretender
supuestas realidades; tampoco hay un manual que nos lleve a ser buenas personas
y aplicarlo en situaciones particulares.
Habrá leyes para los ciudadanos, credos para los devotos y principios para
las personas, pero los seres humanos tienen libre albedrío para actuar en
función de quienes son.
Pretender crear, ordenar y desarrollar
lineamientos de cómo actuar o intentar almacenar aspectos básicos o esenciales
para un correcto convivir estará de más sino los aplicamos. En pocas palabras,
no justifiques tu actuar erróneo para ti y para quien amas en función a que no
existe un Manual para ser Buena Persona
o que no tenías conocimiento de algo; ocúpate de tomar decisiones respetándote
a ti y a las personas que están a tu alrededor y no busques lastimar a nadie.
Si quieres ser una buena persona
actúa como tal y haz buenas acciones. Encuentra congruencia entre tu decir y tu
actuar y parte de la premisa de que no hagas a otro lo que no deseas para ti.
¿ENTONCES?
Las respuestas a
tu vida están en ti, toma las lecciones que te ha dado ésta día a día, abstrae
lo mejor de ellas y sé la mejor versión de ti para que te ames y lo compartas
con quien así lo decidas.
Sin lugar a duda, ¡tú eres más
fuerte y hábil que la suma de tus problemas! Atiende a las situaciones y da las
soluciones que te corresponden en beneficio de ti y de las personas que amas.
Es posible que quizás no haya un texto tan específico para aplicar en cada
circunstancia, pero si hay un catálogo de principios y valores en ti que tu
razón y corazón aplican día a día. ¡Eres la persona que decidas ser!
Para ser una buena persona
¡olvídate del ego, ámate y compártelo! Es decir, sólo basta actuar como tal ¡No
te traiciones por encontrar una satisfacción perecedera! La vida es cómo la veas
y la afrontes ¡Tú decides! Y en tú día a
día tendrás opciones para decidir, deberás actuar en consecuencia y lo más
importante: ¡TÚ TIENES TODA LA RESPONSABILIDAD PARA SER UNA BUENA PERSONA O
RENUNCIAR A SER LA MEJOR VERSIÓN DE TI! ¿Qué opción eliges?
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