Autor:
Héctor Medina Varalta
En un chiquero de un lugar muy
apartado, hace muchos, muchos años, existió un cerdito que su mayor anhelo era
ver las estrellas, porque Cazador, el perro guardián del corral vecino, le
había dicho lo mucho que estas brillaban.
Era tanto el deseo de
contemplarlas que todas las noches trepaba a una roca tratando una y otra vez
de levantar la vista, pero como los cochinitos tienen la cabeza unida al tronco,
le resultó imposible tal hazaña.
Un Cisne que por las noches
acostumbraba recorrer las aguas de un lago que rodeaba al chiquero,
constantemente hacía mofa de aquellos varios intentos.
̶ Déjate de necedades, eres cerdo
y como tal, jamás podrás contemplar el firmamento; si al menos tuvieras el
cuello tan esbelto como el mío.
Pese a todo, el cochinito seguía intentando
ver las estrellas; el escaso cuello le dolía de tanto esfuerzo, mientras que
por sus mejillas resbalaban lágrimas de desaliento. Sus chillidos conmovían a
los animalitos de aquel corral.
̶ El perro guardián es el culpable
de que mi hermano desee ver el firmamento. ̶ Dijo otro cerdo al cisne.
Escuchen como llora.
̶ Tienes razón ̶ expresó el cisne
̶, eso de decirle como brillan las estrellas a quien no puede verlas, es una
burla. Mira que querer imitarme.
Más, una noche todos creyeron que
el cochinito por fin había aceptado su destino porque dejó de intentarlo. En
vez de trepar a la roca acostumbrada, su mirada permanecía fija en un charco
de aguas pestilentes. Los suspiros del cochinito eran tan profundos que los
grillos dejaron de chirriar.
̶ ¿Se dan cuenta? ̶ Preguntó el cisne
̶ Ese cerdo terco terminó por aceptar su limitación física, solo podrá ver el fango, pero jamás
las estrellas y aquel de su especie que desee imitarlo, terminará por ver su
imagen en la inmundicia.
̶ ¡Te equivocas!, ̶ repuso el
perro guardián ̶ tú eres quien ve la suciedad, porque el cerdo a través del
charco está contemplando las estrellas.
Según se cuenta, la Luna, quien todas las noches había contemplado aquella perseverancia, fue testigo de cómo la familia del cochinito se acercaba al charco y poco después, los discordantes suspiros entonaban un canto de victoria.
Moraleja: Hay quienes teniendo ojos, no pueden ver todo un mundo de oportunidades.
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