La limpieza siempre fue tema en la infancia de mis recuerdos en donde todo era físico, en cuanto a las horas de jugar y correr, llegábamos a la casa sudados y con las manos llenas de tierra y mugre, cansados, pero felices, directos a lavarnos las manos y a bañarnos antes de acostarnos.
El alcohol era muy mal visto por la gente, en mi infancia y adolescencia crecí en un lugar donde había personas a las que el consumo del alcohol les había destrozado su vida, caían en el vicio por una decepción amorosa, por alguna pérdida o por una gran depresión por motivos familiares o de fracaso en los negocios y nos aconsejaban que el alcohol jamás lo probáramos, que lo viéramos como el peor de los venenos.
Estamos en el año dos mil veintiuno, el mayor anhelo es que el gel anti bacterial contenga el 75% de alcohol, que el jabón sea el que haga más espuma y en espera ansiosa de que nos inyecten la vacuna, sin temor ni recelo alguno.
Las cosas han cambiado de forma dramática. Lo que nos daba temor, ahora lo buscamos, a lo que le rehuíamos, ahora lo necesitamos y tenemos que desoír los consejos de los viejos en cuanto a oler a alcohol, porque de ello nos va la salud y la vida.¿Cuándo
volveremos a vivir y ser como antes? No lo sé, no se sabe, menos ahora que el
futuro se ha dejado en manos de científicos y políticos.
Como
siempre, estamos en manos de la providencia divina y de nuestra reorientación
de la conducta…, de una conducta de supervivencia.
No
llegaron los zombis, pero los muertos se cuentan por cientos de miles y el
temor es el mismo a ser mortalmente contagiado.
Los
que tenemos la fortuna de que el virus no ha tocado nuestras puertas, familia y
seres queridos, nos ha tocado el duro papel de ser testigos de la pandemia y de
la falacia de que en el mundo moderno se tenía todo para atacar de inmediato y
con alta eficacia una infestación de virus de la magnitud global en la que
vivimos.
El
precio de la salud se ha elevado, las economías han caído, los políticos están
socialmente en banca rota y los científicos y médicos van al alta.
Ante
este escenario, se hace realidad el presagio de que el futuro lo manejaría el
mercado…, el mercado de los laboratorios fabricantes de las vacunas que, sin
garantía de éxito, se están volviendo en bandera de líderes y políticos, con el
consecuente rechazo social universal.
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