Por: Alejandro Ruíz Robles
El Teatro Xicohténcatl de Tlaxcala fue
el escenario del Foro Internacional de la Mujer el pasado 15 de abril; ahí,
mujeres de gran trayectoria internacional compartieron sus experiencias a un
auditorio ávido de escuchar sus historias llenas de vicisitudes y éxitos.
El ambiente resiliente que se sentía, nos impulsaba a desear conocer más de ellas. Ya fueran por sus problemas o sus soluciones, sus risas o sus lágrimas, lo cierto es que tan sólo de imaginar cada una de las situaciones por ellas vividas, eran de gran reflexión y sentimiento.
Escuchar
sus historias en Sudáfrica, Colombia, Salvador, Perú, Francia y desde luego,
México, nos llevaba a confrontar no sólo las realidades sino también, lo
difícil que es crecer en condiciones extremas y desigualdades.
Si
bien es cierto, que una vez que concluían sus participaciones, los aplausos
inundaban el recinto; también surgían serios cuestionamientos a la
participación de los hombres en las diferentes narraciones; de hecho, mientras
más ahondamos en los hechos, es cada vez más inverosímil el trato que ellas
recibieron de las sociedades “civilizadas” en que presumían ellas estar.
No hay lágrimas que limpien sus malas experiencias; sin embargo ¿realmente ya hay mejores condiciones de trato para las mujeres?
ENTRE PATANES SE VEAN
El
común denominador de las narraciones eran las condiciones inequitativas en que
éstas se desarrollaron y lastimosamente, en su mayoría presentadas o realizadas
por hombres. Lo increíble es que, pese a todo y a todos, lograron destacar y en
más de una ocasión, superar sus expectativas y encontrar grandes aliados en el
camino.
Qué
difícil es, como ser humano, encontrar explicaciones a acciones por demás bajas
o ruines con que ellas fueron afectadas; de hecho, pretender lógica en ellas es
un lujo que no es concebible.
Como hombre saber que otros hombres hayan actuado de esa manera es por demás molesto. Un estúpido espíritu de supremacía y una fortaleza física que con el tiempo se ha transformado en nuestra mayor debilidad realmente nos ha llevado a consolidar una sociedad de injusticia para las mujeres. Entre más lo analizo, menos preparado me siento para afrontar tantas circunstancias extraordinarias como ellas lo hicieron. Sin duda, la vida es dura y hay que vivirla, pero que nosotros como hombres pongamos más trabas a las mujeres por el hecho de serlo me parece excesivo.
Me
llama la atención que la mayoría de ellas no buscan un trato diferenciado
porque incluso ,saben que eso daría pie a invertir las injusticias y crear situaciones
que ahora las convirtieran en victimarias en vez de víctimas; lo que exigen es
que el teatro sea equitativo en condiciones de igualdad. De hecho, manifiestan
a gritos ser tratadas con el respeto básico para un ser humano sin distinción
por su género, raza, condición económica o política, en fin. Y ante ello me
pregunto: si el respeto es la solución, ¿por qué nos hemos negado a ello a lo largo de la historia?
A SU IMAGEN Y SEMEJANZA
Las
personas de fe siempre han señalado que de acuerdo con la Biblia, en el Génesis
se establece que Dios creó al ser humano a su imagen y semejanza; en ese
sentido, no debería de haber diferencia entre nosotros.
Si
esto aplica para los cristianos que son más de treinta por ciento en el mundo y
tomamos en cuenta junto con el judaísmo, el hinduismo, el budismo y el
islamismo, existe un trato equivalente para el ser humano; llegaríamos a la
conclusión de que la base de las distinciones no se justifica en la divinidad,
sino que es una situación meramente terrenal; máxime que los practicantes de
estas religiones son el ochenta por ciento de la población mundial.
A mayor abundamiento, partiríamos de que si alguien que pertenece a estas religiones práctica la discriminación entre hombres y mujeres, ni siquiera es una persona con firmeza en sus convicciones, lo cual, hace evidente la carencia real de valores entre quienes lastiman o limitan a las personas sólo por su género, principalmente. Ahora bien, dudo mucho que los no practicantes sean los causantes de estos hechos; no habría lógica alguna en tal supuesto.
En
virtud de lo anterior, habría que concluir que la mejor creencia que se puede
tener es ser buena persona y como tal, tratar a los otros como nos gusta que
nos traten. ¿Estás de
acuerdo con ello?
LOS VACÍOS QUE ENCONTRAMOS
De
las distintas charlas y convivencias que he tenido con familiares, amigos y
conocidos, la mayoría coincidimos que no hay motivo para la distinción entre
seres humanos, ya sea por género, raza, estado económico, origen o cualquier
otra característica.
Pretender
que somos especiales por una mera situación natural en la que nuestra voluntad
no ha intervenido dista mucho de la razón. Es increíble como se tienen
privilegios sólo por la cuna, nacionalidad, género, abolengo, herencias,
etcétera.
Ojalá
que al ver a las personas atendiéramos a sus capacidades, competencias, conocimientos,
principios y valores; cualidades que reflejan su voluntad por aprender y
superarse en forma honesta y ética.
La
vida nos ha dado muestras de muchas situaciones irónicas, desde gente que sólo
vale por el dinero que le fue dado hasta las que muestran que sus únicos
valores son con los que participan en el mundo bursátil.
Si
en un momento dado reflexionáramos sobre los seres que han trascendido en nuestra
esencia, dudo mucho que se tratara de aquellos vacíos, carentes de sabiduría y armonía
interior, bienestar y equilibrio emocional, autoconocimiento y conexión consigo
mismo o, ¿me
equívoco?
INCREÍBLE
Como
hombres somos hijos de madres que nos concibieron con amor, hermanas y
parientes que nos han acompañado, amigas con las que hemos crecido, novias o
esposas que amamos y siempre lo hemos hecho con respeto, valor, equidad y
empatía, ¿cuál es la
razón para transformarnos y lastimar a las
mujeres con distinciones?
No hay justificación para ello, como hombres necesitamos ser nuestra mejor versión con y para ellas; entenderlo y llevarlo a la práctica sin duda alguna, nos llevará a disfrutar de una mejor comunidad. Si sabemos, que no se nos cae la mano por lavar un plato en casa, no nos rompemos al mostrar nuestros sentimientos o bien, no somos vulnerables al competir por un puesto en forma leal con una mujer, ¿por qué aferrarnos como sociedad a criterios obsoletos que en nada satisfacen el bienestar social?
No
se trata de ser machos ni mucho menos en participar en forma alguna en su
formación. Tomemos realmente nota de la problemática que a diario nos exponen
las mujeres y construyamos mejores condiciones de vida para ellas; ya que, al
hacerlo, también las haremos para nosotros.
Si
bien, no hay justificación para la destrucción de bienes en las marchas
feministas, mucho menos las hay, para todas aquellas acciones del pasado que
han llevado a minimizar, lastimar o incomodar a las mujeres.
Si
tenemos sentidos que aprecian la injusticia de que son víctimas las mujeres,
simplemente actuemos para acabar con ellas. Quizás la sociedad esté aburrida de
esperar que surjan semidioses o héroes que cambien las cosas; no obstante, siempre
será bien recibida la persona que viva para sumar y construir con sus valores,
principios y conocimientos.
¡Vivamos para trascender y la mejor forma de hacerlo es tratando a otros como nos gusta que nos traten sin distinciones!
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Posdata: Agradezco
a la Red Nacional de Mujeres Empresarias (RED MUEM) la distinción de nombrarme
como su Consejero Nacional).
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