Por: Alejandro Ruíz Robles
MÁS
QUE MIL PALABRAS
Hoy por hoy, no hay nada más
incómodo que observar una fotografía o una escena sin texto, ni contexto; la
razón es muy sencilla, sólo miramos lo que la foto indica, sin más información.
La pretensión de entender lo sucedido está por demás, lo que yo percibo
es suficiente; en tal sentido que si me encuentran con una copa en la mano
cualquiera puede asumir que soy un alcohólico, aunque esto hubiese sido por
única ocasión…, de aparecer con otra persona, se puede sospechar una relación;
si fuese una imagen desafortunada, entonces he caído en desgracia.
La interpretación que resulte, pareciera ser un dogma; no hay lugar a
cuestionar la primera impresión y en ese supuesto, quizás no fuera necesario, razonamiento
adicional alguno.
Las imágenes nos gobiernan de manera total que no hay lugar a la
investigación o a la confirmación; máxime si aparece en los medios o redes
sociales. El beneficio de la duda se inclina ante el maleficio de lo visual.
Los prestigios o los argumentos pasan a ser justificaciones o pretextos
ante quien se ciega a lo ya expuesto. ¿Cuántas personas han sucumbido ante el
poder visual de una diminuta grabación o una foto única?
De un breve vistazo a tu pasado, ¿has sido víctima de la tecnología?
¡DIFUNDO, LUEGO EXISTO!
Y a todo esto, ¿de dónde salen las imágenes que se publican?
Con la existencia de los medios, las redes y lo accesible que éstas se han vuelto, cualquiera puede generar contenidos para exhibir. Unos cuantos segundos, es todo lo que se requiere para tomar una imagen, nota o grabación y acceder a la posibilidad de ser visto por multitudes; “mientras más sean las personas que aprecian mi labor, más es mi popularidad”, aunque no siempre esto corresponda a una apreciación pública.
De la interacción social surge una forma de comunicación a destacar: el “meme”; esta palabra que proviene del
griego “mimema” que significa “algo imitado”, es una frase, imagen
o movimiento pegadizo que lo hace en forma inmediata memorable.
Ya sea utilizado como verbo o sustantivo, lo cierto es que su uso es común en las redes sociales y todos lo ven como una forma de trascender del momento en que fue hecho o manifestado. Hoy no basta ser quien soy; hasta en tanto no me exhiba o muestre mi obra en el mundo virtual no “existiré”.
Con esta forma de expresión, me sentiré tan reconocido por los internautas y usuarios de los medios digitales, como sea la aceptación a lo que expongo. Si tiene o no contenido, esto es intrascendente; ya que basta que muchos participen de mi obra para sentirme popular. Tal popularidad no es sinónimo de afecto, simpatía o algún sentimiento hacia mí; todo es en relación con el resultado de la exposición de lo que haya publicado.
En este contexto, no me interesa lo que opinen de mí; me basta con saber
cuantas veces ha sido vista mi obra. Pareciera de broma, pero la
despersonalización de las cosas es tan común, que a menos que me identifiquen
con algo que sirva de firma, el autor pasa a ser irrelevante.
Lo efímero del autor y a la larga el anonimato en lo global, es quizás lo
que más motiva a las personas a participar de esta manera en las redes.
¿A ti te importa no ser reconocido de esta manera?
Lastimosamente, la palabra “contenido” no siempre válida
o califica en forma alguna lo que comprende y por
increíble que parezca, y como juego de palabras, lo que hoy llaman algunos “contenido”,
pareciera no tener “contenido” de valor alguno. De tal manera, que por más
clara que sea una escena o secuela de éstas, la interpretación que demos no
necesariamente serán las que realmente correspondieron al hecho presentado.
Lo anterior, aunado a la simpleza de un juicio, puede llevar a generar un
entendimiento erróneo de lo sucedido. Poner un meme como imagen o texto, se
justifica en la medida que puedo generar emociones en otros; no importa si
denigro al sujeto referido o condeno un hecho de actualidad.
Más de un productor de contenido para redes justifica su existencia
conforme al morbo, daño o broma provocada. Ante este panorama, los autores de
obras intelectuales o artísticas que proporcionaban elementos para el
conocimiento o la estética, se sentirían frustrados ante lo vano que pueden
llegar a convertirse los contenidos en las redes.
Si anteriormente, los creadores se aferraban a mostrar en sus obras el
sentido de la vida de acuerdo con sus principios, conocimientos o análisis a
los hechos; hoy esto ha cambiado, su valor intrínseco estará en función a los
caprichos de la moda y el sentir de los usuarios de la red.
¿Te has percatado de lo simple que puede ser hoy,
generar contenido que no está sujeto a ningún juicio de valor?
EL MORBO, ES MI JURADO
Sólo por citar, los tiempos cambian y lo que antes era inspiración, ahora
es ocurrencia; las imágenes estéticas se han transformado en productos para el
morbo y que decir de limitarse conforme a principios y valores sociales, ahora las
únicas restricciones serían las impuestas por el titular de la red social que
corresponda o del medio que se trate. En fin, los tiempos lejos de mostrar
madurez de la sociedad, han pasado a ser básicamente juicios mediáticos de
simple apreciación y daño, basta que haya una foto para juzgar lo que se ve;
tristemente, no hay lugar a contrariar el dicho o el escrutinio de quien lo
percibe.
Esto puede ser tan drástico que, por ejemplo: si le cambio un billete a
un policía y la imagen capta que le doy un billete, inmediatamente nos
señalarían de corruptos. Si al saludar efusivamente se infiere un beso, pasamos
a ser señalados como amantes. Qué decir si estoy con alguien por cualquier
circunstancia, inmediatamente se me presume un vínculo y si dicho sujeto es repudiado,
cuestionado o bien, no es del agrado popular, paso a ser su cómplice.
Las explicaciones sobrarán en función de lo que de la imagen se entienda,
sea esto una manera parcial o efímera de un encuentro.
Cuántas veces nos encontramos a alguien en la calle acompañado y al
saludar con afecto a uno, mostramos la misma actitud con el otro, ¿esto supone
ya un vínculo o afecto con el nuevo conocido? Aunado a esto, en un mundo que
está ávido de saciar su morbo con historias a modo, ¿qué explicaciones pueden
ser válidas?
Dicen que “una imagen vale más que mil palabras”; sin embargo, cerrarnos
al contexto en que se presentan las circunstancias a lo único que nos puede
llevar es a decisiones impensadas y a errores en ocasiones fatales.
En el momento en que únicamente basamos nuestro juicio en una imagen,
estamos cerrándonos al análisis, la investigación y al conocimiento; no
importan el fondo cuando la forma es la que me gobierna y de ser el caso, “lo
que miro es lo único que admiro”.
También es válido considerar algo, en ocasiones actuamos de manera
impulsiva, lo que hace necesario dar una explicación de tal acción. ¿El valor
de estos hechos?, no lo sabemos; no obstante, habrá que ver también la
congruencia de los hechos con el actuar constante de la persona.
Así como no somos entes únicos, también estemos en la suma de acciones y
hechos previos a su calificación. No vivimos en función de ocurrencias o hechos
aislados, somos parte de un contexto y una historia, tomemos esto en cuenta.
Juicios vanos, postulados falsos, desde luego que los hay pero, cada uno
de nosotros tenemos la posibilidad de decidir sobre ello:
“¿Construyo en función de realidades o destruyo con base en
especulaciones?” ¡EN TI ESTÁ LA OPCIÓN!
Posdata: Hace 25 años tuve la oportunidad de hablar con el Maestro Luis Cobos sobre Derechos de Autor en la Cámara de Diputados.
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