miércoles, 16 de septiembre de 2020

Me Gustan las Historias

                                     

Por: José Ruíz Mercado
   Me lo dijo así de pronto ¡Me gustan las historias! No tuve más remedio que contarle una como todas las que se cuentan con esa parte de verdad combinada de mentira si no pierde su interés aunque no siempre de importancia. Bueno, inicié.

Apenas pronuncié las primeras frases me interrumpió: Esa ya la has contado, una y otra vez.       Te puedo dar varias versiones; enfatizó ¿Cuál quieres? La versión del lunes, la de la semana anterior. Me ve burlona, con ganas de jugar.
   Con ganas de jugar en la ironía. Me desea decir las ocasiones repetidas de la misma historia, desea decirme la ausencia del juego como cuando se escribe para ser silencio, no para estar en silencio y jugar con él.
   Me lo dijo con una leve sonrisa ¿Qué sucede con las historias antes de escribirse? Mejor, ¿qué sucede con los lectores antes de que las historias fueran escritas? ¿El Quijote existió antes? ¿Había Quijotes antes de Cervantes? ¿Una Maga antes de Cortazar?
   Me dejó sin saber la respuesta. Se encaminó a la puerta. El cuarto casi a oscuras. Una pequeña luz entraba. Parecía una cueva. Esa luz era la salida, estaba a unos metros, y yo desconocía si salir era lo debido. Se detuvo para afirmar: El lector no se da así nada más. Antes se debe enamorar, permitirle entrar, así, como ahora.
   ¡Qué confusión! Me dio la espalda y con la mano derecha me hizo una adiós a la distancia mientras pretendía responder varias dudas ¿Cuál es la relación entre obra y autor? ¿Quién define a quién? No es ¿Quién fue primero? Nada, no estamos en el medioevo. Es más complejo.
   Me volví a decir para mis adentros. A interrogarme ¿La definición es un término con una carga semántica demasiado fuerte? ¿Sólo es una palabra sin la mayor relevancia? ¿Una frase? ¡Ah! Bendita mujer, dije.
   Definir da sentido de pertenencia. Sí, pero también de exclusión. Limitante pero universo. Es uno en la totalidad al lado de la nada. Ésta permite el movimiento, no lo excluye, lo afirma. Es por… luego se me vino un silencio.
   La obra. Aquí inicia el conflicto. Somos lo que leemos. Entonces de entrada la obra define al lector cuando determina cual lectura prefiere. Además del medio. La libertad de decidir también lo define.
   ¿Libro? ¿Revista? ¿Impreso o digital? El medio hace la diferencia. MacLuhan lo afirmó certeramente al afirmar “El medio es el mensaje” frase acuñada por Marshall McLuhan, la cual significa el como la forma de un medio se incrusta en cualquier mensaje que transmita o transporte, creando una relación simbiótica en la que el medio influye en cómo se percibe el mensaje.
   Aquí tenemos un apriorismo todavía más complejo. La teoría del lenguaje se trasforma. Primero se afirmó el cambio a partir de la historia. El lenguaje no es estático, se dijo en un principio, y se cambió el deber ser por los cambios sufridos a partir de las épocas.
   Luego, el contraste ideológico con lo étnico. Cada cultura tiene sus significados a partir del manejo de usos y costumbres. Cambian acorde a la problemática interna de los grupos conformantes de la sociedad en su conjunto.
   Y se vinieron los estudios lingüísticos con sus directrices diversas: La lingüística histórica, la socio lingüística, la etno lingüística y otras tantas. Llega la teoría de la aldea global, junto con ella las teorías de la dependencia.
  Luego me viene una duda cuando me pregunto el cómo lo quiere. Así. Como en el restaurante más fino ¿Impreso o digital? Porque, efectivamente, si como afirmó McLuhan, el medio influye en la percepción, luego entonces, se requieren nuevos escritores ¿Será?
   Cuando leemos un texto en el ordenador electrónico no es lo mismo cuando lo leemos en una impresión. Y aquí entramos a otra discusión antes de continuar. Hablamos de computador, de computadora en el sentido coloquial ¿Por qué entonces utilizar ordenador electrónico?
   Bueno, precisamente porque es esto. Un ordenador. Es tanta la costumbre de utilizar adjetivos como sustantivos que olvidamos su hacer. Una anécdota. Hace algunos ayeres pedí un trabajo escrito a máquina. Uno de los alumnos, en parte molesto, dijo: Sólo tengo computadora. Tenía toda la razón.
   Entonces. Si leemos un cuento en digital. La iluminación del aparato va a influir en la comprensión. Por lo tanto, requerimos de una estructura diferente para generar la empatía  requerida al lector. Acorde al medio.
   Nos metemos entonces a otro conflicto ¿Qué tipo de ordenador digital usamos? ¿Nuestro teléfono celular? ¿Una lap? En el mejor de los casos, con la fortuna tecnológica, una pantalla de amplia definición.
   Si, es verdad ¿Qué sucede con una historia antes de escribirse? Se complica cada vez más el oficio de escribir. Cortazar jugó con las estructuras impresas. Muchos de sus libros fueron más lúdicos por su impresión que por la complejidad de su historia, un verdadero acierto.
   Se habrá pensado ver a La Maga, la pregunta de ¿cómo voy a encontrarla en ese puente con toda la poesía inherente a su acción retenida en tiempo y espacio? ¿Qué diría Proust?
   ¡Me gustan las historias! No tuve más remedio que contarle una como todas las que se cuentan con esa parte de verdad combinada de mentira si no pierde su interés aunque no siempre de importancia. Bueno, inicié.
   Fue entonces que la vi salir por esa puerta plena de luz que la hizo verse como una silueta lumínica.

   


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