Conflicto antropológico alrededor
de las primicias: ¿Faber, Ludens, o Sapiens?
Para los principios se habla de este último como la cúspide del proceso.
Las sociedades actuales, en teoría, le dan un lugar privilegiado, aunque en la
práctica se acercan más al primero. Doble discurso.
A finales de los sesenta, dentro de la corriente del blues rock
californiano surge un trio singular, uno de los miembros provenía de la Colonia
Portales en la Ciudad de México. Su obra hablaba del trabajo. Recuerdo una en
especial, propia para esta discusión: Word Together, blues juguetón invitador a
jugar en colectivo. Faber vestido de luden, o de cómo puedes sonreírle a la
vida.
Letra y música sencilla, simple, propia del obrero fabril quien sigue una tradición, la del cántico del trabajo, ya no en los campos de cultivo sino en las fábricas, esos enormes monstruos rellenos de concreto, que en los años de la guerra provocaron las zonas industriales en los suburbios urbanos. Los monstruos que nos habla Charles Chaplin en el filme Tiempos Modernos, o Emilio Carballido en Yo También Hablo de la Rosa, Luis Buñuel en Los Olvidados.
Revisemos el discurso, el de la nueva modalidad, el economicista, el
discurso de quien amargamente se queja del quebranto económico, el necesitamos
trabajar para que la economía no colapse, el político comparativo entre una
estructura de gobierno y otra ante el miedo del dejar de pertenecer al círculo
del consumo: Compro, luego existo; los tarjetahabientes (¿Tarjeta dependiente?)
sin crédito disponible, luego ¿Le doy crédito? ¿Qué significa crédito? ¿Creer o
no creer?) Revisemos el discurso, porque, de seguir así, dejaremos a un lado al
bichito psicodélico para salir a consumir, consumir, al final ese es el fin.
¿Y si de Tiempos Modernos nos pasamos a Metrópolis? No quiero mencionar
al Acorazado Potemkin, ese es un discurso más fuerte. Tampoco quiero ir a Sal
de la Tierra, con toda la persecución hecha a quienes participaron en ella. Y
menos he de mencionar Que Viva México, a pesar de la cercanía al aniversario de
la Revolución Mexicana.
Entonces ¿Trabajo, juego o saber? El reduccionismo nos lleva a escoger
entre uno y otro; cuando se escoge se niega al resto ¿Válido? 2001 Odisea del
Espacio abre con una escena de juego, dicha acción lleva a todo un proceso en
donde la humanidad se topa con el Deux Machina.
Entender el juego como un proceso nos lleva a pensar el hacer en
colectivo. Trabajemos juntos, ya verán lo divertido, todos somos necesarios.
Nadie está abajo, eso lo sabremos si estamos en armonía, fue el ideal del
movimiento hippie, luego retomado por los teóricos de la administración
científica, quienes propusieron romper con lo esquemático de la administración
horizontal por lo vertical. Haz lo que te guste, aquello que te divierte. Lo
harás bien. La sociedad te necesita.
Acorde a la economía clásica el
uso de la moneda fue un avance social. Con ella se pasaba del trueque a la
relatividad del cambio (ya me imagino a los truequistas pelear como lo hacen
hoy los regateros) La moneda, por lo tanto, se convierte en un símbolo, una
abstracción del trabajo socialmente organizado, un juego matemático. Un cambio
de pensamiento.
Pero no es sólo la representación del trabajo. También es el símbolo del
poder, las delimitaciones del territorio. Esta moneda es válida en la comarca.
El comercio se vio limitado a utilizar esos símbolos en un área ¿Cómo hacerlo
más lejos? Aparece una figura antes desconocida, con esto, la comercialización
de la moneda. Otro tipo de abstracción nace la banca. Sin rey y sin corona.
Lo que en un principio tenía una simbolización ahora tiene otra. Ya no
es sólo el trabajo organizado. Ahora es la representación del reino, la que
abarca el territorio, lo que ahí se fabrica, por lo que se debe pelear. La
obediencia al soberano se vuelve ideológico, la moneda tiene la representación del
escudo de armas, lo territorial. El rey es bondadoso por eso, lo que atañe al
rey es bueno. La oferta y la demanda de los gremios responden a las necesidades
del soberano y la clase que lo sostiene. Pero, debe de existir una ideología,
la cual justifique al grueso de la población.
Pensar y jugar se vuelve un distractor. Lo importante entonces es el
trabajo, lo ideal, el individuo, no lo colectivo. La ley de la oferta y la demanda
es inmediatista. Por eso el arte no es importante. Las necesidades del rey son
otras. Por eso debemos salvar el trabajo del campo, jamás el del artista.
El trabajo artístico es peligroso. Requiere pensar y jugar. La
distracción del espíritu. No importa si ayuda a mantener una buena salud
social. Trabajar para satisfacer el consumo es lo importante. Por eso los
conflictos políticos más álgidos fueron los del cierre de los centros laborales.
No importaban los muertos, importaba la economía. Salvemos la economía, decían
los empresarios y los obreros seguían lo dicho por sus patrones. Jamás pensaron
quien era la señora economía, o si vestía y calzaba como ellos. Era una
abstracción social, es un objeto fuera de su realidad. Se peleó por algo
abstracto. Lo que no les pertenecía, se luchó por lo enajenado, lo fuera de sí.
Cuando se ideologiza se supone responder a algo concreto. No algo
abstracto. Lo externo es lo importante. No importa como pienses porque ya sé que
no sabes jugar.
Lo más contestatario en esta
sociedad enajenada sigue siendo aquel blues simpático y juguetón porque nos
llama a eso, a hacerlo juntos y no individualmente. Word Together. Vamos, vamos,
trabajemos juntos.
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