viernes, 11 de septiembre de 2020

El blanco misterio de la noche

                                              
Elena Garro y Helena Paz
Por: Marcela Magdaleno Deschamps
Escritora, editora e investigadora mexicana.
Al entrar a un auditorio, la pequeña figura de Elena Garro se transfiguraba como si produjese el reverberar de una llama incandescente. Rubia, cubierta en pieles, manos inquietas, ojos vivos y poco maquillaje, su porte hacía creer que se trataba de una actriz de cine. Pero Elena irrumpió en ese mundo del otro lado de la cámara, de manera natural, debido a su conocimiento sobre la plástica y las artes escénicas —la danza y el teatro colmaban de magia su universo—. En 1933, invitada por el pintor y director Adolfo Best Maugard, participaría por primera vez en el cortometraje "Humanidad".


Sabemos por lo que Garro menciona en sus diarios que de niña fue poseída por el hado de las letras, parte de su infancia la vivió en Iguala, Guerrero, donde tomó clases con su padre y su tío Boni, en compañía de su hermana Deva. Entre los libros de Las mil y una noches, Lope de Vega, Garcilaso y los griegos; la Leona como le decía su abuelo, por su cabello rubio e indócil temperamento, entre viajes y conversaciones familiares forjó su técnica de estudio
autodidacta. 


Niña insaciable y rebelde, elementos que matizaron su narrativa poética que posteriormente tomaría un tono agridulce. Dos experiencias detonaron su imaginería: los títeres y el cine de pueblo. “Una vez cerca de Iguala, vino el cine y se hizo la fiesta, todos asistimos, iba el mozo, mi padre, tío Boni y mi hermana. Los del pueblo llevaban sillas que acomodaron como noche de muertos. Las madres prohibían a sus hijos ir, creían que era cosa del diablo, pese a que el cura estaba sentado en primera fila rodado de convites. Los niños escapaban a ver películas frente a largos lienzos blancos. No se hacían esperar los vendedores de pulque, garapiñados, tabacos y frutas secas. En las tertulias se proyectaban batallas de guerra y cintas de Méliès”. Me comentó Elena en una charla que tuvimos en su casa de Cuernavaca, en 1996.

Elena Garro admiraba profundamente las crónicas de Armando de María y Campos por eso su cine tiene un esencia teatral; años más tarde esto afirmará su estructura y ritmo literario donde transmite una sensación de persecución, y a través de libretos y guiones visibiliza todo lo invisible, basando el guión en la estructura del cuento. En una charla entre Garro y Mauricio Magdaleno comentó: “El guión del Compadre Mendoza es perfecto. Esa película cambió mi forma de ver cine, comprendí que podían evidenciarse los abusos sociales, estéticamente”. Para ambos la clave de un buen guión radicaba en un buen cuento, y coincidían en lo grandioso de la película "Macario", basado precisamente en un cuento de Bruno Traven con guión de Emilio Carballido.

Garro inició escribiendo guiones bajo la dirección de Julio Bracho, a quien conoció en los años 30, cuando ella fue la escenógrafa de Las troyanas. Elena escribió Historia de un gran amor (1942), inspirado en la novela de Pedro Antonio de Alarcón: El niño de la bola, pero su nombre no apareció en los créditos. También colaboró como argumentista junto con Juan de la Cabada, Josefina Vicens y el director Mauricio de la Serna en Las señoritas Vivanco (1958), resultando un taquillazo, los actores fueron: Sara García, Ana Luisa Pelufo y Claudio Brook.
Siempre tuvo una relación amorosa con el cine, en una carta comenta: “En París inicié haciendo traducciones para el cine, me hice amiga de mucha gente de teatro y literatura como Benjamín Péret, André Bretón. Hice traducciones y pequeños trabajos para cine, pues en México ya había hecho varias películas como escritora o correctora de scripts y diálogos, pero me estaba prohibido el trabajo de creación”.

La vida de Elena Garro estuvo trazada por una extraña inmolación, sacrificó su vida por la palabra y la justicia social por su familia. El acecho constante de lémures, como el plagio y blasfemia la persiguieron como sombras tenebrosas; la élite intelectual mexicana la excluyó, en parte porque hablaba sin pelos en la lengua y también por sus intervenciones en las luchas sociales. Antes de ser condenada como la conspiradora número uno del movimiento del 68, se involucró en las luchas agrarias protegiendo a algunos campesinos de Ahuatepec, Morelos, y después como seguidora de Rubén Jaramillo, asesinado brutalmente, a quien le escribe un poema en 1963: Roto el ensueño, /quebrada la ilusión, el soñador/del campo que con los ojos abiertos oyó una noche/el canto de la oscuridad, ahora vela una fétida esperanza./.Alguna vez quiso escribir un guión sobre Jaramillo, pero el estruendo de la bayoneta resonaba en su inconsciente y renunció al proyecto.

En sus conversaciones, a menudo denunciaba a la mafia literaria y, por supuesto, lo sufrió de primera fuente teniendo a Octavio Paz como esposo. En uno de sus diarios lanza esta pregunta: “¿Por qué creen que en mi país hay tantos escritores famosos carentes de talento? Con los colmillos de lobo feroz y el talento agudizado del plagio”.

