Por: José Ruíz Mercado
Cuando un individuo llega a generar una
tendencia, o descubre, o propone un camino, se dice que es una cita obligada. Constancia,
arriesgue, vamos a encontrar a lo largo de toda su obra; posible, sea parte de
un grupo de estudiosos, de creadores.
Los tenemos enclavados, casi siempre, en las universidades, de ahí la
fortaleza de dichas instituciones educativas. Al nombre institucional es lo de
menos. La importancia radica en el individuo.
Muy a pesar de lo previsto en el nombre, la especialidad o la
institución misma, quien labora en ella ofrece dicha excelencia académica ¿Qué
sucede cuando se jubila? ¿Cuándo muere? Difícilmente va a tener quien lo
sustituya.
En la antigüedad el “maestro” dejaba a su mejor alumno el cargo. Tenía
muchos, sí, pero, un discípulo pocas veces. De ahí la importancia del maestro,
su labor, su generación, su propuesta. En oriente, sólo los grandes tenían ese
privilegio, en la tradición de la Comedia del Arte, pocos heredaban la máscara
¿Y qué decir de los pueblos mesoamericanos? La sabiduría tiene una razón de
ser.
La sustitución de un profesor es simple. Se busca un individuo con un perfil académico acorde a la materia. Diplomas, grados académicos, cursos, de ser posible cierta experiencia, tiene un aval institucional. Además, quien emplea se encuentra en el mismo círculo de ofertas de quien las ejerce.
El problema es sustituir a un maestro, el generador de conocimiento,
aquel, cuya trascendencia va más allá del aula universitaria. Ese es, ya no del
micro universo universitario, sino de la macro historia.
LOS MAESTROS
Conocido por todos, estudiosos del teatro, interesados en la escena,
público especializado, la anécdota del maestro Rodolfo Usigli cuando dejó parte
de su carga horaria. Quien lo sustituyera debía ser un especialista. La carrera
de Teatro de a UNAM no podía dejar de tener el reconocimiento y la confianza
ganada hasta entonces.
Alumnos tenía. Varios de ellos con un prestigio ganado a pulso en los
círculos más exigentes de la sociedad de la escena. La tarea era encontrar el discípulo
idóneo. Dedicado. Responsable. Con conocimiento de la materia, Ahí estaba Luisa
Josefina Hernández.
Una posición tan alta sólo ella. Mujer dedicada, estudiosa, pero sobre
todo creativa. Y ahí están sus novelas, sus obras teatrales, su estudio a fondo
de los géneros teatrales, obra reconocida internacionalmente.
Escribe Luis de Tavira en el artículo La Mujer y el Teatro en México,
publicado en la serie Memorias, del CITRU, el año de 1992 “Luisa Josefina
Hernández, heredera del proyecto teórico de Usigli que soñaba con la creación de
una escuela mexicana de teatro, construye una obra dramática rigurosamente
estructurada, que cataliza la crisis del realismo hacia una dimensión que
vincula el texto al desarrollo de una estética actoral congruente y
sistemática”.
Y deja discípulos, seguidores de su
obra, analistas agudos de la escena: Maestra en dramaturgos, cómplice de los
directores de escena que protagonizan la renovación del lenguaje teatral [continúa Tavira], el trabajo teatral de Luisa Josefina Hernández rebasa el
ámbito dramatúrgico para consistir en uno de los más sólidos fundamentos
teóricos del discurso teatral en nuestros días”.
De Claudia Cecilia Alatorre tenemos Análisis del Drama, editado por
Escenología, en donde claramente se ve la escuela de Luisa Josefina, o la
estructura de alguna de sus obras, detallado situación y personajes, propios
para un examen de actuación.
Los maestros, quienes con sus análisis nos han permitido conocer,
ampliar la sistematización de la acción. Ir hacia ese remoto escondido, tan
cercano en el texto. La textralidad y la teatralidad para luego aterrizarla en
el Teatro Mexicano.
Y ahí está el libro publicado el 24 de abril del 2010 por la Universidad
Iberoamericana, el estudio a fondo de José Ramón Alcántara Mejía. O el otro, a
fondo con lo antropológico, la sociología del teatro: Teatralidad y Cultura.
Hacia una Estética de la Representación, del 2012.
José Ramón Alcántara Mejía, fue Presidente del Instituto Internacional
de Teoría y Crítica del Teatro Latinoamericano, de la Asociación Teatral de
Investigación Teatral, autor de un buen número de libros y colaboraciones para
revistas especializadas.
Dos personalidades. Dos maestros cuya obra marca los senderos más allá
de lo posmoderno. Cuando un individuo
llega a generar una tendencia, o descubre, o propone un camino, se dice que es
una cita obligada. Constancia, arriesgue, vamos a encontrar a lo largo de toda
su obra; posible, sea parte de un grupo de estudiosos, de creadores.
Dos maestros que este mes se despidieron de este plano. Luisa primero
para seguirle la semana siguiente José, a quien, si lo vio en esta FIL en
presentación de su obra, junto con Hugo Salcedo, tuvo un momento para
despedirlo. Porque ambos, son cita obligada.
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