Dramaturgo
Existen
frases peculiares. Frases sencillas. Identificatorias de momentos, personajes,
épocas, cercanas, alejadas. Frases. Algunas permiten regresar a algún momento,
muchas veces no deseado, así, como quién dice, regreso a otros tiempos.
A
OSCURAS.
Otros son los tiempos. Aquellos cuando
caminábamos por los pasillos de la Facultad (así se llamaba entonces) con los
libros bajo el brazo, los de César Vallejo, la edición cubana. Y nos sentábamos
alrededor de los árboles del patio a leer, discutir línea a línea, verso a
verso al hermano lejano, al camarada inquieto.
LOS
HUESOS DESCOYUNTADOS
Parecía una letanía. Otra manera de decir lo
de otros por nosotros, o lo de nosotros por los otros; eran otros tiempos, a
nadie le interesaba utilizar la primera persona del singular, era ese nosotros,
ese decir por mucho tiempo aquí estamos. Aquí.
EN
EL TINTERO DEL CADALSO
Lo veo venir con su camisa de cuadros, como los
viejos norteños, su camisa de franela a cuadros como si siempre tuviera frío, como
si esperara de su musa sempiterna el dolor en la necesidad de decir otra
historia.
Otra historia. Aquí inicia la leyenda.
Enrique Macías escribió en el periodo de mayor trabajo, el tiempo cuando se
escribía con disciplina, cuando se leía antes que pensar publicar. Se tenía muy
clara la responsabilidad social del escritor. Se leía.
Nadie se atrevía a decir, como apellido,
poeta, antes las líneas, la búsqueda de la palabra exacta, las discusiones, los
versos apenas, como caras sencillas, sonrojadas, con dignidad ante los grandes,
nadie se atrevía a faltarle respeto a la gramática muy a pesar de los maestros,
quienes corregían, una y otra lo escrito por el alumno. Lea a, lea el libro de,
o sencillamente, antes de publicar corrija. Claro, no había redes sociales.
Se hablaba de la vida del poeta como una
referencia, un estilo de vida único. Se hablaba de la crítica a un sistema
caduco, obsoleto, irónico. Se tomaba como un sacerdocio al cual se debía hacer
un culto, una vivencia.
Enrique Macías lo sostuvo, se volvió leyenda porque su vida fue eso, se convirtió en personaje de sí mismo, entró a trabajar en, la entonces Compañía de Títeres del Departamento de Educación Pública del Estado de Jalisco, se generó entonces otra historia, una línea más a su leyenda.
¿Cuándo? ¿Por qué? Los personajes son así.
Se vuelven controversiales. Nos limitan a los mortales cualquiera a verlos en
el camino. Son ángeles más allá de lo terreno. Dan pauta a que hablemos de
ellos, de los personajes. De lo que hablemos va a depender de nosotros, de la
capacidad de asombro de cada uno, de cada biógrafo a la fuerza encerrado en sí
mismo.
Fueron tiempos de crisis, de señalamientos, de
imposiciones. De mentes cerradas ante la discordia de un sistema social
desquebrajado porque no tuvo la capacidad de transformarse. Un sistema político
religioso con la cerrazón al mundo inquisitoria, vertical, sexista. Buenos
tiempos para el surgimiento de los grandes mitos.
Sociedades cerradas dan como resultado las
caras acidas con pretensiones de autoridad, pero también su contraparte,
también la figura contestaria, la de las camisas de cuadros, la alegría a flor
de labios, la sonrisa amplia en las tardes de lluvia.
Los años setenta fueron años de dictadura,
de soldados en la calle, de no pensar porque todo se lo debo a la autoridad.
Fueron años de romper esas estructuras. De tirarse hasta morir porque no había
de otra. Y ni para qué quejarnos. El sistema estaba podrido hasta el fondo y
alguien tenía que decirlo, y se dijo. No había tiempo para los tóxicos, los me
duele el alma.
Luego vino otro momento. Cuando se cuestionó
a los poetas de la crisis. Y se escribió: Y ustedes poetas que creyeron. El
intento de estabilidad social que no se dio (ni se ha dado) a pesar de muchos
intentos. Por infinidad de razones la historia crítica (la mayor, la de más
calidad) en los últimos años la han escrito los poetas, los comprometidos con
el oficio.
Vida, obra de Enrique Macías, fue un
asomarse a la superficie desde lo más profundo de la urbe. Rompió con todos los
esquemas, propuso ese epistolario amoroso dedicado en el fondo a su eterna
dulcinea. A quien dedicó la mayor parte de su producción.
Un día me entero de su muerte. Así, un día nos
sorprendió a todos. Enrique Macías ya había dicho todo lo necesario. Había
ganado en 1978, el Premio más cotizado, el Francisco González León, el de Lagos
de Moreno, Jalisco; ahora ya era el siguiente siglo ¿Qué le faltaba por decir?
Un día me entero de su partida. Hoy, vuelvo
a leer su obra. Hoy comprendo cuanto (una generación completa) le debemos a
Bach, el gran jazzista hasta la fecha, el grande con sus fugas, sus bemoles, su
mística. Cuanto le debemos, cuantos mitos hacemos.
Dije
que después
De
escuchar
A
Juan Sebastián Bach
Bien
pudiera irme
Por
la puerta trasera del penal
Con
mi muerte bien sola
Pero
resulta
Que
después de escuchar a Bach
Me
gusta la vida mucho más
Enrique Macías se volvió leyenda e hizo leyenda a su dulcinea. Enrique Macías es hoy el representante más fuerte del movimiento de la poesía disidente.
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