Acerca de sus films descubrimos que algunos no los firmó, otros se filmaban con otros títulos o excluyendo su autoría; hubo argumentos sin filmar como El ángel de la guarda –el cual se encuentra en los archivos de la Universidad de Princeton—, En memoria de Paulina, basado en el cuento homónimo de Adolfo Bioy Casares, y otros, extraviados en alguna mudanza. Antes no era tan usual registrar una obra, a veces eran simples pactos de palabra; pero sí se tienen registrados varios guiones en el Sindicato de Autores. En una anécdota de Helena Paz explica: “Mi madre escribía guiones, después los regalaba o dejaba sin firmar. Cuando vivíamos en París mi abuelo mandó una carta sugiriendo hacer algo legal porque ya se estaban adjudicando su trabajo; en la carta había un recorte de periódico se publicaba el taquillazo de una de ellas, y por supuesto sin su nombre, y nosotras, sin recibir un peso”.

Corría el año de 1961 cuando Elena, ya separada de Octavio Paz vivía en París, recibió una carta de su prima Amalia Hernández pidiéndole un argumento para el Ballet Folclórico. Una misiva de 1964 dice lo siguiente: “Estando yo en París, la señora Hernández me encargó una historia para una comedia musical estilo Wild Side Story. Con un poco de El año pasado en Mariendbad, y un poco de Hiroshima mon amour, adapté un cuento mío: De noche vienes, lo envié y contestó en un telegrama: Argumento extraordinario emocionantísima, Amalia”. Prosigue: “Propuse a Marcel Camus, me pareció que mi historia coincidía con su línea de dirección”. La película no se filmó bajo esas circunstancias porque hubo muchos intereses que dificultaron un proyecto que pudo haber sido genial, ya que también se había integrado al equipo Juan de la Cabada, Gabriel Figueroa y Felipe Subervielle. Fue hasta 1965 cuando el filme Sólo de noche vienes, se realizó, bajo la dirección de Sergio Véjar, argumento original de Garro, guión de Manuel Zeceña y el director, música de Charles Trenet; actúan Elsa Aguirre y Julio Alemán, en una aventura delirante de pasión en Semana Santa.

Hablar de su obra implica citar que muchos de sus textos: diarios, dramaturgia, poesía y guiones, fueron vendidos por Helena Paz a la Universidad de Princeton en New Jersey y otros desaparecieron antes de su muerte. Consideramos prudente expresarlo porque algunas voces del ambiente literario han tergiversando la imagen de la amada denunciante y es importante esclarecer su naturaleza humana y literaria. En 2010, en una conversación que mantuve con Helena Paz sobre su madre, señaló: “Mi mamá entró al cine porque mi tía Deva era novia de Rodolfo Echeverría [Rodolfo Landa, en el medio cinematográfico] y él actuaba en algunas cintas, mi madre también actuó en varios filmes como extra, pero hacía corajes, las películas no eran buenas y prefirió escribirlas”.

La película Las puertas del paraíso (1970), ganó el Ariel de Oro en 1972, dirigida por Salomón Laiter con las actuaciones de Jacqueline Andere y Jorge Luke, es un argumento original de Elena Garro, en donde tampoco le dan crédito; se trata de una historia de jóvenes sumidos en la drogadicción y los excesos. “Después de eso –me comentó Helena Paz-, el gobierno boicoteó las películas “de contenido dudoso” y afectó la creatividad en la industria cinematográfica nacional. Los guiones de Garro pueden considerarse cine independiente, experimental o de contenido; no eran películas comerciales y frívolas donde se explota la imagen de la cabaretera, el Santo y personajes urbanos como el peladito o actores y cantantes que después aseguraron su futuro en telenovelas”.

La obra de Elena Garro también fue llevada al cine. Archivaldo Burns filmó Perfecto luna (1959) y Juego de mentiras (1967). La cinta Perfecto Luna fue incluso enviada al Festival de Cannes, pero sin fortuna. En 1969, Arturo Ripstein dirigió Los recuerdos del porvenir, con muy malos resultados a los ojos de Garro a quien no le gustó ni la adaptación ni el reparto. El último cortometraje, de 1995, estuvo basado en el cuento “¿Qué hora es?”, bajo la dirección, producción y actuación de Pilar Pellicer, adaptado por Teresa Melo. El contrato fue extraño, porque Pilar visitó a Elena, le encantó el proyecto y contestó: “Sí, cómo no, dame un papelito para que firme que doy el permiso”. Así era ella, amorosa y confiada.

Elena tenía una frase: Cuando no puedo dormir leo a Garro y me duermo”. Fue una insatisfecha y autocrítica, producto de su diario ejercicio literario; casi nunca gozó sus escritos, varias veces se menospreció soltando su frase: “Sólo escribo para ganar dinero”. Sabemos que no es cierto, ya que para ella, escribir era un móvil para aliviar penas, expresar su amor y denunciar.




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