"Si quieres conocer el verdadero carácter de
alguien, observa cómo trata a aquellos que no pueden hacer nada por él.” (Johann
Wolfgang Von Goethe).
Por: Alejandro Ruíz Robles
AL RITMO
A
fines de los años ochenta, como jóvenes era muy común ir a las reuniones y
disfrutar del rock en español en las fiestas, no faltaban excusas para bailar y
corear los éxitos de moda. Había tantas canciones que nos llevaban del momento
relajado al alucine con el ritmo personal que imprimiéramos con nuestra
habilidad, misma que iba desde la imitación de lo que veíamos en los
espectáculos hasta la nula sensación que provocaba el presumir del ímpetu de la
danza con “dos pies izquierdos”.
Dentro
de ellas, recuerdo una del grupo Soda Stereo que en una de sus estrofas
mencionaba: “podrías divertirte,
podrías sumergirte, podrías intentarlo, podrías entenderlo, “si no fuera por…”,
y con esto pasábamos un rato bastante agradable; no obstante, el “si no fuera por …” lo empezamos a utilizar en la escuela o
en cualquier reunión como una expresión recurrente cuando alguien hacía algo
distinto o simplemente, evitaba un actuar y con ello, emitía una justificación.
Es decir, no faltaban las excusas ni los pretextos para pretender dar razones a
aquellas omisiones u errores que impedían un resultado esperado o necesario. Ni
hablar de tratar de enmendar una obligación fallida, ahí eran tantas las
palabras que cualquiera pensaba que el esfuerzo por la acción prescindida
hubiera sido menos desgastante que la consecuencia.
Conforme fuimos creciendo, en teoría debería haber disminuido el uso de tal recurso; no obstante, sorprende que a pesar de la madurez y sensatez que presumiblemente existiera con la edad, tal conducta para muchos se convirtió en un hábito, aunque hay que reconocer que para otros se trata de meras excepciones y para el resto, un mero recuerdo. Todos entendimos la procedencia de las excusas y ya cada uno, les dio la continuidad y el valor en la medida que sus compromisos y logros fueron parte de su actuar.
Cuando ahora nos reunimos y hablamos de la vida, resulta que no es la acumulación de riqueza, la muestra de éxitos o bien, lo que hemos construido lo que más nos atrae, sino la simple congruencia entre nuestros hechos y palabras. En fin, en tu día a día, ¿eres una persona que recurre a las justificaciones?
Estando con otras personas, podemos buscar al más extrovertido para reír, disfrutar y distraernos de nuestras preocupaciones; sin embargo, para charlar y comentar de temas importantes, deseamos la compañía de alguien sensato, que sume y sobre todo, que nos sepa escuchar. Es obvio que esto resulta del conocimiento que le tenemos, la confianza que nos genera y su manera de ser y pensar.
Bien
dicen que para divertirnos tenemos momentos, pero para crecer tenemos una vida.
Sin duda, el compromiso y respeto que demos a nuestra vida, será parte de la
satisfacción que obtengamos cada día.
A
mayor abundamiento, buscamos risas para alegrar momentos; sin embargo, deseamos
palabras para motivarnos y ser la mejor versión de nosotros. De hecho, las
personas que más nos enriquecen no son necesariamente las que más nos aportan
con sus recursos o discursos, sino que usualmente son las que nos permiten
hablar, nos saben escuchar y con su compañía nos producen esa paz que favorece iluminarnos
con la luz que tanto deseamos pero que nos cuesta mucho encontrar.
Que
incómoda es la situación en que sabemos de una persona que con su presencia o
la evidencia de su ausencia trata de forzar un resultado y en muchas ocasiones,
es en su beneficio exclusivo por la utilidad que considera o la ganancia
generada.
Como
individuos sabemos que solos labramos nuestro presente en aras de un futuro
óptimo y atendiendo al pasado que nos ha permitido llegar hasta este momento;
por lo que estamos conscientes de que no necesitamos de otros para vivir, pero al
ser individuos de amor, pretendemos compartirlo con personas que nos hagan crecer.
Las personas tóxicas no tienen cabida en nuestra ruta, a pesar de que sean sus llantos y reproches los que llamen nuestra atención. ¿Te has puesto a pensar que clase de compañía eres?
LAS CHARLAS DE CAFÉ
Durante
mi preparación para hacer mi primera comunión, conocí a muchos catequistas que tenían
experiencia tratando con infantes y en especial, escuchando a los padres de los
niños y sus inquietudes.
De
pequeños nos desesperábamos por no saber las oraciones básicas y entender los
alcances de cada mandamiento y sacramento; con ello, era obvio que los padres
también se inquietaran porque pasaban los días y no veían la suficientemente
preparación para tan magno evento; máxime que la fiesta ya estaba pagada y asistirían
los más destacados de sus círculos familiares, sociales y laborales.
