Por Alejandro Ruíz Robles
“Sin Sentidos No Hay Paraíso”
Ver, degustar, oler, oír y tocar son los sentidos con los cuales fuimos dotados los humanos al nacer, los desarrollamos conforme avanza nuestro camino y disminuyen paulatinamente hasta concluir nuestra vida.
Dichos sentidos nos ayudan a desarrollar nuestras actividades y a tener la capacidad de disfrutar al máximo nuestro entorno.
No obstante, el compartir en sociedad nos ayuda a que desarrollemos un sentido muy especial que a menudo nos olvidamos de su existencia o simplemente, no le damos el valor que tiene: “El Sentido Común”.
Es decir, conforme habitamos en nuestro entorno y convivimos, surge este “Sentido Común” como una capacidad para juzgar razonablemente las situaciones de la vida cotidiana y decidir con acierto atendiendo a los conocimientos y las creencias que compartimos en nuestra comunidad y parten de consideraciones calificadas como prudentes, lógicas o válidas.
“Gente como Uno”
En nuestro día a día usualmente compartimos con personas que son afines a nuestra forma de ser o bien, tenemos intereses similares; ya sea por profesión, pasatiempos, estudios, etcétera. Esto no significa que no existan diferencias, sino que en aras del buen convivir las sobrellevamos.
La forma como nos relacionamos con los demás depende de múltiples factores: carácter, temperamento, estado de ánimo, etcétera.
De tal manera que por el conocimiento que tenemos de cada uno y la relación que guardamos, sabemos el acontecer de sus vidas.
Es decir, en la medida que nos sentimos cómodos en nuestro medio es en la medida en que procuramos que las cosas sigan su marcha.
“Cambio de Hábito”
Hasta ahora hemos aprendido que lo único constante en la vida es el cambio y con éste, usualmente nos vemos en la necesidad de hacer ajustes a nuestra vida.
De esta manera, actuamos en función de las circunstancias con el propósito de evitar en lo posible disminuir nuestro nivel de satisfacción e incrementarlo en nuestro beneficio.
En la medida que alcancemos un mayor beneficio, tendremos la posibilidad de elegir la comunidad a la cual pertenecer; resultando también, qué si no reaccionamos en forma adecuada, será muy difícil tener opciones para escoger donde desarrollarnos.
Cuando tenemos la posibilidad de actuar primero, usualmente podemos elegir el camino a tomar; a diferencia de cuando sólo reaccionamos, que se nos reducen las opciones a seguir.
“El Club de la Pelea”
Sin embargo, sabemos que la Vida con singular alegría nos cambia los planes y de repente nos pone ante circunstancias impensables; desde la pérdida de algo valioso o lo que vivimos ahora: una pandemia.
Y es en este punto que me quiero detener; pasamos de tener una actitud pasiva ante la vida a tener que procurar y maximizar nuestros cuidados para protegernos y proteger a quien amamos.
Hasta marzo de 2020, bastaba con despertar, trabajar, realizar nuestras actividades conforme a nuestras agendas y volver a casa para descansar. No obstante, a raíz de la pandemia derivada del COVID-19 todo ha cambiado; nos hemos convertido en los superhéroes de nuestros destinos y de aquellos que nos importan.
No seremos miembros de la “Liga de la Justicia” o “Vengadores”, pero si integramos un núcleo familiar; nos hemos convertido en guerreros y debemos de actuar como tal, por nosotros y nuestras familias; concientizarnos de los peligros que corremos en nuestra rutina y evitar contagiarnos de algo que en forma mediata aún no tiene cura probada.
“Seguridad Máxima”
Y de repente … ¡todo cambia! La Vida que conocíamos parece que se convierte en la Ciencia Ficción que veíamos en el cine y lo que eran acciones extraordinarias pasan a ser los hábitos ordinarios de nuestra rutina.
El contacto físico que procuramos se convierte en la adecuada distancia. La efusividad que teníamos con las personas ahora se limita y se expresa con señas o emoticones. ¡Anhelamos el contacto, pero nos conforta el saber sano a quien nos importa!
Si bien existen recomendaciones de las autoridades, sabemos que éstas ya han sido superadas por las acciones propuestas por la sociedad civil. No hay mayor instrucción que la que nos impone el Sentido Común para procurarnos y convivir.
“El Silencio de los Indecentes”
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