MOMENTOS
MÁGICOS
A raíz del Día Internacional de la Mujer, he tenido la oportunidad de
asistir a diversos foros en los cuales no sólo se habló del contexto histórico
que dio origen a esta conmemoración; si no también, a diversas charlas de éxito
de empresarias, profesionales, amas de casa, sindicalistas, líderes de opinión
y políticas.
Salvo algunos casos de excepción, realmente me sorprende la cantidad de
situaciones a las que ellas tuvieron que sobreponerse para alcanzar la gloria
en sus diversas trayectorias; de hecho, por más que lo analizo, en términos
generales, no creo que muchos de nosotros, como hombres, hayamos pasado pesares
similares.
Desde luego, no se trata ni es la pretensión, hacer comparaciones
caprichosas o concluir que un género es más sufrido que el otro, simplemente se
trata de valorar su esfuerzo a plenitud.
Ya fuera de mujeres con una educación mínima que llegaron a crear un
colectivo, sindicato o empresa, aquellas que lograron sacar a sus hijos como
personas de bien a pesar del olvido de su padre o bien, a las que superaron las
barreras del machismo para alcanzar el nivel que anhelaban; todas ellas son sin
duda alguna, ejemplos de vida que merecen todo nuestro reconocimiento. Ni que
decir de los casos en que se conjuntaban todas estas situaciones; realmente no
tendría palabras para honrar su logro.
Es claro que por la sociedad en que hemos crecido, con sus vicios y
deformaciones, no hemos generado las condiciones equitativas de participación
entre mujeres y hombres; sin embargo, estamos en tiempo para que todos
participemos de ese sueño de igualdad del que tanto se habla y que, por los
hechos, pareciera que seguimos muy distantes de alcanzar.
¿Alguna vez te has puesto a pensar si nuestros ojos verán el mundo en que no haya distinción de género y se reconozca a las personas por su capacidad?
AMAZONAS
Si algo nos ha fascinado de la mitología griega, son aquellos seres
extraordinarios, muchos de ellos deidades, superiores a la raza humana.
En ese contexto, había una ciudad de Temiscira, en los límites exteriores
del mundo conocido, cuyo pueblo estaba integrado y gobernado por mujeres
guerreras, que eran fuertes, intrépidas, hábiles para cabalgar, manejar la
espada y el arco, en fin, grandes combatientes.
Las amazonas eran hijas de Ares y Armonía, quizás de ahí su carácter,
orgullo y coraje y antagonistas de los griegos; Heracles, Belerofonte y Aquiles
las enfrentaron y vencieron. De hecho, por encargo de Euristeo, es Heracles
quien despoja a la reina Hipólita de su cinturón.
Señalo este antecedente porque la mayoría de las mujeres que nos
compartieron sus historias de vida, sus retos y experiencias, tenían más de una
característica de esas guerreras, sin necesidad de ser místicas, aunque por sus
acciones parecieran mágicas.
Tan sólo de pensar en el carácter mostrado para superar todos y cada uno
de los retos o escollos que se les presentaron, quedábamos impresionados de su
fuerza de voluntad.
Cualquiera que pretendiera considerarlas como el “sexo débil”, se daría
cuenta de lo errado que era ese señalamiento.
De escuchar del coraje de cualquier mujer madre para alimentar a sus
hijos, darles una educación y procurarles una vida de bien; era cada vez más el
asombro de los presentes.
En mi pensamiento surgían frases de elogio a tan descomunal esfuerzo y
también, porque no decirlo, de serio cuestionamiento a los hombres que
renunciaron a su protagonismo sólo para convertirse en figuras ornamentales, en
el mejor de los casos.
Y en ese sentido resulta válida la pregunta: ¿si bien es cierto que es
malo generalizar, realmente existe el sexo débil?
TAN FUERTES Y DÉBILES A LA VEZ
A manera de retroalimentación durante los eventos, varios de los
asistentes platicamos sobre las historias que nos compartieron las mujeres y
nos dimos cuenta realmente de lo afortunados que somos al no pasar por tantas
vicisitudes como lo hicieron ellas.
De hecho, la mayoría coincidíamos que de niños en muchas ocasiones nos
sentíamos favorecidos con el trato que nos dispensaban nuestros padres en
perjuicio de nuestras hermanas y no hacíamos nada por cambiarlo.