Con
paciencia de santo, los catequistas nos atendían con calma, armonía y
optimismo, destacando en todo momento que tuviéramos fe de que todo saldría bien
y lo mejor, al concluir el evento, no sólo estaríamos en gracia, sino que dormiríamos
satisfechos de los logros alcanzados.
Al
cuestionarlos respecto de si no se exasperaban de escuchar tantas penurias
repetidas y constantes, ellos sonreían y nos decían que ojalá todo fuera tan
fácil como escuchar a quien quiere hablar, lo difícil era que entendieran lo
que no querían escuchar y para eso, tenías que hablar con la verdad, reconocer
el valor de su esfuerzo y mostrarles cual era el bien mayor; al final, entenderían
y mejor aún, ellos mismos ofrecerían soluciones satisfactorias hasta alcanzar
tranquilidad y fuerza en su ánimo. Todo fuera por alcanzar ese gran logro para
su espíritu.
Esto que podría sonar sumamente simple, se ha puesto de moda en el mundo de los abogados a través de los ya famosos medios alternativos de solución de controversias; es más, se habla tanto de mediación, conciliación y negociación y se les olvida que su base es mejorar la eficacia y eficiencia de la comunicación entre los afectados. ¿Consideras tan valiosa a la conexión entre las personas?
LA INVENTIVA
¿Te has puesto a pensar que si utilizáramos la
mitad del ingenio creativo que aplicamos en una justificación en escribir, tendríamos
una comunidad exponencial de literatos?
Recuerdo
que alguien me dijo: “si tan sólo te
oyeras, antes de hacerlo público, sentirías vergüenza de lo ilógico de tus
argumentos” y me dio tanta pena por lo expresado y tristeza por lo que
estaba haciendo conmigo mismo que a partir de eso, empecé a tomarme unos
instantes para responder sobre mis actos.
Esta
práctica es tan común y humana que ya no sorprende; de hecho, basta participar
en las redes sociales para corroborar lo anterior.
Al
estar conectado con personas en cualquier parte del mundo es común que se
generen relaciones con usuarios de todo tipo y con intereses sumamente
diversos.
Al
tratar con ellos con nuestra forma común de comportarnos, no sólo nos
percatamos de las diferentes formas de pensar o manifestarse, sino de
costumbres o intereses que para nosotros resultan inverosímiles. Es más, en
múltiples ocasiones nos sorprendemos de que, a pesar de hablar el mismo idioma,
los significados pueden no corresponder; sin embargo, hay actitudes tan populares
que resultan predominantes. Lastimosamente, una de ellas es la famosa y popular
evasión de responsabilidad, a través de la excusa.
La
excusa viene acompañada de mentiras y falsas aseveraciones que para muchos
pareciera que están en competencia. Mentir, engañar, inventar argumentos y
justificarse de nuestras acciones nos lastiman y más, cuando esto se convierte
en un hábito, mismo que nos lleva a coexistir en un mundo paralelo y nos hace
simuladores de una vida que no tenemos, aunque la deseamos sin que exista un
esfuerzo de por medio.
Si
tenemos suerte, podremos no ser conscientes de lo que hacemos y acostumbrarnos a
esa vida irreal; sin embargo, si hay un sentimiento de amor para nosotros y
para alguien más, ¿valdrá la pena el
daño?
Hoy
por hoy y salvo que la ciencia no tenga otro argumento, sólo tenemos una vida
en la tierra y como tal, en nuestras manos está construirla en verdad, de la
manera que sea acorde con nuestra razón y alma; fingir algo distinto es
pretender ser quienes no somos y existir en algo que no es.
No
hay razón para asumir la fantasía como nuestra verdad; es mejor el camino de la
verdad y con ello, honrar la virtud de la veracidad; cualquier otra distorsión,
tarde o temprano nos será más dolorosa y estaremos en camino no sólo de perder
lo presumiblemente alcanzado, si no de extraviarnos nosotros mismos de forma
irremediable.
No
cabe duda de que erradicar la excusa utilizada como válvula de escape para
vestir nuestras falencias, ya sean por acciones u omisiones, nos llevaría a construir
vidas ejemplares y a consolidar una sociedad más responsable.
¿ESTÁS DISPUESTO A PRESCINDIR EN TU DESARROLLO DEL,
“SI NO FUERA POR…”?
Posdata: Agradezco al Instituto Tecnológico de Cerro Azul me hayan considerado como ponente para el “XXIII Congreso Internacional de Administración, Contaduría e Ingeniería en Gestión Empresarial (CONACIGE 2025)”.
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