martes, 4 de julio de 2023

¿Qué es el duelo en los niños? Parte 2

Por: Eva Montañez García
Psicóloga

La semana anterior hablamos sobre que es el duelo en los niños y su manera de sobrellevarlo dependerá de su entorno familiar y de sus circunstancias inherentes.  
En esta segunda parte hablaremos sobre como reaccionan ante el duelo según la etapa que estén pasando en su niñez.

¿Cómo reaccionan los niños ante la muerte en la primera etapa de la infancia?
A esta edad, debido al nivel de desarrollo mental del niño, éste aún no es capaz de comprender el significado de la muerte a un nivel racional. Por este motivo, el niño experimenta el duelo como un período de separación y abandono que representa una amenaza para su seguridad y equilibrio afectivo

De los cuatro a los seis años: Se trata de un periodo evolutivo caracterizado por un estilo de pensamiento más concreto y mágico. Dada la concreción del pensamiento del niño, se produce una concepción más limitada del tiempo y de la muerte, pudiendo aparecer pensamientos de que la persona vuelve a la vida. También son comunes creencias irracionales como que la muerte puede ser contagiosa. Por este motivo, los niños a esta edad pueden hablar de la pérdida como si fuese algo cotidiano e incluso hacer que juegan con la persona fallecida. Según esta visión del acontecimiento, el niño puede considerar que la persona fallecida sigue con su día a día.

A nivel emocional y conductual, es común que el niño demuestre su necesidad de protección a través de una regresión, es decir, presencia de conductas más inmaduras con respecto a su edad (mojar la cama, pesadillas, miedo a la separación).

A esta edad puede resultar necesario explicar más de una vez el fallecimiento, sus circunstancias, el significado y las implicaciones de la muerte. Con el fin de lograr una mejor comprensión, podemos mencionar los muchos momentos de la vida cotidiana en los que la muerte nos rodea: plantas, animales etc.

De  los seis a los diez años: Se trata de una etapa en la que el niño suele tener adquirida la habilidad de comprender la muerte, aunque aún no está preparado para afrontarla o reaccionar racionalmente.

Algunas de las respuestas que pueden aparecer a estas edades:

·    Negación: pueden presentarse reacciones muy variadas entre la agresividad y la indiferencia. En los casos en los que el niño se muestra indiferente es probable que el niño sienta un bloqueo y una tristeza tan grandes que ha creado una barrera para que el fallecimiento no interfiera en su día a día. Necesita oportunidades para llorar o expresar la pérdida. En algunos casos, puede que incluso necesite que le demos permiso para expresarse.

·     Idealización: insistencia en que el fallecido era perfecto. En este tipo de respuesta el niño se relaciona de forma imaginaria con la persona, incluso puede llegar a hablarle, jugar o escribirle.

·   Culpabilidad: es una respuesta muy común, en especial cuando el niño presenta cierto embotamiento afectivo (no puede expresar la tristeza). Es importante que si niegan sus emociones considerándose “valientes” no se le corrija o recrimine, pues podría aumentar el sentimiento de culpa. Es importante tener en cuenta que los niños con sentimientos de culpa pueden necesitar ayuda más especializada para superar la situación.

·     Miedo y vulnerabilidad: el niño intenta ocultar sus sentimientos, en especial ante los niños de su misma edad, por miedo a sentirse diferente.

·    Se ocupan de los demás: en algunas ocasiones pueden aparecer conductas en las que el niño opta por tomar el relevo de la persona que falta, adoptando de alguna manera su rol. Por ejemplo, asumir la tarea de cuidar de sus hermanos cuando el niño ha perdido a uno de los progenitores.

·    Buscar a la persona que ha fallecido: el niño puede buscar a la persona fallecida. Ante este tipo de reacciones, lo más recomendable es dejarle hacer o normalizar las situaciones, explicándole o haciéndole ver que nosotros también a veces le buscamos. Ante estas

reacciones se recomienda controlar los tiempos, y en caso de aparecer de forma muy prolongada, buscar ayuda especializada.

De los diez a los trece: En esta etapa de desarrollo las preocupaciones del niño se relacionan con la forma y grado en que la pérdida afecta a la vida cotidiana, el impacto que genera la pérdida y el sufrimiento de las personas que le rodean. A esta edad, resulta relevante explicarles que la muerte es una parte de la vida y que lo habitual es que sea dolorosa, aunque debemos ayudarles a percibir que es posible seguir adelante.

Nuestro ejemplo les puede servir de guía y debemos dejar que colabore siempre que quiera, aunque siempre evitando frases del tipo: “ahora eres el hombre de la casa”, “hay que ser fuerte”, “a tu papá, mamá (el fallecido) no le hubiera gustado verte triste”. En lugar de este tipo de afirmaciones, que pueden generar sentimientos de culpa y exceso de responsabilidad, debemos normalizar la situación, mostrando ánimo pero sin presionar al niño por sus emociones.


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