Era común
que nos reuniéramos en familia para platicar de todo y de nada.
Escuchar a
nuestros padres, abuelos, tíos y amigos que se reunieran y juntos crearan una
amena tertulia después de una comida, resultaba toda una aventura.
De
pequeños, siempre nos admiraba la sabiduría de los mayores y nos impresionábamos
con sus palabras; aunque honestamente, hay muchas ocasiones que no las entendíamos
en su totalidad y pretendíamos sonreír o reír entusiastas con tal de
manifestarnos en esa convivencia.
Si bien,
en ocasiones, las charlas dulces se convertían en discusiones vehementes, no
cambiaríamos nada con tal de seguir disfrutando de ellas. Con el tiempo, nos
damos cuenta de que éstas se transforman y de desempeñar roles secundarios o
incidentales en las charlas, nos convertimos en los protagónicos de las mismas,
anhelando a los que se han ido y dando una cálida bienvenida a los que llegan,
ya sea porque se integran a la familia o bien, porque han nacido en ella.
Bendito
sea el recuerdo de las tertulias familiares en las que crecimos, actualmente ¿haces algo por mantenerlas activas en tu
círculo cercano?
Y la riqueza de estas convivencias, son las
que nutren de nostalgia nuestros recuerdos conforme
vamos creciendo; ya sea porque quienes ahí participaban han desaparecido y su
presencia se ha transformado en esencia dentro de nuestros corazones o bien,
porque aún vivos, nuestros caminos se separaron por múltiples circunstancias.
Quizás en
esos momentos en que nos nutríamos de miles de anécdotas, no nos percatábamos;
lo cierto es que muchas palabras o frases que ahí escuchábamos conforme crecimos,
se fueron arraigando en nuestro vocabulario y en la fortaleza de nuestra
memoria radica la abundancia de lo que expresamos, con voz o gestos.
Es curioso, pero hay expresiones que sólo tendrán sentido al pronunciarlas en familia, con ese círculo que las disfrutó y acuñó como propias y que, sin duda, son pruebas fehacientes de nuestra pertenencia a ese núcleo. ¿Aún recuerdas alguna expresión de tales tertulias?
Ante la obviedad de esa expresión, está de más
pretender mayor explicación sin embargo, era tan socorrida por los mayores,
cuando decíamos sandeces que se quedó en mi memoria.
Es
curioso, pero siempre la tengo presente cuando alguien, conmigo incluido, dice
algo tan absurdo con el único ánimo de manifestarse.
De hecho,
esto podría ser dirigido a cualquier político en sus discursos, pero no se
trata de polemizar lo cierto es que, siendo nosotros dueños de nuestro
silencio, a menudo estamos tentados a decir algo, sea lo que sea, sin importar lógica
alguna.
Tal
pareciera que el hablar por hablar, se convierte en un hábito para las personas
que no cuentan con argumentos que expresar.
Sin duda,
al sabernos responsables de nuestros dichos, actuamos con mesura, pero eso no
significa que no incurramos en tales acciones tan absurdas como ridículas.
Es un
hecho que si alguno de los miembros habituales a esas tertulias escuchará esas
sandeces, respondería con esa expresión y mostraría su cara de incredulidad.
En fin, a
estas alturas de tu vida ¿expresas
adecuadamente con palabras la congruencia de tu razón?
DE PRINCIPIOS
SÓLIDOS
Hay muchas
cosas que recuerdo sin embargo, pocas son tan sólidas como las que se agrupan
en esta frase: “Cuando
estés feliz, no prometas; cuando estés triste, no decidas y cuando estés
enojado, no discutas”.
Y es tal
la profundidad de esta expresión que da para más que un párrafo. Lo cierto es
que dejarse llevar por las emociones y no por las razones, nos puede no sólo
complicar los momentos sino, sus repercusiones pueden generar daños
irreparables y quizás, no siempre sea suficiente ofrecer “disculpas”.
Las
circunstancias pueden ser en ocasiones impensadas por la manera en que se
presentan o por la manera en que nosotros llegamos a ellas; la frialdad que
tengamos para actuar debe ser de tal magnitud, que en todo momento debemos estar
convencidos de la responsabilidad de nuestros actos. Nuestras acciones, sean o no lógicas o congruentes con nuestro sentir
y pensar, siempre traerán consecuencias…, estás consciente de ello?
“CUANDO
ESTÉS FELIZ, NO PROMETAS”
¿Quién no
se envalentona cuando las cosas se presentan de manera favorable y llega a
entusiasmarse de manera tal, que ilusiona a otros con sus palabras?
