jueves, 26 de agosto de 2021

Yegua Luna

Por: José Ruíz Mercado

Sociedad toda llena de esbozos. Los tiempos se prestan para narrar, dramatizar, generar poesía cuando las generaciones se vuelven plenas. Entonces poder decir, había una vez un grupo de mujeres poetas y así continuar con la historia.

   Cuando las mujeres se vuelven poesía, dice la visión del siglo XIX, no es lo mismo de cuando las mujeres se vuelven poetas, se vuelven creativas, se enfrentan a la vida, generan su destino, mujeres sabias, emprendedoras. Cuando esto sucede la sociedad, toda, abre el destello a la luz libertaria, a la humanidad total.

   El Siglo XX abrió la posibilidad, se caminó por los senderos álgidos de una lucha fraticida, ya no de una lucha por el poder, sino de una por la igualdad. La consigna no fue la de tirar al dictador para ejercer la dictadura, sino una más inteligente. No fue el discurso de convencer al otro la santidad de un bando por el otro, sino la de reconocerse en la diversidad; soy yo porque no soy tú.

   La otredad presente ahuyentó el determinismo, la inteligencia fue, ya no el arma, sino la estrategia. La sociedad inició su cambio ¿Cuántos siglos pasaron para entender la terrenidad de todos? Quizá aquí inicia el dilema.

  A la pregunta filosófica (¿antropológica quizá?) de ese conflicto del lenguaje, de la historia, de la sociología, de la psicología, de cómo se llega a sostener una conducta, de la libre autodeterminación para preguntarse nuevamente ¿En función de qué está mi existir? Se vienen aún más interrogantes ¿Se es único?

   “Uno puede descubrir a los otros en uno mismo, darse cuenta de que no somos una sustancia homogénea, y radicalmente extraña a todo lo que no es uno mismo: yo es otro.” Escribió Tzvetan Todorov en su, hoy estudio clásico acerca de El Problema del Otro.

   Los otros son yo tanto como yo soy los otros y lo que me hace ser diferente radica precisamente en la historia socializada. Las doctrinas pregoneras de superioridad no son sino ideologías deterministas, las cuales obstaculizan la libertad dada la dependencia ejercida. Los roles de feminidad y masculinidad son roles sociológicos, funcionan acorde a lo impuesto por una cultura.

   Aquí inicia la discusión. Si no somos una sustancia homogénea, entonces somos resultado de nuestros progenitores. La cultura mesoamericana entendió esto a la perfección, fue una cultura dualista: Sol/ Luna, el cerca y el junto. La occidental propuso la separación, lo diverso, de ahí lo homogéneo de las partes, el sentimiento de pureza. Ambas generaron sus propios mitos.

   El sincretismo cultural, del cual somos fruto, nos ha llevado a un conflicto emocional, en ocasiones, ha provocado serios choques de personalidad, en su gran mayoría inconscientes, como muchas de nuestras reacciones instintivas.

   ¿Hijos de Freud o de Jung? Probable requerimos de inventar otra propuesta, otra corriente alterna, tanto en lo pedagógico como en la psicología. Revisar a nuestros estudiosos, ir a otras vetas ¿Hijos de Freud o de Jung? ¿Nietos acaso? Y entonces decir Raúl Páramo Ortega, padre nuestro nacido en México el año de 1935, egresado de la Universidad de Guadalajara como médico, miembro del Circuito Vienés de Psicología Profunda a partir de 1964, y del Círculo Psicoanalítico Mexicano en 1969, autor de varios libros, entre otros, Sentimiento de Culpa y Prestigio Revolucionario, por Martín Casillas, Editores en 1982, además de El Psicoanálisis y lo Social, Ensayos Transversales. Raúl Páramo Ortega de la corriente del Freudomarxismo, quien, en ese clásico tan actual, como lo es Sentimiento de Culpa… profundiza en el individuo mexicano actual. Y entonces afirmar ¡Somos hijos de Raúl Páramo! ¿Será?

   Por lo pronto debemos adentrarnos en otro problema ¿Cómo poetizar la diversidad? ¿Cómo vivir en una sociedad llena de esbozos? En una sociedad fruto de un padre intelectual ausente resulta difícil sobrevivir. Al final una sociedad se compone de seres biológicos, luego entonces la pregunta ¿Cómo crear una poética de la libertad?

   A partir de la práctica de la necesidad y la libertad. A partir del concepto aristotélico de poiesis, la creación a partir de la lectura de lo cotidiano, de permitirnos estructurar nuestro entorno en un concierto de iguales, en donde cada uno enarbole su voz propia en el instrumento que más le venga en gana, porque jamás alcanzaremos la plenitud humana mientras unos se crean superiores. El otro es el yo dormido.

   Las sociedades esclavas presentan serios conflictos de identidad. No es exclusivamente la teoría de la lucha de clases del marxismo clásico. Es una lucha encarnizada, silenciosa, ante la creencia de la sexualidad y su determinismo social.

   En el terreno creativo la práctica libertaria se da. De la mujer idealizada a la mujer real, concreta; de la mujer toda poesía, a la mujer activa, creadora. Productora de voz propia. A la elegida porque es ella ante el mundo, porque así lo ha elegido. Las luchas libertarias de la humanidad se dan cuando la mujer exige su espacio.

   Siglo XX y sus mujeres. De María Luisa Ocampo a Reyna Barrera, de Reyna Barrera a Catalana Miranda. De nombres, apellidos, de visiones del mundo tan diversas, tan amplias, tan conceptuales.

   Siglo XXI con sus anhelos, sus luchas. Desde el lunario de Reyna Barrera al Soliloquio de la Yegua Dormida de Catalina Miranda. De la reflexión del amor más elocuente, concreto, a la búsqueda conceptual de la página en blanco ancestral imagen de dama.

   Catalina Miranda observa, propone, nos ofrece esa visión de libertad en homenaje a las mujeres sabias en el poemario Soliloquio de la Yegua Dormida, el cual pronto leeremos a partir de su presentación en la Feria Internacional del Libro de Toluca.


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