Por: Marcela Magdaleno Deschamps
Dramaturga, escritora, editora e investigadora mexicana.
Dramaturga, escritora, editora e investigadora mexicana.
¿Cómo vivía Andrés
Henestrosa en sus últimos días, a sus ciento tres años? ¿Qué nutria su alma
para seguir con ese jadeo revolucionario? Henestrosa vivía de recuerdos, agua, besos
y leyendas.
Esta fue la última vez que conversé con él, ya que su hija Cibeles no recibía a nadie, cuidaba celosamente a su padre. Pero cuando me presenté me abrieron las puertas de su casa y su corazón. Yo lo recordaba en la cámara de Diputados sentado hasta atrás leyendo versos. —Esto es lo que tengo que soportar todos los días—, me decía sereno. —Por eso diario me traigo un libro para no aburrirme. ¡No sé porque les dio por hacerme diputado!
Desde la entrada emergían recuerdos, fotos de su amada esposa vestida de tehuana. Sus aventuras en el Istmo, e imágenes de su juventud. Su hija me dejó sola con él. —Cualquier cosa estaré en la sala. Ahí estaba Andrés en su cama mirando al cielo. Hola Andresito cómo estas he venido a visitarte.
Esta fue la última vez que conversé con él, ya que su hija Cibeles no recibía a nadie, cuidaba celosamente a su padre. Pero cuando me presenté me abrieron las puertas de su casa y su corazón. Yo lo recordaba en la cámara de Diputados sentado hasta atrás leyendo versos. —Esto es lo que tengo que soportar todos los días—, me decía sereno. —Por eso diario me traigo un libro para no aburrirme. ¡No sé porque les dio por hacerme diputado!
Desde la entrada emergían recuerdos, fotos de su amada esposa vestida de tehuana. Sus aventuras en el Istmo, e imágenes de su juventud. Su hija me dejó sola con él. —Cualquier cosa estaré en la sala. Ahí estaba Andrés en su cama mirando al cielo. Hola Andresito cómo estas he venido a visitarte.
Andrés Henestrosa - Ayer me morí dos horas y nadie lo supo. ¿Cuándo se
darán cuenta que ya no estoy aquí? Este
mundo ya no me pertenece… (Besos, besos y más besos. De eso se alimentó Andrés,
Andresito querido, en sus últimos días. Su alimento era un abrevadero de amor).
Marcela Magdaleno- Andrés vine a visitarte eres el último amigo vivo de
mi abuelo ¿Recuerdas cuando se reunían en el Club Italiano?, vine a que me
hables de tu época vasconcelista, (Su mirada reposa en
las estrellas, mejillas rosas, con trabajos mueve las manos que elevan el arranque
de una lucha de juventud. Casi sin voz, pero con un tono procedente del alma
contesta):
AH- Con
voz salida del alma contestó: El vasconcelismo fue una lucha nuestra. La
vivimos como la restauración de una nueva patria, hecha por jóvenes que no le
temían a nada, ni a las balas. ¡Banderas que talan conciencias, banderas de libertad¡ (En
el imaginario de un pueblo indígena vital, Andrés se reanima)
AH-. Recuerdo que el que más era amigo de Germán de Campo era Mauricio Magdaleno, tu
abuelo. Pobrecito de Germán se fue, pero
pronto. Recuerdo ese terrible día, y la pobre mamá con el delantal teñido de
sangre inocente, de su hijo amado, llorando y nosotros junto a ella. Una gota
de sangre atravesaba el ataúd y escurría hasta nuestros pies. ¡Septiembre de 1929¡
Antonieta Rivas Mercado nos ayudó en la sepultura. A partir de eso siempre
anduvimos juntos. Los cuervos nos mandaron a decir a Mauricio y a mí: ¡se van inmediatamente¡
Mauricio me dijo: ¡Vámonos porque ese desgraciado es capaz de dispararnos en el
pecho¡ Estábamos en el mitin, Junto a la policía. Allí evocamos palabras perdidas. Esa frase salió de
Vaconcelos, nos las repetía una y otra vez, porque siempre nos decía: —“Si las
palabras no están acompañadas de acción, son palabras perdidas”— Pero las
nuestras no fueron perdidas. Éramos una generación que salvamos la patria, nos
enfrentamos a unas verdaderas panteras: Valente Quintano, Banderas, López,
Roberto Cruz, Palomero López, Manuel Riva Palacio, Calles, Manuel Riva Palacio
presidente del P.R.D. Todos esos nos ninguneaban, nos metían al bote, nos ponían
contra el suelo, cuando hablábamos de libertades, de justicia y de educación. ¡Y
aún así los llamamos bandidos en su propia cara! Y a cambio de la libre
expresión recibíamos garrotazos de la policía en la cabeza y del poderío de
Calles en las calles. Nosotros estábamos dispuestos a enfrentarnos al peor, al
tal por cual. Así éramos. Pero queríamos dejar un ejemplo, aunque pierdan,
aunque mueran. Queríamos dejar lo imborrable y ahí
llegó en primer lugar Mauricio Magdaleno, amigo de siempre que después lo veía en las
sesiones de la
Academia Mexicana de la Lengua, en que soy miembro desde el
23 de octubre de 1964. Había una novela un joven ruso que muere
por un ideal, que todo el grupo leíamos apasionadamente. Todos queríamos morir sintiendo en el pecho las balas. Y el asesino en el
poder. En su carota le dijimos que era un bandido, a ese caudillo que le
arrebató la presidencia a Vasconcelos, el maestro de las Américas.
