Hubo un tiempo cuando se mencionaba la participación de los grupos de
la hegemonía, se les daba la adjetivación de la inteligencia mexicana, se les
creía, se leía sus puntos de vista, luego se comentaba.
Dos personajes fueron por
varios años cabezas de grupo. Cada fin de semana fue recurrente llegar al
puesto de periódicos, a la tienda especializada (y ahí, el área de revistas)
obtener las ediciones, donde comúnmente publicaban.
Luego, surgieron los
detractores, quienes buscaron, lo que a su parecer ideológico, no concordaba
con su peculiar estructura de leer al mundo. Los opinólogos, diríamos hoy día,
cuestionaron sin fundamentos. Lo primero fue, que en sus medios (periódicos,
revistas) no cualquiera publicaba.
Este aparente cerrarse al
mundo se tomó como la creación de una mafia hegemónica. Pero, el cierre, le
dio, antes que una marginalidad, una estructura peculiar, propia, toda una
identidad, una estructura de pensamiento.
Una revista, un medio de comunicación, responde a una línea editorial, es así como lo identificamos. Los lectores medios buscamos una nota de nuestro interés, los especialistas hacen de la lectura su objeto de estudio.
Dos grupos representantes dieron pauta a los subalternos, los cuales aparecían tan rápido como desaparecían. Esto les dio permanencia, por eso, las rencillas contrarias los hicieron aún más fuertes. Somos más hijos de la época,
invoca un refrán, que del espacio donde vimos la luz primigenia y los
personajes a quienes aludo estuvieron muy cerca de su momento histórico. Ambos
coinciden en su propuesta. Ambos llegaron a lo mismo por dos senderos diferentes.
Octavio Paz y Carlos
Monsivaís, para algunos la mención es al contrario. Como quiera,
personalidades, a favor o en contra, quienes dieron (continúan) dando razón
para hablar.
Ambos coincidieron en
mencionar la ausencia de gente pensante en la sociedad mexicana fuera de las
esferas del Estado (o de la Iglesia) llevando con esto a una subordinación
ideológica desde la etapa de la Colonia.
Dicha subordinación ha
sostenido alejado del resto de la sociedad a un grupo minúsculo en donde, o
bien toman modelos de las metrópolis de la cultura, o se regodeen con una
visión cerrada de clase.
Cada uno de ellos lo dice, lo
analiza de una forma personalísima, lo cual le da un estilo especial, pero al
final entra en la dinámica de exponer un estudio certero de la visión y
revisión de los conflictos internos de dichos subgrupos sociales.
El modelo de dependencia lo
observamos en la respuesta de estos grupos ante los administradores de la
cultura en turno; respuesta personalísima al no verse beneficiados con alguna
prebenda.
Carlos Monsivaís hace un
análisis a partir del XIX y los inicios del XX. Desde el modelo porfirista
hasta los gobiernos emanados de la Revolución. Octavio Paz, agudo, nos habla de
los conflictos emanados, jamás por sostener una teoría, bajo un discurso
metodológico concreto, sino bajo posiciones emocionales ideológicas.
La izquierda en México
enarbola banderas ideológicas antes que una fundamentación crítica,
sistemática, mientras la derecha, sin fundamento, cae en discursos ideológicos
religiosos, cuyo único, aparente razonamiento es, esto es bueno, esto es malo.
Ambos coinciden en la ausencia
de posiciones coherentes. Del desclazamiento ideologizado de un grupúsculo con
necesidad de aplauso, individualista y masificado. Un grupúsculo perverso a la
búsqueda del premio.
Esto resulta peligroso (y ya
lo estamos viviendo) porque, con esta visión la obra aparece como un adorno
para enaltecer la vanidad de unos cuantos, para el aplauso inmediato, el
presentismo de las redes sociales, el discurso simpático de lo bonito, lo cursi
como bandera antes que, la representación social de la manifestación
representativa, no ideologizada, de las necesidades, lo histórico, la lucha de
la representación emergente de lo subalterno como líder emanado de la historia
y no reproductor de la maquila de los modelos venidos de otras necesidades,
otros proyectos de vida.
Otra coincidencia aparece
cuando ambos comentan la validez, tabla de salvación, de la cultura popular.
Ambos ven en la representación de lo popular (y Octavio Paz lo dice
certeramente, con la agudeza característica en Las Trampas de la Fe), mientras
Monsivaís se dedica al análisis de lo popular.
Ver a la distancia la obra de
ambos nos aclara el cómo, el porque, carecemos de politólogos, de sociólogos de
la cultura, de masas ideologizadas con discursos de odio, con sobre
adjetivaciones en las redes sociales, con ausencia crítica, con odio, rencor,
envidia. Discursos sin sustento en lo ideológico expuesto.
A la distancia observo dos modelos,
así, personalísimo. Algún día escribiré con la profundidad de Paz y la ironía
de Monsivaís. Algún día tendré mi estilo propio. A la distancia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Este es un espacio donde su opinión cuenta, sin embargo no se permiten mensajes ofensivos hacia ningún sector de la población, sexo, raza o credo; tampoco se permite el uso de palabras soeces.