Por Alejandro Ruíz Robles
DE LAS EQUIVOCACIONES
En nuestro día a día cometemos aciertos y errores, tanto su significado como su dimensión, no siempre los conocemos de manera inmediata; de hecho, hay momentos en que sólo desearíamos que todo fuera positivo y no hubiera consecuencias negativas. De existir repercusiones, éstas fueran mínimas y alcanzara su reparación con una disculpa.
Estamos conscientes que de haber un daño, éste se mantenga con un efecto controlado, ya sea en lo material o bien, con nuestro arrepentimiento. Cuántas veces nos damos cuenta y nos duele que no baste un perdón para reparar un corazón roto, ni una disculpa para hacer que una humillación se olvide. De hecho, sabemos que lo que se rompe no se pega, ni mucho menos, queda igual a como estaba, a pesar de los miles de pesos que eroguemos o las lágrimas que derramemos junto con los arrepentimientos y palabras de descargo.
Alguna vez me comentaron mis mayores en casa, que si sabía que mi conducta iba a lastimar a alguien, era mejor abstenerme de realizarla. El desafiar esa premisa, lo único que hacía era confirmar que esa persona no era mi prioridad y que la consecuencia debía ser muy importante para mí.
Las palabras son básicas en la comunicación de las personas, pero ¿te alcanzan para enmendar la confianza pérdida?
EL MONSTRUO EN MI REFLEJO
Y justo cuando empiezo a darle prioridad a mis intereses en vez de a las personas, me convierto en lo que ni ellos, ni yo queremos; es decir, alguien que no repara en compartir amor y su ego no le permite amarse.
Es cierto que el amor primero es el que debe procurarse a uno mismo; sin embargo, cuando desconozco mi esencia y me olvido de quien me importa, la soledad me lleva a perder objetividad, sentimientos y me hace capricho de mis quereres. No importa lo que consiga, todo será poco y será menos aún, al dejarlo para mí, sin tener con quien compartir.
Nunca será suficiente tenerlo todo, si no tenemos con quien disfrutarlo de corazón y sólo cuando hay reciprocidad encontraremos nuestro paraíso terrenal.
La riqueza no está en lo que se acumula, sino en lo que se logra al gozarla en compañía de quien nos da motivos para ser nuestra mejor versión. El monstruo, entendido como la versión oscura de la persona que debemos ser, sólo vivirá hasta en tanto conservemos como prioridad el amor.
Es cierto que si no nos amamos, no podemos pretender amar a otros; no obstante, el camino a sentir amor por nosotros mismos no transita por el egoísmo, la necedad a ver y atender nuestras necesidades o priorizar nuestros instintos. Por donde si pasa es por conocernos y aceptarnos como somos, consolidar nuestros valores y fortalecer nuestros defectos; ahí es donde estará nuestra respuesta a ser una mejor versión de nosotros y condenar al potencial engendro que podemos ser al olvido.
¿Alguna vez te has desconocido y te has convertido en el ogro que no imaginaste?
LAS REPERCUSIONES
Como lo hemos visto, las acciones erróneas siempre traen consecuencias; sus efectos no son mesurables y ante ellos, usualmente perdemos por no saber cómo actuar.
Resulta lógico asumir que, entre otras muchas cosas, nuestras fallas nos producen dolor y, si bien es cierto, que normalmente dependen éstas de nosotros, usualmente no sabemos cómo actuar.
En charlas que he tenido con tanatólogos, la mayoría de ellos me comentan que cuando exclusivamente dependen de nosotros los yerros, es más fácil trabajar en los duelos.
Esto atendiendo a que la muerte, enfermedades terminales o tratamientos de terceros, entre otros tópicos, no dependen de nosotros por requerir la participación de terceros; no obstante, si en nosotros está la respuesta, ayudémonos a encontrarla.
Que agradable se siente cuando nos damos un minuto para nosotros y pensar en nuestras acciones y soñar los pasos que siguen en nuestras vidas.
Si queremos encontrar las respuestas en nuestra vida, seamos generosos e invirtamos en reflexionar sobre lo que nos pasa; en el entendido que no habrá una solución al problema, si no sabemos primero de la existencia de éste.