(Desde su cama
rodeado de pinturas, libros y recuerdos, nuevamente se interioriza, sonríe y
desde lo más hondo de su corazón con gran esfuerzo, pero colmado de animo
contesta).
(Después se encierra
en sí mismo recordando aquellas masacres, aquellas injusticias, aquel dolor de
perder a buenos compañeros. Y gira la mirada, pidiendo mi mano, para sentir la
realidad, el calor humano.
Andrés parece tener
un semblante de santo, quizás eso suceda a las personas que rebasan el siglo,
sin apegos, sin intereses mezquinos, sin esa agonía existencial sórdida de
pretender ser, de codiciar poder).
MM.- ¿Qué le recomiendas a los jóvenes de hoy?
AH- Que
no olviden que fuimos una generación de jóvenes del 29, que quiso cambiar la historia
de este pueblo mediante la justicia. Cada uno llevaba la ropa que iba a hacer
su mortaja, su ropa fúnebre y las
mujercitas que nos acompañaron. Fuimos una generación transparente por su
conducta ninguna sombra, ninguna mancha, ninguna palabra falsa. ¡Contra las
balas de las dictaduras! Recomiendo que lean mucho, que estudien los fragmentos
de la historia no establecida. Que conozcan todo México, que viajen, porque nuestra
patria esta aureolada de misterios y secretos. Que luchen para que se cumplan
los sueños de Morelos de Hidalgo, de Vicente Guerrero. Que no olviden que hubo
un Madero un Ricardo Flores Magón, un Simón Bolívar, un Vasconcelos que
regalaba libros clásicos en todas las rancherías de la nación. Que no olviden
que hubo un Mauricio Magdaleno que escribió nuestra contienda, la lucha esforzada,
y recomiendo que lean su libro Las
Palabras Perdidas. Que por cierto no están perdidas. En el aire de México
flotan de repente metáforas. En la esquina de un jardín abandonada aún podemos
oír un grito de autonomía. Caminando, nos detenemos en algún callejón
abandonado, y de pronto oímos un eco, una nueva patria, el ejemplo está vivo.
(Andrés Henestrosa
repentinamente guarda silencio, está como escoltado por una legión de ángeles
zapotecos. Y como si estuviera dialogando con su propio eco y de pronto irrumpe
diciendo):
AH.-
Te hablaré sobre mis leyendas. Ya es hora de inclinar los ojos en el México del
pasado. Las leyendas, los dioses que dispersaron la danza, hay que regresar al México
antiguo lo que dijeron los zapotecos, mis paisajes. También evocar la música de
Maria Griber. El mexicano siempre enfrentó sus grandes dolores cantando. Un
amigo mío decía que cantando hicimos la revolución, los corridos, las Adelitas. Es
hora de desenterrar los milagros, las tradiciones y volver a escuchar la música
de nuestras lenguas.
(Baja el tono de su
voz y cierra los ojos, considerando que ya es tiempo de despedirme, le doy diez
besos y abre los ojos evocando a sus amores dice:)
AH.-
En la época vasconcelistas teníamos muchas enamoradas,
las mujeres de aquel tiempo querían acompañarnos. Estaban enamoradas de
nosotros...yo digo que más bien nos tenían un poco de compasión, sabían que podíamos
morir de un momento a otro. En los mítines cuando nos íbamos a Aguascalientes,
Zacatecas, Veracruz, ellas nos seguían, nos despedían, iban llorando; las
mujeres, nuestras novias desconocidas. Recuerdo la tarde aquella, íbamos
cargando el cadáver de los jóvenes vasconcelistas. La marcha fúnebre salía de
Bellas hasta Dolores y la gente detrás. Todas nuestras novias ayudando,
cantando, firmes, valientes. ¡Ahí les dejamos el ejemplo para que lo repitan y si pueden, que lo mejoren¡ Son nombres los nuestros, que algún día van a ser parte
de la historia, de las gloriosas derrotas, del valor con que afrontamos los
peligros el coraje de pelear el valor
con el que enfrentamos el peligro el coraje de pelear por un ideal. Yo viví un México pobre. Mi querido pueblo ha vivido una de las más grandes miserias. Un país que apenas tiene pan para comer no se le
puede robar, no se le puede saquear las arcas públicas. Como gobernante no se
le puede vivir en palacio, teniendo un pueblo de miseria. Nosotros fuimos una
generación transparente en su conducta, ninguna sombra, ninguna mancha, ninguna
palabra falsa. Cuando tuvimos alguna responsabilidad dimos la lección. Cuando
Mauricio fue subdirector de la
Secretaria de Educación Publica no se robo un centavo. Cuando yo estuve en Bellas Artes y en algunas otras
cuestiones de gobierno, recuerdo que el Tesorero General, aún en función, me dijo: —Maestro usted puede venir en su
coche para irnos juntos.
Le dije: “Señor yo no tengo coche”
¿Cómo? Contestó
¡No tengo, hombre¡
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