Tan humano
es mostrar felicidad, como pretender hacer al mundo partícipe de ella pero,
siempre será preferible abstenerse de ofrecer algo que en la serenidad de
nuestra mente y corazón no estaremos dispuestos a cumplir. Resulta conveniente pensar
que pasada la euforia, las palabras que pronunciamos ya las hicieron suyas los
terceros que las escucharon y estarán ávidos de que sean realizadas.
Una vez
que nos manifestamos, tendremos que ser congruentes y actuar en consecuencia. Basta tener presente “No prometas lo que no
será”, ¿tú lo haces?
“CUANDO
ESTÉS TRISTE, NO DECIDAS”
Ni la
felicidad ni la melancolía son buenas directrices para tomar decisiones;
simplemente tómate el tiempo para reflexionar, reúne todos los elementos que te
permitan una sensata resolución y confróntala con tu realidad, de su resultado,
seguramente tendrás una adecuada respuesta.
Ni los
cúmulos de risas o de lágrimas harán mas certera nuestra resolución; lo que sí
crearán son obstáculos para analizar con claridad.
Si en
nuestras manos está el tiempo para tomar la mejor opción, no nos agobiemos actuando
a velocidades no requeridas.
“Tiempo dame tiempo”, sin duda es una
expresión común, sólo faltaría agregar si nosotros nos damos la oportunidad
para resolver. Has pensado, ¿en qué
momentos has tomado las mejores en tu vida?
“CUANDO
ESTÉS ENOJADO, NO DISCUTAS”
No hay
nada peor que actuar cuando la mente y el corazón están calientes. No hay peor
enemigo para sí mismo y para el mundo que la ira y más cuando está ha
obnubilado nuestras razones y emociones.
Decían en casa: “¡Hay más
sangre en una discusión que en una guerra!” y quitando la metáfora sin
duda que es cierto.
¿Cuántas veces con la rabia vienen las palabras que hieren a quienes
amamos? ¿Qué necesidad tenemos de lastimar a quien nos ama? ¿Por qué tenemos
que ensañarnos con el débil al sentirnos superiores por la furia que nos mueve?
No sé
estas respuestas, lo que sí sé es que nadie merece nuestra cólera intempestiva.
En la medida que tengamos una mente fría y un corazón templado podremos hablar
sin batallar.
La cordura
está hecha para la gente madura y derramar sangre, nunca será un aliciente para
sentirnos ganadores del diálogo.
Nunca una
acción proveniente del enojo ha generado riqueza a una relación humana.
Dañar a
alguien con nuestra cólera a menudo nos afecta también a nosotros. ¿Sabes a lo que me refiero?
“EL QUE TIENEN BUEN
ENCHUFE, NO TIENE CORTO CIRCUITO”
En fin, tanta riqueza podemos encontrar al
recordar esas tertulias que el sólo invocarlas nos motivan a volver a vivir
esos momentos.
Valores, experiencias, enseñanzas,
conocimientos, en fin, tantas cosas que del diálogo surgían, que es un hecho
que nos han dado gratos y firmes elementos en nuestra formación como personas y
profesionales.
Somos de “buen enchufe” y a pesar de los momentos complicados, no
deberíamos tener desperfectos ni mucho menos “cortos circuitos”.
Quizás no podamos repetir esas convivencias,
pero está en nosotros conservar lo mejor de ellas en nuestras vidas y compartir
éstas a quienes ahora nos rodean.
El pasado es historia y seguro que quienes
participaron de ella siempre vivirán en nosotros en los momentos que tengamos
presente lo que con ellos disfrutamos y de su actuar aprendimos. Ahora es
tiempo de honrar su esencia en presencia de quienes integran nuestro mundo.
¿ERES UNA PERSONA
DISPUESTA A DAR LO MEJOR DE TI PARA PRESERVAR LO QUE APRENDISTE EN TU NIÑEZ DE
QUIENES TE ENSEÑARON CON SU CONVIVENCIA?
¿CONSERVARÁS TUS
TRADICIONES FAMILIARES A PESAR DE LA DINÁMICA ACTUAL Y LA VORÁGINE TECNOLÓGICA?
¿AÚN TE DAS EL
TIEMPO PARA COMPARTIR EN FAMILIA?
Posdata: Agradezco el reconocimiento que me hace la Unión Hispanomundial de Escritores y Mil Mentes por México por mis esfuerzos literarios en favor de la humanidad en este febrero de 2022.
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