“Lava los trastes”, “plancha la ropa”, “arregla
esto o aquello”, “prepara la comida”, eran frases encaminadas a
las mujeres de la casa y coincidentemente, era la mayor de las veces, una mujer
quien las decía; en cambio, a nosotros era “ve por el mandado” o “cambia
el foco”. Así de sencillas como inequitativas eran las órdenes.
Si bien es cierto que en términos generales, los hombres somos más
fuertes físicamente que las mujeres; realmente, no hay razón de ser para
generar estas distinciones.
Ni hablar cuando se trataba de entretenimiento, los horarios eran tan
disparatados que parecía que las reglas eran sólo para ellas. “Por mis hijas me preocupo y por mis hijos
que se preocupen los padres de ellas”, era una expresión común.
En la calle era más fácil encontrar jugando o vagando a un niño que a una
niña, siendo que el peligro era similar.
La constante en nuestras casas comparada con la visión actual sería de
una fuerte discriminación entre géneros; sin embargo, lejos de ajustar roles
conforme crecemos, en su mayoría se mantienen y de ahí que el cuestionamiento
sea: Si
buscamos igualdad, cuál es la razón para formar caracteres en la diferencia?
EL CAMBIO
Con el pasar de los días realmente me convenzo más que para lograr la
igualdad anhelada es necesario empezar en casa con el trato equitativo para
todos los integrantes; las distinciones por género no se justifican salvo para
cuestiones propias de la naturaleza, pero respetemos que ésta es sabia y
pongámonos a trabajar en lo que nos corresponde como personas, familia y
sociedad.
Desde luego, muchos dirán que deben cambiar las leyes, sólo que
recordemos que éstas son consecuencia de los hechos. Si no hay condiciones en
casa que vean por condiciones equitativas, estará de más que unos cuantos
legisladores nos traten de educar y pasemos a la ficción de un estado de
derecho.
Si estamos convencidos que la célula de la sociedad es la familia,
entonces quizás sea tiempo de volver a lo básico como sociedad y de forma
contundente brindemos la formación que tanto se requiere y con ello,
desarrollemos a los niños y a las niñas que en el futuro se darán el trato
recíproco del que tanto se manifiesta en las calles cada 8 de marzo.
No se trata de ser machos ni mucho menos, ser muchos aplicando ideas
obsoletas que en nada benefician el sano desarrollo social; por el contrario,
es tiempo de entender que unidos en igualdad, los hombres y las mujeres
podremos disfrutar la armonía que da el trato justo de acuerdo con nuestras
capacidades.
Es común que ahora en la política se hable de una cuota de género y con
ello crean que se logra el equilibrio social perfecto; sin embargo, es por
demás lamentable que se simule una situación de justicia en aras de mantener un
falso equilibrio. En ese sentido, ejemplos de mujeres que llegan a primeros
lugares sólo para cumplir un requisito o bien, para ser manipuladas por hombres
que están detrás de ellas, es por demás ofensivo.
Hoy puedo soñar y realmente me gustaría visualizar una sociedad en la
cual el más capacitado fuera el que ocupara el sitio requerido; sin que para
ello influyeran criterios mezquinos, compadrazgos o cuotas de género.
No atender las órdenes de trabajo de una persona sólo por su género,
preferencia, color, origen o cualquier o característica de distinción, no califica
a esa persona de jerarquía, por el contrario, sólo muestra las limitaciones del
subordinado.
Basta ya de excusas o falsas ideas, es tiempo de que todos nos eduquemos
en el respeto y nos demos la oportunidad de atender a criterios de igualdad y
justicia; sólo así estaremos en posibilidad de alcanzar la sociedad por la que
tantos han invertido sus esfuerzos y hasta han sacrificados sus vidas.
Es tiempo de volver a lo básico y reeducarnos para la familia y por las
nuevas generaciones.
¿NO CREES QUE ES TIEMPO DE OLVIDARNOS DEL MACHISMO
Y DE CUALQUIER OTRA FORMA DE DISCRIMACIÓN ENTRE PERSONAS?
Posdata:
Agradezco la invitación a
la Cámara de Comercio Mexicana Peruana para conducir su evento “Retos y
Oportunidades en el Comercio Bilateral México – Perú”.
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