Dramaturgo
Las pasiones por la literatura llegan a
temprana edad. Las lecturas son lo primero, luego vienen los balbuceos, la
pretendida ilusión de abrir los mundos extraños. Escribo porque amo las letras,
llegó a decir Amalia Guerra (¿Acaso fue Matilde Pons, Hilda Morán del
Castillo…?) Amo las letras.
Toda vocación nace en los momentos menos
predecibles de nuestra vida. Algo está, se da, viene la indecisión, luego se
confirma. Cuna hace historia. Frase repetida una y otra vez, afirmada en el
diario acontecer.
Leo la biografía de un autor (cuando digo
autor hablo de un personaje quien ha decidido hacer de su vida un camino por la
literatura) En algún momento de su vida se topó con la lectura. Siempre tuvo un
estímulo (positivo o no, pero un estímulo).
Lo más interesante en la biografía de un autor no es como decidió entrar a la literatura en lugar de, digamos, ese cualquier otra cosa. No digo la cocina, porque existe una característica en porcentaje mayor con la cocina. La mayoría se acerca a una vianda excelsa en donde el color y el buen vino está presente.
En esto de la comida los hay que incluso escriben sobre Los Placeres de la Lengua, y visten su acervo en mencionar el gran ritual del buen cocinero, quien debe tener las cualidades del químico (por eso de las mezclas), del pintor (por la decoración), por el gusto mismo. ¿Recuerda amable lector los sonetos de
Alfonso Reyes? Y ya que hablamos de ese lenguaje juguetón con los Placeres de
la Lengua, ese libro de Dante Medina, radicado, posiblemente por algunos años,
en Andalucía.
Por hoy deseo hablar de dos autoras que
tienen alguna coincidencia en Julio. Y quise mencionar a Dante, porque, una de
ellas, recibió el Premio Jalisco el año de 2001, el mismo junto con Dante
Medina.
Amalia Guerra, narradora al cien, nace en El
Mineral de Tlalpujahua, Michoacán un 25 de septiembre de 1916. Fallece en el
2014, un 7 de julio de 2014, en Guadalajara. Los personajes de su obra nos remiten a las
tradiciones populares, a ese gusto por la convivencia étnica.
Su estilo lleno de nostalgias, porque
nuestro pueblo nació en la nostalgia provocada por la frontera de las
injusticias. Nacimos rebasando fronteras como si eso fuera la meta (¿Alguien
recuerda el comercial de una cervecera decir rebasando fronteras, o la otra
(irónicamente en la Calzada Independencia), la de Guadalajara?
“De noche, un Juancho diferente tomó el
autobús para su pueblo. Las muertes de mentira se habían quedado en el mercado,
pero traía otras en el corazón, aquellas que ni se venden, ni se compran” Los
contrastes se ven, sienten, se huelen.
Narrativa impactante. Sin medianías. De un
realismo contundente. Irónico. En La Cobranza de Judith Colmenero escribe un
retrato de la violencia, de la incertidumbre de truncar con ésta a partir de la
violencia. Pareciera ser un cuento siglo XXI. La Cobranza… escrita a finales
del Siglo pasado, editado por Editorial Ágata en 1998 retoma parte de los
pasajes bíblicos. Así entra en otros universos.
Amalia Guerra no intentó descubrir. Entró de
lleno en el habla cotidiana. No entró en lo urbano. Utilizó esa visión limpia,
clara, irónica de las poblaciones campiranas. Eso la hizo auténtica. Jamás
olvidó sus raíces.
Hay quien diga que Amalia utilizó el
realismo mágico. Ese concepto tan traído desde que no supieron como encajonar bajo
la lógica positivista los conceptos de una estética en donde el aquí y ahora
está presente. El pensamiento cartesiano llevado a los limites einstenianos (o
mejor aún: el cerca y el junto náhuatl) Amalia entró en esa peculiar estructura
lingüística de los pueblos.
Las obras de Amalia son: El Vuelo (Editorial
DBA) Las Ataduras (Editorial Katún) La Fiesta (con portada de Toni Guerra,
Editorial Ágata) Retorno al Eco (Editorial UdG) Asistió a los talleres de Elías
Nandino, Arturo Rivas Sainz, Ernesto Flores y Agustín Monsreal.
Las pasiones por la literatura inician a
temprana edad y se concretan a través de la lectura, de la posibilidad de jugar
con el lenguaje. Se me antoja iniciar con Matilde por la novela publicada en
1998: Sólo Para Intelectuales, por la UdG. Pero la dejo para el final.
Matilde Pons, al igual que Amalia Guerra,
pasaron por el taller de Arturo Rivas Sainz (un día de estos entraré a esa
parte de la historia de la literatura, de las enseñanzas de Rivas Sainz. Xavier
Garabito estuvo un rato por esos rumbos), de Agustín Monsrreal, quien, en la segunda
de forros del libro citado escribe de la ironía y profundidad de sus
personajes.
Originaria de Guanajuato, nació el once de
julio de 1936. L mes siete del año nos acerca a un espacio. A una lógica
temporal fundamentada en la numeralia. Siete y nueve; es decir, julio y
septiembre. Una relación simbólica.
Matilde publica en la revista El Cuento. Una
de esas publicaciones cuyo valor radica el poder convivir con los mejores. La
grandeza de saberse parte de quien propone dice, proclama lo excelso como
sustancia. Existen espacios con estas cualidades. Y El Cuento, como Sábado en el
periodo de Huberto Bátiz formó parte de esa esencia.
Agonía en Rojo se publica en noviembre de
1993 por Editorial Ágata. Con un manejo del lenguaje que nos permite entrar a
senderos diversos. Historia, novela, porque al final, entre ambas estructuras
se identifican como si fuera una.
Es posible (más no necesario) conocer
algunos pormenores vividos, estructurados, reconocer personajes para entrar a
ese mundo, el otro, el generado en la conciencia del autor para la hermandad
del lector.
En el cuento que abre Sólo Para
Intelectuales, la ironía está presente. Habla de personajes de la comunidad,
del acercamiento a esa pléyade de quien todo lo sabe, y luego, nos da el tic de
a quien se refiere al mencionar una revista. Ironía, si, crítica ingeniosa.
Siempre nos topamos con eso que uno quisiera
escribir. Matilde cierra el libro con un cuento en donde la música, los
músicos, están presentes. Y juega con situación, temática, los acordes
presentes. El recorrer el tiempo en varios tonos. Y uno busca el encore, la
postura. La grandeza de esa música.
“El trino de un pájaro rompe el silencio con
su primera nota. De un salto, Nicole se acerca a la ventana. Si pudiera palpar
el mundo de la sonoridad. Y el solo atrevido se entreteje por entre la
llameante metáfora de su cabellera”
Amor en Cuatro Tiempos es ese cuento, ese
trinar, esa metáfora acuarelística del pelo.
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