Psicóloga
La semana anterior hablamos sobre que es el duelo en los niños y su manera de sobrellevarlo dependerá de su entorno familiar y de sus circunstancias inherentes.
En esta segunda parte hablaremos sobre como reaccionan ante el duelo según la etapa que estén pasando en su niñez.
¿Cómo reaccionan los niños ante
la muerte en la primera etapa de la infancia?
A esta edad,
debido al nivel de desarrollo mental del niño, éste aún no es capaz de
comprender el significado de la muerte a un nivel racional. Por este motivo, el
niño experimenta el duelo como un período de separación y abandono que
representa una amenaza para su seguridad y equilibrio afectivo
De los cuatro a los seis años: Se trata de un periodo evolutivo
caracterizado por un estilo de pensamiento más concreto y mágico. Dada la
concreción del pensamiento del niño, se produce una concepción más limitada del
tiempo y de la muerte, pudiendo aparecer pensamientos de que la persona vuelve
a la vida. También son comunes creencias irracionales como que la muerte puede
ser contagiosa. Por este motivo, los niños a esta edad pueden hablar de la
pérdida como si fuese algo cotidiano e incluso hacer que juegan con la persona
fallecida. Según esta visión del acontecimiento, el niño puede considerar que
la persona fallecida sigue con su día a día.
A
nivel emocional y conductual, es común que el niño demuestre su necesidad de
protección a través de una regresión, es decir, presencia de conductas más
inmaduras con respecto a su edad (mojar la cama, pesadillas, miedo a la
separación).
A
esta edad puede resultar necesario explicar más de una vez el fallecimiento,
sus circunstancias, el significado y las implicaciones de la muerte. Con el fin
de lograr una mejor comprensión, podemos mencionar los muchos momentos de la
vida cotidiana en los que la muerte nos rodea: plantas, animales etc.
De los seis a los diez años: Se trata de una etapa en la que
el niño suele tener adquirida la habilidad de comprender la muerte, aunque aún
no está preparado para afrontarla o reaccionar racionalmente.
Algunas de las respuestas que pueden
aparecer a estas edades:
· Negación: pueden presentarse reacciones
muy variadas entre la agresividad y la indiferencia. En los casos en los que el
niño se muestra indiferente es probable que el niño sienta un bloqueo y una
tristeza tan grandes que ha creado una barrera para que el fallecimiento no
interfiera en su día a día. Necesita oportunidades para llorar o expresar la
pérdida. En algunos casos, puede que incluso necesite que le demos permiso para
expresarse.
· Idealización: insistencia en que el fallecido
era perfecto. En este tipo de respuesta el niño se relaciona de forma
imaginaria con la persona, incluso puede llegar a hablarle, jugar o escribirle.
· Culpabilidad: es una respuesta muy común, en
especial cuando el niño presenta cierto embotamiento afectivo (no puede
expresar la tristeza). Es importante que si niegan sus emociones considerándose
“valientes” no se le corrija o recrimine, pues podría aumentar el sentimiento
de culpa. Es importante tener en cuenta que los niños con sentimientos de culpa
pueden necesitar ayuda más especializada para superar la situación.
· Miedo y vulnerabilidad: el niño intenta ocultar sus
sentimientos, en especial ante los niños de su misma edad, por miedo a sentirse
diferente.
· Se ocupan de los demás: en algunas ocasiones pueden
aparecer conductas en las que el niño opta por tomar el relevo de la persona
que falta, adoptando de alguna manera su rol. Por ejemplo, asumir la tarea de
cuidar de sus hermanos cuando el niño ha perdido a uno de los progenitores.
· Buscar a la persona que ha
fallecido: el
niño puede buscar a la persona fallecida. Ante este tipo de reacciones, lo más
recomendable es dejarle hacer o normalizar las situaciones, explicándole o haciéndole
ver que nosotros también a veces le buscamos. Ante estas
reacciones se recomienda
controlar los tiempos, y en caso de aparecer de forma muy prolongada, buscar
ayuda especializada.
De los diez a los trece: En esta etapa de desarrollo las
preocupaciones del niño se relacionan con la forma y grado en que la pérdida
afecta a la vida cotidiana, el impacto que genera la pérdida y el sufrimiento
de las personas que le rodean. A esta edad, resulta relevante explicarles que
la muerte es una parte de la vida y que lo habitual es que sea dolorosa, aunque
debemos ayudarles a percibir que es posible seguir adelante.
Nuestro
ejemplo les puede servir de guía y debemos dejar que colabore siempre que
quiera, aunque siempre evitando frases del tipo: “ahora eres el hombre de la
casa”, “hay que ser fuerte”, “a tu papá, mamá (el fallecido) no le hubiera
gustado verte triste”. En lugar de este tipo de afirmaciones, que pueden
generar sentimientos de culpa y exceso de responsabilidad, debemos normalizar
la situación, mostrando ánimo pero sin presionar al niño por sus emociones.
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