Escrito, en ocasiones hasta creo,
demasiado acerca de la lectura con sus grandezas, de las aventuras por correr,
se ha hecho cine con el tema bibliófilo, series comic y hasta manga; de acuerdo
con la época se le ha satanizado, alabado, entrado en discusión y demás
asuntos.
Series de televisión en donde el personaje central es un(a) aburrido(a)
lector, mientras el principal es un galán dispuesto a divertirse. Quien lee es
un ser frustrado sin encontrar su esencia. Cosa de la época.
Hubo un periodo en donde toparse con un libro fue encontrar su destino.
Casi siempre aunado a la música el personaje leía unas páginas para
identificarse con el personaje. Filme esperanzador de inicio a la lectura junto
a un existencialismo ramplón. Así las cosas, así la época.
Una etapa en donde los grupos de música, casi siempre rock, tomaron el título, o parte de una novela, o un ensayo filosófico. Luego se convertía en tema de película. Libro, objeto mágico esperanzador.
Las adaptaciones al cine de grandes novelas, teatro, han formado parte
de la industria cinematográfica (desde Muerte en Venecia hasta El Padrino). ¿La
película ha superado la literatura? Falacia aparte. Y esta es mi visión
personal.
En parte es divertido (como tal absurdo) discutir la grandeza de la
pantalla frente al discurso visual y lo literario. Pasan litros de café entre
un discurso, o pequeñas probadas de coñac, para hacerla mundana, sin caer en
las discusiones barriales de la cerveza.
Cerveza, coñac o café hacen el nivel de la discusión, más no sus
contenidos. Pasé por muchos maestros, uno de ellos afirmaba la diferencia del
discurso. Ya de por sí el cine, el teatro, la música, son artes de la
interpretación y todavía agregarle la traducción, son otros caminos. La
lingüística del discurso.
Uno es producto de muchos. La simbiosis de esos muchos nos lleva a (des)ordenar
nuestra visión del mundo con sus filias y sus fobias. El resultado se
convierte, nos convierte en la sociedad del conocimiento del cual somos
producto. La ética del conocimiento nos lleva a aceptarlo o a ideologizarlo
como si fuéramos únicos.
Iniciamos entonces. ¿Es el libro liberador? ¿Leer es la salvación del
mundo? ¿Libro surge sólo? ¿Qué es un libro? ¿Objeto o contenido? Preguntas,
interrogantes, discurso en el discurso.
Uno de los primeros soportes, en el caso de que el libro sea esto, y ya
nos estamos adelantando, son las tablillas hispano-godas, las cuales datan del
siglo V; se presume sean las primeras manifestaciones lingüísticas del
castellano (una mezcla entre godo, latín)
De estas tablillas a los respaldos web, ¿Qué tanta diferencia existe?
¡Mucha! Me dirán airados: no es lo mismo cargar una piedra a un ordenador
electrónico en cualquiera de sus variantes, y es posible tenga usted la razón,
eso no lo discutiría.
El asunto posiblemente aquí sea otro. Tanto las tablillas como el
respaldo web responden a momentos históricos diferentes. Quizá la pregunta
obligada sea, en estricto censo ¿Hasta dónde responde la forma al contenido
específico? Y con esto nos enfrascamos en otra discusión.
Empezamos comentando acerca de la defensa del libro hecho por otros medios:
Cine, televisión, comic, manga. Afirmamos de como los contenidos responden a ciertas
épocas, muy bien, hasta aquí todo parece correcto. Incluso el extremo de llegar
a la quema de libros y la salvación de la lectura. Todo parece normal.
Pero, nos falta algo. El libro objeto símbolo de culto (en todos los
aspectos) Culto es quien lee, por lo tanto, se vuelve objeto social. Personaje
importante. Forma parte de la Cultura
Nos falta algo. Si ya comentamos los contenidos cambiantes, nos falta el
punto medular de todo esto. En este momento recuerdo a una amiga en su cambio
de decoración. La sala, de acuerdo con la época del año, cambiaba de libros con
pastas diferentes. En algún momento los libros rojos con letras doradas, en
otros, verdes con lomos plateados. Y cómo olvidar la enciclopedia en cómodos
abonos.
Nos falta algo. Sin embargo, en esto de las etiquetas sociales nos
olvidamos del autor.
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