viernes, 2 de octubre de 2020

Charla con Fernando Díez de Urdanivia

 

Por Marcela Magdaleno Deschamps
Primera parte

Fernando Diez de Urdanivia pertenece a varios grupos culturales además de ser un hombre de veta literaria y gran conversador, es una institución en el periodismo mexicano. Hijo del fundador de la escuela de periodismo, Carlos Septién García, fue maestro y conferencista de la misma escuela; miembro del Club de Periodistas, fue editorialista del periódico el Heraldo por más de diez años, siendo director y dueño Don Gabriel Alarcón. Colaboró en reseñas deportivas en el diario el Occidental en Guadalajara Jalisco. Trabajó en el Excélsior y aportó en la sección Diorama de la Cultura notables artículos sobre música. En Novedades colaboró muchos años con Fernando Benítez. Colaboró en El "Día" con Ramírez y Ramírez. Fue promotor cultural en Bellas Artes con Celestino Gorostiza y José Luis Martínez, organizó el departamento de prensa en la Secretaría del Trabajo, en el gobierno de Miguel Alemán, fue miembro del Centro Mexicano de Escritores con Francisco Monterde, Juan Rulfo y Arreola. Fue miembro de la Unión de Cronistas de periodistas en la ciudad de México, colaboró en la revista Audio Música con Otto Meyer Serra y en la sección cultural del Universal hasta que cerró.

Urdanivia falleció el 24 de febrero de este año, Fue un periodista neutral y libre pensador y éste oficio fue la columna vertebral en su vida. 

Em ésta charla nos comentó: “La misión de un periodista en nuestros días es aprender a escribir bien, después comunicar”. Recuerdo un lema de un periódico que decía el diario que informa y forma opinión. Creo que es el deber de un periodista: informar y formar. También debemos tener en cuenta que antes estaba separado el periodismo de la información. Hoy casi todo tiene tendencia, antes, para la opinión, se usaba el artículo o la editorial, hoy se ha perdido esa línea. Por ejemplo, en el Heraldo mi postura como editorialista era pesada porque a veces tenía que escribir contra mi convicción, acordarlo con el director y revisarlo con quien lo había encargado, hoy creo, ese principio ético, no se cumple. Por otro lado la preparación de un periodista de hoy, es muy deficiente. Por ejemplo, en la escuela deberían existir materias que ya están prácticamente en desuso como la sociología, filosofía, historia universal y de México. Eso es lo que yo estudié cuando inició la Septién y daba una visión más completa de la vida. Pero lo más importante era la técnica de redacción, esa la aprendí con Buendía. También gramática, por supuesto, sin embargo, como técnica no memorizada. La clave del periodista es aprender a escribir rápido y bien.
Hoy en día estoy bien, claro que ya no es lo mismo que hace veinte años, pero no me puedo quejar, claro mi trabajo es sedentario y paso muchas horas al día sentado en la computadora, pero lo resuelvo bien, despierto, leo y escribo y al medio día hago un break, salgo al jardín a hacer gimnasia luego, como con mi esposa, duermo un poco y adelante. Siempre estoy escribiendo. Desde hace tiempo escribo para la editorial Milenio, libros de encargo, a veces aburridos, pero generalmente interesantes. Ahorita estoy escribiendo una biografía de Emilio Portes Gil. Un amigo me mandó apenas una autobiografía y estoy sacando muchos datos útiles.

