El poemario Invisibilidades de la poeta puertorriqueña Tania Anaid Ramos González invita al lector a acercarse a lo que no se puede ver y, desde esta imposibilidad, permite que se utilicen los otros sentidos para transmitir emociones. Conocida como “Azula”, la poeta apuesta a la expresión de su propia voz en una sociedad patriarcal. Su poesía crea un espacio resguardado para compartir sentimientos, asumir pérdidas y acercarse al dolor.
El libro se compone de tres secciones. Cada sección
está organizada a partir de una dedicatoria a mujeres que han tenido un impacto
en la formación tanto poética como ética de la poeta. Los poemas de cada
sección evocan el contenido y la forma relacionados con estas mujeres sin que
resulte en un calco directo o sin que se pierda la autenticidad de su voz. Por
lo tanto, el libro se podría leer como tres poemarios en uno. Los poemarios
convergen en la necesidad de expresar lo intangible desde una perspectiva
femenina.
La primera sección está dedicada a la poeta uruguaya
Idea Vilariño. Con epígrafe anclado en la noción de la posesión y la
invisibilidad, los 24 poemas que componen esta parte se destacan por su
brevedad creando una poética de lo diminuto. Esta necesidad de abandonar el
exceso de la palabra contiene una profundidad que remite al deseo de la voz
poética de materializarse desde el comienzo. El primer poema, “Mujer borrada”
presenta el deseo de la mujer por existir en una sociedad que tiende a hacerla
invisible. La voz poética está consciente de que la mujer parece borrarse, pero
no deja de ser presencia a través de la escritura. De este modo, el poema
sienta las bases para una de las propuestas más importantes del poemario: la
poesía es refugio para la mujer y anida la oportunidad perfecta de expresión.
De hecho, esta visión de la escritura poética aparece en poemas de otras
secciones como “Me escondo frente a las palabras”, “Un poema ambulante me
visita” o “Asomada en la punta del silencio”.
La segunda sección está dedicada a la poeta puertorriqueña Ángela María Dávila. Con epígrafe que enlaza lo palpable y la invisibilidad, los 16 poemas de esta parte sobresalen por la osadía de materializar el deseo, los afectos y las carencias. Los poemas son más largos y, sobre todo, más expresivos. Esta libertad que parece tener la voz poética hace que la crítica a la situación de la mujer se haga más explícita. El primer poema, “Azula se mece”, refleja la vacilación por expresarse y esconderse: “Azula se tiende/ en la noche comida de luces/ se muerde la lengua, su lengua,/ escribe algún verso y vuelve a borrarse.” Desde este poema, la voz poética se autonombra Azula. Con múltiples connotaciones simbólicas, la poeta nos parece remitir, consciente o inconscientemente, a Rubén Darío y su libro Azul (1888). Este paralelismo se da no tanto por su estilo, sino por su gesto. De hecho, el último poema del poemario, “Soneto a una herida”, nos recuerda la innovación literaria en el soneto llevada a cabo por el poeta nicaragüense. En el poema “Me estoy asomando a tu querencia”, la voz poética parecería recuperar el azul de Darío para feminizarlo y subrayar la ausencia de la palabra de mujeres en la poesía tradicional. No es casual que palabras como “nocturno” y “tristeza” aparezcan en el poema.
La tercera sección está dedicada a la activista
puertorriqueña Lolita Aulet. Contrario a las otras secciones dedicadas a poetas
de la palabra, la dedicatoria pretende hacerle homenaje a una poeta de la
acción. Con epígrafe que enlaza movimiento e invisibilidad, los 25 poemas de
esta parte se distinguen por el énfasis en lo político y en la justicia social.
El primer poema, “La res”, anuncia al lector que se ha entrado en la esfera de
lo público sin abandonar la perspectiva femenina. El tono de la sección es más
militante. Esta sección combina la lucha social con el deseo como sugiere el
título de una de las composiciones, “Un mayo en huelga se enlista al deseo”.
Igualmente, el tono es más crítico. En “Un hombre invisible” se combinan
perfectamente estas observaciones: el hombre se define por la voz, el alma y la
luz mientras que la mujer lo hace por la nostalgia, el gemido del corazón y el
viaje ondulante de sus sueños en un país que no se percibe o que se ha perdido.
En el poema “Me escondo tras las palabras”, esta crítica es mucho más mordaz:
“en un país que practica la necedad”. Si bien hay un compromiso con el país de
origen, la voz poética tiene la capacidad de hermanarse con la situación en
Gaza como sucede en el poema “A Gaza”, en que se mencionan el dolor, los huesos
y los muertos: “la ciudad adormece y susurra amorosamente a sus muertos”. Desde
luego, abordar la cuestión pública no omite el interés por acercarse a los
espacios íntimos y domésticos como en el caso de “Miedo no te quiero ver” o
“Huele a sabor”.
Si bien la estructura del poemario está bien
organizada, el marco en el que aparecen los poemas asimismo está bien
concebido. El poemario abre y cierra con un soneto. El soneto ha sido la forma
tradicional por excelencia en poesía para describir a la mujer desde que
Garcilaso de la Vega implementó exitosamente la métrica italiana a la poesía
española. Con esta inclusión al principio y al final, la poeta demuestra que
domina el género, que el género la antecede y que el género la proseguirá. No
obstante, ella elige el verso libre en las composiciones del libro para
recordar que, al igual que la libertad que defiende en la mujer, hay que
defender la libertad métrica en el verso mismo sin olvidar que el ritmo es el
fundamento indispensable de todo poema. Por tanto, las creaciones que están
adentro, tanto del libro como de la vivencia personal, no se pueden controlar o
no pueden seguir unas reglas impuestas por otros. En este sentido, la poeta no
ignora las reglas, pero sigue las propias. Cada verbo, cada nombre y cada
adjetivo ha sido pensando.
Los poemas contienen imágenes poderosas que ayudan a
lidiar con el deseo, el dolor, y la nostalgia. Cada uno de ellos es un universo
propio, pero conecta muy bien con los demás. Invisibilidades es un
poemario bien pensado, escrito con calma, con un fuerte sentido de unidad. Leer
el poemario es una experiencia gozosa que nos recuerda que la escritura expresa
aquello que no es visible, pero que se puede sentir: miedo, soledad,
aspiraciones. Precisamente, las ansias de hacer visible aquello que no lo puede
ser nos lleva a pensar que los lectores, los visibles o los invisibles, tendrán
una complicidad inmediata para disfrutar la magia de la poesía.
Sobre
la autora del Prologo
Melissa Figueroa Fernández (puertorriqueña) es profesora en la Universidad de Ohio. Obtuvo un bachillerato y una maestría en Estudios Hispánicos en la Universidad de Puerto Rico, Río Piedras. Completó su doctorado en la Universidad de Cornell. Ha publicado en Bulletin of the Comediantes, ehumanista/Conversos, Journal of Spanish Cultural Studies, MLN, and Bulletin of Hispanic Studies. Su primer libro de cuentos, Nota de duelo, fue publicado por ArtePoética Press en 2018 y obtuvo una mención honorable en la categoría de cuento en el certamen del
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