martes, 26 de octubre de 2021

Acercamiento y Distancia

Por: José Ruíz Mercado
Dramaturgo

Cortázar fue para muchos de nosotros modelo para armar. Recordando uno de sus múltiples títulos, pero, sobre todo fue Rayuela la obra con la cual esos “nosotros” recorrimos los senderos de la literatura, del jazz, de la despreocupación de La Maga.

   Nos fuimos rondando las calles entre los estilos del cine francés y el italiano, sus tomas cualitativas, sus conflictos existenciales, sus escaleras desvencijadas, esas tomas desde arriba, redondas, de diálogos cortos, los interiores; las calles con similitudes de palacio forzado a ser núcleo familiar para muchos y más, o para un individuo aislado.

   Fuimos ese “nosotros” un individuo colectivizado. Palabra extraña, nada común para antes, para después, porque Cortázar nos enseñó a ver, a escuchar, a promover un ritmo, la síncopa, el desparpajo de la Maga en esa magia de estructura. La obra inicia ahí donde tú, nosotros, abramos el libro para iniciar a entrar a ese palacio con función de núcleo habitacional.

   Fuimos (Somos) ese “nosotros” engolosinados con el epilogo de Los Premios, ese atribuido a Dostoievski (habrá ocasiones cuando buscamos de dónde sacó el autor semejante frase, o si sencillamente la inventó para hacernos más sencilla la lectura. Y seguimos la secuencia de los personajes de Los Premios y Rayuela.

   Acercamiento a la distancia. Como quien sube a una Locomotora, no a un tren. Es como La Maga, la imprevista, la magia de leer para entrar a mundos inimaginados. O decir estoy con doscientas cuarenta palabras en el momento mismo de llegar a esa cantidad ¿Sirve de algo saberlo? De seguro para usted, amigo lector, no, pero para quien escribe es más probable como el epilogo de Dostoievski para el escritor.

   Con Rayuela nos enseñamos, aprendimos a leer desde ahí donde se abre un libro. Y en esta locomotora nos subimos por la parte de atrás (¿Y cómo se sube a una locomotora si no es por la parte trasera? Ya me imagino subirse por donde echa humo, por donde canta, por donde dice: ahí voy) aprendimos a ejercer nuestra libertad de lectura.

   Me subo desde la sesenta y ocho. Voyerista desde la escalera de película francesa. Toma perfecta para repetir con serenidad una escena repetida desde diferentes ángulos: Santa Bárbara presente; la luna sin verse (Todo está en silencio y nadie escucha a la / luna entrar por la ventana).

   Me acerco. Hasta donde es posible. Me acerco al 2019.Aquí, en concreto. La editorial Norte Sur, emblemática, con su colección tan especial, tan un cuarto de carta. En dónde esta Biografía de una Locomotora se presenta número seis de la colección, con casi cien páginas.

Su contenido repartido en siete estaciones (con un epígrafe mira a la distancia el acercamiento: Al final del túnel alcanzo a ver una luz; el tren, viene en contra) Ya de entrada, en la primera estación nos llama la incertidumbre “Tengo un boleto, a no sé dónde…” Y así, como en las estaciones de antaño, alguien dice: Vaaaaaamonos.

   Jorge Manuel Herrera es el autor. Según comenta la solapa es poeta, narrador y editor toluqueño con una buena cantidad de obra publicada. En este libro se convierte en el mago feliz de ese mundo de rieles y acero construido a fuerza de montaña.

   La segunda estación (Caja de Agua) nos ofrece una imagen nítida, risueña, imagen que nos lleva a esa maravilla de las vías ¡Ahí viene el ferrocarril! Cielo abajo. Nos vamos con la grandeza de esa oruga de hierro, con sus cientos de patas, sus zapatos de múltiples colores. Y es que, la Biografía…nos lleva a los tonos de la acuarela multiplicada por cientos entre montañas, entre volcanes, entre música, la acústica en un redoble como una sinfonía de Beethoven, de entrada, recia, tronante, para luego entrar en una serenidad visual y pintoresca.

   Entro a las primeras páginas del libro, Pórtico, si, no Prólogo, Pórtico, nos detiene en el umbral, en el acercamiento a la distancia, en el caminar por la obra de Jorge Manuel Herrera, en la visión de José Falconi: “Se me figura que el tren que corre en este libro se fugó del de Dámaso Alonso, Hijos de la Ira, concretamente del poema intitulado Mujer que alcanza, donde una anciana viaja interminablemente en un tren muy largo y muy horrible que siempre para en estaciones diferentes” Me pregunto ¿Esta anciana será Santa Bárbara, la de Herrera?

   Busco las palabras más cercanas a lo poético. Hablo de un libro de poesía. Quiero acercarme a ese ritmo especial, no sé si lo he logrado. Lo único que sé es que llevo escritas setecientos sesenta y tres palabras hasta este momento.

   Luego, hago memoria, cercana, aún más que esa biografía. José Falconi publicó en junio del 2021 Aguamuerte y Sonidos Nucleares, en la colección Cuadernos de la Comuna, el número 124 de la serie poesía. También en Toluca.

Desconozco si Jorge Manuel Herrera y José Falconi formen parte de ese “Nosotros” Lo desconozco. Sin embargo, ya nos hicieron parte de un viaje fantástico, como el de La Maga. Lo desconozco, que tanto es ese acercamiento a la distancia.     



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