Elena Garro y Helena Paz |
Escritora, editora e investigadora mexicana.
Al entrar a un
auditorio, la pequeña figura de Elena Garro se
transfiguraba como si produjese el reverberar de una llama incandescente.
Rubia, cubierta en pieles, manos inquietas, ojos vivos y poco maquillaje, su
porte hacía creer que se trataba de una actriz de cine. Pero Elena
irrumpió en ese mundo del otro lado de la cámara, de manera natural, debido a
su conocimiento sobre la plástica y las artes escénicas —la danza y el teatro colmaban
de magia su universo—. En 1933, invitada por el pintor y director Adolfo Best
Maugard, participaría por primera vez en el cortometraje "Humanidad".
Sabemos por lo que Garro menciona en sus diarios que de niña fue
poseída por el hado de las letras, parte de su infancia la vivió en Iguala,
Guerrero, donde tomó clases con su padre y su tío Boni, en compañía de su hermana
Deva. Entre los libros de Las mil y una noches, Lope de Vega,
Garcilaso y los griegos; la Leona
como le decía su abuelo, por su cabello rubio e indócil temperamento, entre viajes
y conversaciones familiares forjó su técnica de estudio
autodidacta.
Niña
insaciable y rebelde, elementos que matizaron su narrativa poética que
posteriormente tomaría un tono agridulce. Dos experiencias detonaron su
imaginería: los títeres y el cine de pueblo. “Una vez cerca de Iguala, vino el cine y se
hizo la fiesta, todos asistimos, iba el mozo, mi padre, tío Boni y mi hermana.
Los del pueblo llevaban sillas que acomodaron como noche de muertos. Las madres
prohibían a sus hijos ir, creían que era cosa del diablo, pese a que el cura
estaba sentado en primera fila rodado de convites. Los niños escapaban a ver
películas frente a largos lienzos blancos. No se hacían esperar los vendedores
de pulque, garapiñados, tabacos y frutas secas. En las tertulias se proyectaban
batallas de guerra y cintas de Méliès”. Me comentó Elena en una charla que
tuvimos en su casa de Cuernavaca, en 1996.
Elena Garro admiraba profundamente las crónicas de Armando de María y
Campos por eso su cine tiene un esencia teatral; años más tarde esto afirmará
su estructura y ritmo literario donde transmite una
sensación de persecución, y a través de libretos y guiones visibiliza todo lo
invisible, basando el guión en la estructura del cuento. En una charla entre Garro y
Mauricio Magdaleno comentó: “El guión del Compadre
Mendoza es perfecto. Esa película cambió mi forma de ver cine, comprendí
que podían evidenciarse los abusos sociales, estéticamente”. Para ambos la
clave de un buen guión radicaba en un buen cuento,
y coincidían en lo grandioso de la película "Macario",
basado precisamente en un cuento de Bruno Traven con guión de Emilio Carballido.
Garro inició escribiendo guiones bajo la dirección de Julio Bracho, a quien conoció en los años 30, cuando ella fue la escenógrafa de Las troyanas. Elena escribió Historia de un gran amor (1942), inspirado en la novela de Pedro Antonio de Alarcón: El niño de la bola, pero su nombre no apareció en los créditos. También colaboró como argumentista junto con Juan de la Cabada, Josefina Vicens y el director Mauricio de la Serna en Las señoritas Vivanco (1958), resultando un taquillazo, los actores fueron: Sara García, Ana Luisa Pelufo y Claudio Brook.
Siempre tuvo una relación amorosa con el cine, en una carta comenta: “En
París inicié haciendo traducciones para el cine, me hice amiga de mucha gente
de teatro y literatura como Benjamín Péret, André Bretón. Hice traducciones y
pequeños trabajos para cine, pues en México ya había hecho varias películas como
escritora o correctora de scripts y diálogos, pero me estaba prohibido el
trabajo de creación”.
La vida de Elena Garro estuvo trazada
por una extraña inmolación, sacrificó su vida por la palabra y la justicia
social por su familia. El acecho constante de lémures, como el plagio y
blasfemia la persiguieron como sombras tenebrosas; la élite intelectual mexicana la excluyó, en parte
porque hablaba sin pelos en la lengua y también por sus intervenciones en las
luchas sociales. Antes de ser condenada como la conspiradora número uno del
movimiento del 68, se involucró en las luchas agrarias protegiendo a algunos
campesinos de Ahuatepec, Morelos, y después como seguidora de Rubén Jaramillo, asesinado
brutalmente, a quien le escribe un poema en 1963:
“Roto el ensueño, /quebrada la ilusión, el
soñador/del campo que con los ojos abiertos oyó una noche/el canto de la
oscuridad, ahora vela una fétida esperanza./.Alguna
vez quiso escribir un guión sobre Jaramillo, pero el estruendo de la bayoneta resonaba
en su inconsciente y renunció al proyecto.
En sus conversaciones,
a menudo denunciaba a la mafia literaria y, por supuesto, lo sufrió de primera
fuente teniendo a Octavio Paz como esposo. En uno de sus diarios lanza esta
pregunta: “¿Por qué creen que en mi país hay tantos escritores famosos carentes
de talento? Con los colmillos de lobo feroz y el talento agudizado del plagio”.