Para hablar del periodismo necesariamente debo mencionar a mi padre Fernando Diez de Urdanivia, poblano quien a los veinte años se fue a vivir a México con toda la familia. En 1926 comenzó a meterse en la prensa. Mi padre fue un periodista de derecha católica muy bravo a quien le cerraron varios periódicos, hasta que Plutarco Elías Calles le mandó un recado: “Te vas o te mueres”.  Entonces mi padre se fue a Estados Unidos a salvar su vida, ahí conoció a mi madre, se casaron y después se regresaron a México. Yo nací en la ciudad en 1932 en la avenida Álvaro Obregón entre la calle Mérida y Córdoba, cerca de la sala de discos Margolin. Mi infancia fue un poquito atípica porque, obviamente después del destierro, mi padre regresó sin dinero y se fue a vivir a casa de su familia, provisionalmente, pero ese provisional duró muchos años, y ahí nací, entre tías y tíos. En 1943 estaba yo por cumplir once años y nos fuimos a vivir a Guadalajara y fue un cambio radical porque ya sólo éramos mi padre mi madre y yo. En Guadalajara aprendí a crecer y a ser hombre, porque los jaliscienses son muy broncos y tenía pleitos en la escuela todos los días. Mi afición musical es un poquito especial, inicio con las hermanas de mi papá, porque dos eran aficionadas a la zarzuela y entonces me llevaban, cada ocho días, a las temporadas en alguno de los teatros, sobre todo recuerdo el Abreu y el Hidalgo. Ahí me aficioné a la música. Luego en Guadalajara mi padre era muy aficionado a la música y obviamente heredé su afición. Mi padre fue director del periódico Occidental y un tiempo vivíamos a dos o tres calles de ahí y yo iba prácticamente todos los días. Ahí conocí a Juan José Arreola y Antonio Alatorre. Ahí, un día el portero del diario me sorprendió porque daba clases de música y me inicié con la guitarra después el solfeo y finalmente el piano, que hoy está ahí abandonado porque no tengo tiempo de tocarlo.
De regreso en México volvimos a casa de mis tías ya transitoriamente porque mi padre compró una casa en la calle Tabasco en la esquina del parque Urueta y un día mi padre entró a trabajar a Excélsior de director editorial.
En esa atmósfera periodística de la ciudad de México mi padre se dio cuenta que hacía falta algo y decidió hacer una escuela. Al principio inició con ciclos de conferencias sobre periodismo. Los cursos comenzaron cuando nos cambiamos de Obregón a Tabasco y se daban en distintos lugares y con distintas personas. Ahí le propusieron hacer una escuela de periodismo y se hizo. Mi padre fue el primer director y ahí estudie. La escuela la inició con dos o tres maestros entre ellos estaba Alejandro Avilés escritor poeta, otro maestro que quise mucho fue el doctor vasco Ramón Ertze Garamendi maestro de sociología, filosofía y teología. Él era exiliado de izquierda y estudió en la universidad de Lovaina. La escuela de periodismo inicio católica lo cual me sirvió mucho. Mi primera clase me la dio Alejandro Avilés.
Así fue como mi padre fundó la escuela Carlos Septién García, él fue abogado de profesión, pero nunca ejerció siempre fue periodista. Cuando entré a la escuela estaba terminando mi segundo año de preparatoria, antes sólo eran dos años, y la escuela era nocturna. Al segundo año de la escuela entró de maestro Carlos Septién García y me dio clase. La carrera era de cuatro años. Cuando terminó la primera generación mi padre nombró director a Carlos Septién. Pero sucedió algo muy triste, ese año el presidente inauguró la presa Falcón en Coahuila, a un lado del Rio Bravo, hubo un avión especial para periodistas y lamentablemente se calló, todos murieron, bueno se salvó uno. Al cabo de un tiempo le pusieron a la escuela Carlos Septién García, en honor al maestro. La ubicación de la escuela ha cambiado mucho, la primera estuvo en la calle de Edison en la colonia San Rafael. Luego se cambió a San Juan de Letrán, ahora Eje Central, a una calle de la avenida Juárez. Luego estuvo en Durango en la Condesa y finalmente donde está ahora. La escuela era muy buena porque, ojalá que ahora dieran esas materias, enseñaban básicamente la técnica de periodismo era un programa muy bueno había ciclos de conferencia con gente de primer nivel. Uno de mis maestros de técnica fue Manuel Buendía que murió y nunca se supo ni por qué, ni quién. Carlos Alviar Acebedo fue el heredero de Carlos Septién y luego Avilés que duró muchos años y fue realmente quien levantó la escuela poniéndola donde está ahora, atrás de la lotería nacional.


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