jueves, 18 de noviembre de 2021

Trabajo, Trabajo, Trabajemos Juntos

Por: José Ruíz Mercado

Conflicto antropológico alrededor de las primicias: ¿Faber, Ludens, o Sapiens?  Para los principios se habla de este último como la cúspide del proceso. Las sociedades actuales, en teoría, le dan un lugar privilegiado, aunque en la práctica se acercan más al primero. Doble discurso.

   A finales de los sesenta, dentro de la corriente del blues rock californiano surge un trio singular, uno de los miembros provenía de la Colonia Portales en la Ciudad de México. Su obra hablaba del trabajo. Recuerdo una en especial, propia para esta discusión: Word Together, blues juguetón invitador a jugar en colectivo. Faber vestido de luden, o de cómo puedes sonreírle a la vida.

   Letra y música sencilla, simple, propia del obrero fabril quien sigue una tradición, la del cántico del trabajo, ya no en los campos de cultivo sino en las fábricas, esos enormes monstruos rellenos de concreto, que en los años de la guerra provocaron las zonas industriales en los suburbios urbanos. Los monstruos que nos habla Charles Chaplin en el filme Tiempos Modernos, o Emilio Carballido en Yo También Hablo de la Rosa, Luis Buñuel en Los Olvidados.

   Revisemos el discurso, el de la nueva modalidad, el economicista, el discurso de quien amargamente se queja del quebranto económico, el necesitamos trabajar para que la economía no colapse, el político comparativo entre una estructura de gobierno y otra ante el miedo del dejar de pertenecer al círculo del consumo: Compro, luego existo; los tarjetahabientes (¿Tarjeta dependiente?) sin crédito disponible, luego ¿Le doy crédito? ¿Qué significa crédito? ¿Creer o no creer?) Revisemos el discurso, porque, de seguir así, dejaremos a un lado al bichito psicodélico para salir a consumir, consumir, al final ese es el fin.

   ¿Y si de Tiempos Modernos nos pasamos a Metrópolis? No quiero mencionar al Acorazado Potemkin, ese es un discurso más fuerte. Tampoco quiero ir a Sal de la Tierra, con toda la persecución hecha a quienes participaron en ella. Y menos he de mencionar Que Viva México, a pesar de la cercanía al aniversario de la Revolución Mexicana.

   Entonces ¿Trabajo, juego o saber? El reduccionismo nos lleva a escoger entre uno y otro; cuando se escoge se niega al resto ¿Válido? 2001 Odisea del Espacio abre con una escena de juego, dicha acción lleva a todo un proceso en donde la humanidad se topa con el Deux Machina.

   Entender el juego como un proceso nos lleva a pensar el hacer en colectivo. Trabajemos juntos, ya verán lo divertido, todos somos necesarios. Nadie está abajo, eso lo sabremos si estamos en armonía, fue el ideal del movimiento hippie, luego retomado por los teóricos de la administración científica, quienes propusieron romper con lo esquemático de la administración horizontal por lo vertical. Haz lo que te guste, aquello que te divierte. Lo harás bien. La sociedad te necesita.

Acorde a la economía clásica el uso de la moneda fue un avance social. Con ella se pasaba del trueque a la relatividad del cambio (ya me imagino a los truequistas pelear como lo hacen hoy los regateros) La moneda, por lo tanto, se convierte en un símbolo, una abstracción del trabajo socialmente organizado, un juego matemático. Un cambio de pensamiento.

   Pero no es sólo la representación del trabajo. También es el símbolo del poder, las delimitaciones del territorio. Esta moneda es válida en la comarca. El comercio se vio limitado a utilizar esos símbolos en un área ¿Cómo hacerlo más lejos? Aparece una figura antes desconocida, con esto, la comercialización de la moneda. Otro tipo de abstracción nace la banca. Sin rey y sin corona.

   Lo que en un principio tenía una simbolización ahora tiene otra. Ya no es sólo el trabajo organizado. Ahora es la representación del reino, la que abarca el territorio, lo que ahí se fabrica, por lo que se debe pelear. La obediencia al soberano se vuelve ideológico, la moneda tiene la representación del escudo de armas, lo territorial. El rey es bondadoso por eso, lo que atañe al rey es bueno. La oferta y la demanda de los gremios responden a las necesidades del soberano y la clase que lo sostiene. Pero, debe de existir una ideología, la cual justifique al grueso de la población.

   Pensar y jugar se vuelve un distractor. Lo importante entonces es el trabajo, lo ideal, el individuo, no lo colectivo. La ley de la oferta y la demanda es inmediatista. Por eso el arte no es importante. Las necesidades del rey son otras. Por eso debemos salvar el trabajo del campo, jamás el del artista.

   El trabajo artístico es peligroso. Requiere pensar y jugar. La distracción del espíritu. No importa si ayuda a mantener una buena salud social. Trabajar para satisfacer el consumo es lo importante. Por eso los conflictos políticos más álgidos fueron los del cierre de los centros laborales. No importaban los muertos, importaba la economía. Salvemos la economía, decían los empresarios y los obreros seguían lo dicho por sus patrones. Jamás pensaron quien era la señora economía, o si vestía y calzaba como ellos. Era una abstracción social, es un objeto fuera de su realidad. Se peleó por algo abstracto. Lo que no les pertenecía, se luchó por lo enajenado, lo fuera de sí.

   Cuando se ideologiza se supone responder a algo concreto. No algo abstracto. Lo externo es lo importante. No importa como pienses porque ya sé que no sabes jugar.

Lo más contestatario en esta sociedad enajenada sigue siendo aquel blues simpático y juguetón porque nos llama a eso, a hacerlo juntos y no individualmente. Word Together. Vamos, vamos, trabajemos juntos.


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