Por: José Ruíz Mercado
Una
frase popular reza: "Lo que no está en Internet no existe". Las redes sociales
son parte de nuestra cotidianeidad. De nuestro mundo. Su estudio es mínimo a
pesar de su alcance. Tiempo y espacio se conjugan para adentrarnos en lo
virtual.
Al principio de las redes se utilizó aquello
de en tiempo real, bella metáfora de lo temporal. Luego los alcances. Enseguida
la continuidad, se habló de lo viral para decir la rapidez de la información.
Lo matemático en la posibilidad del
lenguaje. La magia de la bombilla se hizo pequeña para obtener grandes
alcances. Lo binario. La nada y el uno integrador ¿Cuánta información contiene
un bite que la suma de estos crezcan geométricamente para los siguientes?
Para la generación de la radio el sonido fue
un alarde de magia. Las abuelas de la generación de la radio mantuvieron la disputa del cómo los
genios entraban a la caja para decir a viva voz aquí estamos.
Las anécdotas de “saquen a ese pobre hombre
de ahí ¡Se va a ahogar!” se repite una y otra vez cuando los primeros aparatos
radiofónicos hicieron su presencia. Una historia contada una y otra vez ¿Qué
tanto de verdad existe en esta anécdota? No lo sé. Pero tiene una lógica.
Todo proceso tecnológico trae cambios en la estructura comunicativa, pero, además, en las relaciones económicas. Por lo mismo en las modas, los gustos sociales. Sin la radio la música no hubiera salido de los pequeños poblados; mucho menos nacido otras industrias: El disco y sus derivados.
La tecnología de pronto se nos aparece,
pareciera surgir de la nada. Mejor dicho, se muestra como ideología. Al
desconocer su origen le damos un falso valor. Un maniqueísmo sin límites.
La generación de la Televisión ya no tuvo
tanta magia. Ya se conocía el cine; sólo era cosa de llevarlo a casa. Nacía una
generación visual. Entre el cine y la televisión nace otra estructura
comunicativa: el cómic. Todo visual.
Cambio de lenguaje. De corporalidad.
Trasformación del universo cotidiano. Los medios en la generación de
propuestas, de cambios de conducta, de estética, de lineamientos filosóficos,
de nulificación de roles sociales, de surgimiento de otros.
Las imágenes cotidianas cambian. Imaginemos
un grupo de amigos al lado de un aparato radiofónico escuchando tocar un
instrumento al hijo ausente. Años después, por la noche, observar la llegada
del ferrocarril en el recinto antes Teatro, o en una barda con el patrocinio de
una empresa refresquera.
Luego vendría el rico del barrio con su
televisión en la sala, por la ventana, los vecinos mirando, o la fonda, la
taquería, Doña Concha la del pozole, cobrando diez centavos por ver la serie, o
veinte si quería ver un programa especial.
Los tiempos cambian. La tecnología aún más.
Nuevos lenguajes, sí, pero también se acentúa la división de clases, no
necesariamente en lo económico, sino en la disposición a utilizar la nueva
herramienta. La novedad.
El conflicto viene cuando la ciencia
desconoce la relación entre el uso y el consumo. Luego viene la dispensa, la
máquina es lo máximo, tanto para lo negativo como para lo positivo. Una falla
en los estudios humanísticos.
Llega otro momento de cambio. El Internet,
el uso del correo electrónico, pronto, muy pronto el desuso. La espera de las
cartas pasó a la anécdota. Hoy poco a poco se va olvidando para dar paso a
otras herramientas.
Así como aparece la figura de Doña Concha
con la televisión surgen los ciber cafés. Espacio ideal para sacar las tareas
escolares y llenar de virus las computadoras. Otra estructura de vida para una
nueva época.
Otro lenguaje. Palabras anexadas al uso
diario. Infectarse con un virus no es exclusividad humana. Las máquinas
también. Está todo virulento, se decía cuando alguien tenía un resfriado, está
toda virulenta cuando a una máquina se infectaba. Recordemos la anécdota del
empresario vuelto millonario por hacer un virus y al mismo tiempo los
antivirus. La guerra de la mercadotecnia, la lucha por los sitios en las redes
sociales ¿Qué tan viral (de nuevo el virus) es tu mensaje para volverlo de
interés? Los mercadólogos estudian esto, los sociólogos, psicólogos, estetas,
lo desconocen.
Los estudios de la comunicación han estado
divididos en las corrientes del pensamiento. Desde las psicoanalíticas, los
lingüistas; desde los postulados del neo positivismo así como las diversas
corrientes del marxismo.
Los estudios, principalmente de los
lingüistas franceses nos llevan a una propuesta comunicativa, la cual, ya desde
hace algunos años, no podemos dejar de lado. Con la creación de nuevos mitos a
partir de los anteriores, nos llevan a enmarcar un historicismo crítico.
Mcluhan con su análisis del mensaje
profundiza, nos ofrece una visión presentista. El estudio teórico filosófico de
las comunicaciones nos permite analizar las relaciones, no sólo
interpersonales, sino además las relaciones de poder.
¿En dónde radica ese poder? Al final de
cuentas en esa viralidad. Lo que no está en Internet no existe. Por lo tanto,
en las redes, lo importante es darle “like”, o escribir la primera sandez
imaginable. Entre más ilógica, mejor. Entre más común, gano la empatía. Existo.
Un personaje nacido en 1961, autor de
títulos generadores de una visión cuasi fotográfica de la sociedad actual es
Douglas Coupland. Dramaturgo, artista visual, novelista. Sus obras de teatro
más conocidas son September 10, escrita en el 2004, y Everything’s Gone Green
escrita dos años después.
Su obra narrativa (por decirle de algún
modo) es Generación X, obra con la cual marcó toda una época al retratar a una
sociedad desangelada. Fue el año de 1991 cuando aparece esta novela, poco
leída, poco conocida, pero, muchas veces, conceptualmente, comentada.
Las redes sociales son, hoy por hoy, dignas
de ser tomadas en consideración. Estudiarlas nos permite observar, cuantificar,
el nivel, la dirección de una sociedad y sus moradores. Digna de ser parte de
una materia escolar.
Pero mientras esto no se haga en la currícula
escolar, propongo, la lectura de Douglas Coupland.
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