Acerca de sus films descubrimos que algunos no los firmó, otros se filmaban con
otros títulos o excluyendo su autoría; hubo argumentos sin filmar como El ángel de la guarda –el cual se
encuentra en los archivos de la Universidad de Princeton—, En memoria de Paulina, basado en el cuento homónimo de Adolfo Bioy
Casares, y otros, extraviados en alguna mudanza. Antes no era tan usual
registrar una obra, a veces eran simples pactos de palabra; pero sí se tienen
registrados varios guiones en el Sindicato de Autores. En una anécdota de
Helena Paz explica: “Mi madre escribía guiones, después los regalaba o dejaba sin firmar. Cuando
vivíamos en París mi abuelo mandó una carta sugiriendo hacer algo legal porque ya
se estaban adjudicando
su trabajo; en la carta había un recorte de
periódico se publicaba el taquillazo de una de ellas, y por supuesto sin su
nombre, y nosotras, sin recibir un peso”.
Corría el año de 1961 cuando Elena, ya separada de Octavio Paz vivía
en París, recibió una carta de su prima Amalia Hernández pidiéndole un
argumento para el Ballet Folclórico. Una misiva de 1964 dice lo siguiente: “Estando yo en París, la señora Hernández me encargó una historia para
una comedia musical estilo Wild Side
Story. Con un poco de El año pasado
en Mariendbad, y un poco de Hiroshima
mon amour, adapté un cuento mío: De
noche vienes, lo envié y contestó en un telegrama: Argumento extraordinario
emocionantísima, Amalia”. Prosigue: “Propuse a Marcel Camus, me pareció que mi
historia coincidía con su línea de dirección”. La película no se filmó bajo
esas circunstancias porque hubo muchos intereses que dificultaron un proyecto
que pudo haber sido genial, ya que también se había integrado al equipo Juan de
la Cabada, Gabriel Figueroa y Felipe Subervielle. Fue hasta 1965 cuando el
filme Sólo de noche vienes, se realizó, bajo la dirección de Sergio
Véjar, argumento original de Garro, guión de Manuel Zeceña y el director,
música de Charles Trenet; actúan Elsa Aguirre y Julio Alemán, en una aventura delirante
de pasión en Semana Santa.
Hablar de su obra implica citar que muchos de sus textos:
diarios, dramaturgia, poesía y guiones, fueron vendidos por Helena Paz a la
Universidad de Princeton en New Jersey y otros desaparecieron antes de su
muerte. Consideramos prudente expresarlo porque algunas voces del ambiente
literario han tergiversando la imagen de la amada denunciante y es
importante esclarecer su naturaleza humana y literaria. En 2010, en una conversación que mantuve con Helena Paz sobre su
madre, señaló: “Mi mamá entró al cine porque mi tía Deva era novia de Rodolfo
Echeverría [Rodolfo Landa, en el medio cinematográfico] y él actuaba en algunas
cintas, mi madre también actuó en varios filmes como extra, pero hacía corajes,
las películas no eran buenas y prefirió escribirlas”.
La película Las puertas del paraíso (1970), ganó el Ariel de Oro en 1972, dirigida
por Salomón Laiter con las actuaciones de Jacqueline Andere y Jorge Luke, es un
argumento original de Elena Garro, en donde tampoco le dan crédito; se trata de
una historia de jóvenes sumidos en la drogadicción y los excesos. “Después de
eso –me comentó Helena Paz-, el gobierno boicoteó las películas “de contenido
dudoso” y afectó la creatividad en la industria cinematográfica nacional. Los
guiones de Garro pueden considerarse cine independiente, experimental o de
contenido; no eran películas comerciales y frívolas donde se explota la imagen
de la cabaretera, el Santo y personajes urbanos como el peladito o actores y
cantantes que después aseguraron su futuro en telenovelas”.
La obra de Elena Garro también fue llevada al
cine. Archivaldo Burns filmó Perfecto luna (1959) y Juego de mentiras (1967). La cinta Perfecto Luna fue
incluso enviada al Festival de Cannes, pero sin fortuna. En 1969, Arturo
Ripstein dirigió Los recuerdos del
porvenir, con muy malos resultados a los ojos de Garro a quien no le gustó
ni la adaptación ni el reparto. El último cortometraje, de 1995, estuvo basado en
el cuento “¿Qué hora es?”, bajo la dirección, producción y actuación de Pilar Pellicer, adaptado por Teresa Melo. El contrato fue extraño, porque Pilar visitó a Elena, le encantó el
proyecto y contestó: “Sí, cómo no, dame un papelito para que firme que doy el
permiso”. Así era ella, amorosa y confiada.
Elena tenía una frase: “Cuando
no puedo dormir leo a Garro y me duermo”. Fue
una insatisfecha y
autocrítica, producto de su diario ejercicio literario; casi nunca gozó sus
escritos, varias veces se menospreció soltando su frase: “Sólo escribo para ganar dinero”. Sabemos
que no es cierto, ya que para ella, escribir era un móvil para aliviar penas,
expresar su amor y denunciar.
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