Dramaturgo
Sociedad, estilo, cultura. Adjetivos unidos
sin necesidad de sinonimia, hermanados, responsables de conductas, historia, visión
del mundo, grupo étnico. Estilo responde a todo esto. Decía un profesor en aula
a sus alumnos: Estilo es el individuo.
¿Cuántas veces vemos a lo lejos a alguien caminar y decimos, aún sin
alcanzar a distinguirlo, debe de ser…? Luego nos preguntan ¿Cómo supiste? Sólo
él tiene esa forma de pararse, de caminar.
Estilo identifica. Forma parte de un todo, muchas veces, difícil de
explicar, pero tangible, hasta convertirse en personaje de sí mismo, tan
auténtico, tan único, tan creativo, tan alejado del mass media; la diferencia
entre gente y persona.
Gente, así, igual a cualquiera, con los gustos de todos, pero siempre creyendo ser único; así, anónimo, desterrado en el tumulto con la gentileza de continuar en la nadidad de la imagen de la buena conducta.
Persona, personaje, se dice creativo hasta en la forma de caminar, al
grado, en ocasiones, de generar modas, conductas en los individuos, influencia pocas
veces entendida. Luego, convertido en leyenda.
Las leyendas urbanas nacen a partir de necesidades concretas. Sociedades
con tabús, conflictos de autenticidad, un largo quisiera ser, pero no me atrevo.
Así, cuando alguien se atreve a romper con la estructura, quienes no pudieron,
adjudican ese hacer en cientos de adjetivos.
Nuestras acciones responden a la conducta conocida a partir de la
cultura en dónde nos desenvolvemos. Gustos, aficiones, fobias, incluyendo la
actividad a la cual nos dedicamos son producto ese “cultus” aprehendido. Todo
esto en lo cotidiano. Entramos al territorio de lo étnico.
Hablar de etnia no se limita a los grupos primigenios en exclusiva,
también responde a las llamadas tribus urbanas; esos núcleos de la población
cuya respuesta al medio se da en el lenguaje (corporal, vestimenta, lengua,
relación al interior y exterior de grupo y otros etcéteras, pocas veces
estudiados por sociólogos y antropólogos de la conducta) total.
Estudiar estas manifestaciones nos llevan a entender los conflictos
internos de los grupos conformantes de una etapa histórica. De ahí, en nuestros
días, la necesidad imperiosa de estudiar las redes sociales, sin satanizar los
resultados.
Eso que llamamos arte responde a ese aprendizaje socio cultural. Nada se
da aislado. Mucho menos surge de la nada. En primera instancia el conocimiento
del medio es importante, el muestreo aparece como parte del reconocerse
integrado o desintegrado, pero al final, con conocimiento del ¿Dónde estoy?
El estudioso de las manifestaciones artísticas tiene como fundamento el
analizar los ciclos socio económicos de la población. No es gratuito el cómo en
los momentos de crisis aparecen obras/ autores con una alta carga
contestataria. Luego viene la calma y el seguimiento de la obra, los estudios
de unos cuántos (en nuestros días quienes han estado más cerca de los medios o
del Estado: La beca es para quien la trabaja, fue la frase enarbolada hasta
hace unos años) y la categorización.
¿Cuál es la obra clave? ¿Qué autor hizo esa obra, la cual rebeló conciencias?
Aceptada o no ahí está para su estudio. Pocas veces resuelto el dilema de la
respuesta. Pocas veces hecha una respuesta masiva.
Vayamos por partes. Desde los más cercano a lo lejano. Desde la poesía
disidente nacida en los años setenta a los inicios de los ochenta ¿A qué
responde? ¿Quiénes y por qué fueron?
Ubiquemos. Desde 1966 se vino la crisis, el grado más alto se dio en
1968 con sus consecuencias en los setenta. Algunos historiadores sitúan 1958
como un detonante. Desde la Guerra de Corea a Viet-Nam, sin olvidarnos la
Revolución Cubana y el guevarismo latinoamericano.
Momento clave para el movimiento de la Espiga Amotinada con una
publicación que los vio nacer: El Corno Emplumado. En Guadalajara se habla,
diez años después de El Corno, a los disidentes. Algunos mencionan el
movimiento de Guadalajara como una manifestación diferente, única. Idea con la
cual no estoy de acuerdo. Todo tiene una causa y una consecuencia.
Las lecturas de la disidencia en Guadalajara fueron: César Vallejo,
William Carlos William, Ezra Pound, Nicolás Guillén, Alejandro Aura, Roque
Dalton, Jaime Augusto Shelley, Ernesto Cardenal, entre otros. La suma de ellos
les ofreció un estilo, una estructura. Habrá quien no esté de acuerdo, pero ahí
está Ricardo Castillo, Carlos Prospero, Raúl Bañuelos, Arturo Suárez, pero
sobre todos, Enrique Macías.
Los conflictos en la cúspide grupal se dieron. Los grandes maestros de
ese momento se encargaron de minimizar el trabajo, la búsqueda al grado de
negar la obra completa de algunos y de cobijar a otros, lo cual llevó a generar
sus propios medios: Cólera fue iniciática en esto con sus detractores, como
hasta hoy se sigue dando.
En México Margaret Randall edita El Corno Emplumado. Se dijo de la
simbiosis entre un instrumento musical jazzístico y Quetzalcóatl. La música
presente en la obra de los autores de la época. Por una parte, la poesía de
Juan Bañuelos, Oscar Oliva, Eraclio Zepeda, Jaime Labastida, y con todo ese
sentimiento musical Jaime Augusto Shelley con su Himno a la Impaciencia.
En el territorio de la narrativa estaba dando fuerza los llamados
autores de la Onda: Parménides García Saldaña, José Agustín, Gustavo Sainz y
otros. Aquí hago un paréntesis con esto de la lengua. Los anglicismos, las
palabras de moda, que no sobrevivieron al tiempo, pero si en lo estilístico, en
la sintaxis provocando cambios en la lengua y un retrato hablado de las tribus
urbanas de su momento.
Estilo deviene en una estructura proveniente de como se ve el mundo.
Rompe con lo anterior y se perfila como un todo en donde la gente desconoce su
proveniencia porque ahí está como si jamás hubiera un antes ¿Cuántas grafías
actuales continuaran en el futuro?
Ubiquémonos. Estamos en un momento de crisis. Los sistemas se tambalean por
los problemas de salud, las economías se paran, la población se aminora.
Nuestra visión del mundo debiera ser otra, mayormente socializada, alejada de
ese gandallismo (para usar una palabra proveniente de la etnia urbana)
característico de las relaciones de poder de los grupos hegemónicos y sus satélites.
Recordemos esa obra de Ignacio Betancourt: El Gran Circo de los Hermanos
Gandalla, obra clave para parte de la sociedad de aquellos años setenta.
Ubiquémonos para encontrar el estilo actual, la respuesta a la ciber
espacialidad y la pandemia. Leamos, seamos lectores profesionales para dejar el
analfabetismo funcional en el cual caímos. Entendamos nuestra historia, colectivicemos
el conocimiento para dejar atrás ese ego rapaz y adolescente.
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