¿Eres generoso contigo?, ¿te das tiempo para ti?
FUERA LÁGRIMAS
A diferencia de la prohibición que hacían en el pasado a los hombres, todos podemos llorar. Si hay que llorar para motivarnos a ir hacia adelante, hagámoslo. Lloremos ríos y mares recordando que, al hacerlo, podemos llegar a otros niveles.
No hagamos de nuestro llanto una fosa que ahogue nuestros esfuerzos; por el contrario, transformemos nuestros pesares en mares que nos permitan encontrar una superficie propicia para navegar.
No hay razón para encerrar nuestro dolor en nuestro ser, ni mucho menos encerrarnos con ellos; por el contrario, sacar de nuestra vida lo que nos afecta no sólo es válido, es por demás necesario. No hay razón para vivir con ello.
En la medida en que lo hagamos de manera oportuna, tendremos más posibilidades de sentirnos ligeros para encontrar más rápido salidas.
La mejor terapia para desahogarnos es permitirnos que fluya lo que nos afecta y que los duelos no influyan en nosotros. Desde luego, siempre es mejor hacerlo rodeado de quienes nos valoran y aportan a nuestra vida alegría.
¿No crees que sea maravilloso sentir la calidez de una sonrisa que evapore las lágrimas en tus ojos?
SIÉNTETE LIGERO
La ventaja de ser parte de un grupo por elección propia o bien, por que la vida con ellos nos ha sorprendido, es que nos podemos relacionar y sentirnos parte de un todo y ese todo, hacerlo parte de nuestro vivir. El compartir no sólo implica que sean alegrías, sino también tristezas. En la medida que tengamos la sensatez para abrir nuestros corazones y dejar que tanto las verdades como nuestros sentimientos afloren, realmente florecerá un sentido de pertenencia y afecto que nos permita ser más fuertes.
Si la energía se transmite, ¿cuál sería la razón para cortarla?
Basta ver que los baterías de los coches tienen polos positivos y negativos y ambos son necesarios para su funcionamiento; si eso lo apreciamos en forma simple, usémoslo en nosotros.
Dejemos ir lo que nos complica y sumemos todo aquello que simplifica; seamos tan ligeros que no haya cabida en nuestro ser para conservar cargas que sólo nos estorban.
Si estamos tan al tanto de las consecuencias, pensemos que después del desahogo sigue la liberación, en consecuencia, una vez que pasó la dolencia, seamos libres de ser ocupados por sentimientos que nos permitan crecer como personas.
¿No crees que es tiempo de independencias?, pues si es así, ¡liberémonos de todas las cadenas que nos limite y expulsemos las preocupaciones!
LO QUE SIGUE
Si ya conoces la situación que te incómoda, analízala, toma acciones y ten la actitud para superarla.
No vas a llegar a ningún lado si te ahogas en el problema; en consecuencia, encuentra tu tabla de salvación y nada a buen puerto. Encuentra el sitio que te permita impulsarte hacia adelante y sal a flote. En ti está la respuesta. Tampoco te aferres al abandono, busca alivio en aquellos que te lo pueden dar, incluyéndote a ti y mejor aún, no cierres tus brazos a quien te tiende la mano.
Superar es sobrepasar los límites existentes, no seas tú parte de esos límites, libérate y avanza.
Recuerdo que cuando era chico y me caía, me pasaba llorando y sobándome las rodillas, si había alguien a mi lado, mi llanto podría durar tanto que en ocasiones paraba hasta que me faltaba el aliento; no obstante, quienes estaban a mi lado, se percataban de que se trataba de un raspón y no le daban importancia. Entonces yo, me paraba y seguía jugando.
Si en nuestra niñez, a pesar de las caídas nos parábamos, ¿por qué hemos perdido ese don?, es más, donde hemos perdido nuestro aplomo y ahora, ante las caídas, se nos hace hábito quedarnos en el piso. ¿Cuántas veces no te ha pasado que tienes las soluciones para los problemas de quienes te rodean, pero no sabes que hacer contigo?
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