Por: José Ruíz Mercado
Revisar
galeras se dice cuando un especialista da los últimos pasos para la edición de
un libro: fallas ortográficas, de secuencia gramatical, concordancia en los
tiempos y otras aparentes pequeñeces. Se dice como está de salud para correr la
vida de una obra.
Ocasiones las hay cuando una falla de esta
índole echa por tierra todo el trabajo, y así, aquello que pudo llegar a buen
puerto se viene a pique (¿Será por esto que se llama revisar galeras?) sin la
cuadratura posible.
El medio es el mensaje; escribió sabiamente
el padre de las comunicaciones, Marshall McLuhan, y el libro es el medio para
la difusión y promoción del autor, lo cual nos lleva a estudiar los individuos
partícipes en la producción y distribución de un libro, producto con un alto
contenido de profesionalización.
Pocas veces se comenta acerca del autor de la portada. No digo se estudia el acercamiento al trabajo visual, al artista capturador de la mirada del futuro lector. En su gran mayoría olvidamos ese trabajo. Sencillamente lo dejamos fuera.
Un libro responde a una coordinación
dinámica de diferentes oficios, conocimientos, para así poder llegar al público
idóneo. Alguna vez escuché a un maestro decir, de por qué no debíamos pedir
regalado un libro. Él decía “Lo que se paga es apenas el costo de almacenamiento
en la librería”.
El trabajo del autor es en quien recae todo
el núcleo. Razón y origen. Años de trabajo anterior lo lleva a percibir, a
convertirse en vocero de la sociedad, en parte de la identidad cultural, y en
ocasiones, generador de identidades, cuando con su trabajo, es un artista.
Punto básico es el del prologuista, quien,
con su lectura previa al autor, nos permite revisar la trayectoria, los
anteriores, el resultado del presente ¿cuántos prologuistas son puntos
capitales en un autor? ¿Cuántas veces compramos un libro por la sapiencia de
quien lo prologa?
Algo poco creíble para quien presume de
lector es, entre otras, es el bajar las ediciones a su ordenador sin dejar su óbolo
virtual (el comentario) y así contribuir en la sociedad del conocimiento, o lo
más común, pedir prestado un libro sin regresarlo, decirle al autor que se lo
obsequie, o se lo preste.
La cultura del libro es compleja. Lleva una
historia, una antropología, una educación, un estilo de vida. Al final, no hay
peor destino que el no ser leído. Para lo que sea: estatus social (de que voy a
hablar en mi próxima reunión), conocimiento, esparcimiento; siempre en ese
espíritu juguetón.
El libro tiene dos tipos de trabajo: El
directo, en donde el autor está presente, además de los ya mencionados y el
externo (el comentarista, el mercadólogo, el librero, el bibliotecario) Todo un
universo: La cultura del libro es compleja.
En todo este universo está implícito niveles
axiomáticos. El caso del comentarista jamás será lo mismo el aficionado, aquel mínimo
lector, quien antepone sus gustos, su orientación ideológica, al teórico con todas
las herramientas a su disposición.
Resulta un orgullo recibir la crítica de
ese, ya no comentarista, sino del articulista mordaz (hasta el fondo, hasta el
fondo) metódico lector, quien de tanto leer se ha convertido en un asiduo
investigador. Sabe las obras anteriores, los autores satélites, pero sobre
todo, tiene la sensibilidad del sabio.
Escribe en revistas especializadas. Lector
de tiempo completo. Tanto que, en ocasiones olvida su obra creativa, pero nos embelesa
con un libro de análisis. Estamos atentos a su trabajo porque nos permite
ampliar nuestro universo. Pero lo mejor, al formar parte de esa sociedad del
conocimiento, invita a tomar la fila del transporte hacia otros mundos.
PARTAMOS ENTONCES DESDE EL NÚCLEO.
El autor es un especialista (debiera serlo)
en todo el concepto. Para iniciar conoce del lenguaje tanto como de su temática.
Por lo mismo vuelve ameno lo complejo; un jugador apostador al universo.
Un entre paréntesis se vuelve necesario. Lo
mínimo exigible a un autor es el conocimiento de herramienta. Se decía en otros
años. Si a una secretaria se le exige buena ortografía, a quien pretende ser
autor, concordancia en sus ideas.
Entonces viene, para la existencia de ese
apostador al universo, lo mínimo requerido es libertad de expresión, un espacio
ideal de trabajo, poder vivir del oficio, para la participación real en la
sociedad.
El 23 de abril por una graciosa coincidencia
Miguel de Cervantes Saavedra y William Shakespeare fallecen el año de 1616. En
los años ochenta la UNESCO propone se consolide el día Internacional de
Derechos de Autor por ser, el trabajo, uno de los derechos humanos.
Para los años noventa se amplía el concepto.
No solamente se habla del trabajo, se habla del derecho a la libertad de
expresión, además de validar con esto, la libertad ideológica, pero sobre todo,
el patrimonio (tanto en lo individual como colectivo).
Por un lado, se amplía (existe un sustento
físico: el libro), esa libertad del autor va en la libertad del editor, ya no
es perseguido, ni requiere el censo como en la época de Cervantes, entra
entonces en otro círculo: la oferta y la demanda.
Aparece entonces la idea del libro como la
panacea, se hace a un lado al autor, y en esta visión patrimonialista objetual,
se menciona al objeto y no a quien lo hace. Complejo el asunto.
Este 2022 Guadalajara se le otorga la
capital del libro. El 23 de abril se convoca a un evento masivo: leer, leer y
consumir. Se olvida lo esencial ¿La difusión de la lectura sin autores?
Hagamos un recuento. En 1991 Ernesto Flores
trabaja una antología del Cuento (2 tomos), los publica el Ayuntamiento De
Guadalajara. En el periodo de Gabriel Covarrubias Ibarra. El 2008 El Centro Toluqueño De Escritores, a
partir de la celebración del Día Internacional de los Derechos de Autor, en una
coedición con el CUCEI de la Universidad de Guadalajara y El Aguaje, publican
una muestra de la Micro ficción Tapatía.
Guadalajara se ha caracterizado por ser
semillero de autores. Pero también por desatender a su gente. No es sólo Rulfo,
Arreola, les falta Agustín Yáñez, les faltan los autores posteriores a esas
fechas.
Se vale hablar de utopías. Entonces hablar
de ese viaje, de ese mar urbano, tan navegable como caótico. Tan rico en
posturas. Olvidemos lo ideológico, el amiguismo, los grupos, la visión de
clase. La propuesta va en función de retomar la esencia de este día, aún más,
por la distinción a la cual se le otorga. Se publique a los autores nacidos en
Guadalajara, o bien con una estancia de cinco años mínimo que tengan una obra
trascendente.
Muchos han emigrado por falta de
oportunidades. Otros, sencillamente, prefirieron dejar la pluma para vivir sin
contratiempos. Se vale hablar de utopías que de estas nacieron los grandes
proyectos.
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